Todos con Saura 'contra' Picasso
Reeditado el libelo que el pintor escribi¨® frente al uso interesado del 'Guernica'
La llegada del Guernica a Madrid y su instalaci¨®n en el Cas¨®n del Buen Retiro se fij¨® en la historia como uno de los espect¨¢culos pol¨ªtico-culturales m¨¢s pintorescos y escandalosos de la transici¨®n. Corr¨ªa 1981. Aterriz¨® en "Espa?a en un r¨¦gimen mon¨¢rquico, protegido por la Guardia Civil, siendo Calvo-Sotelo presidente del Gobierno y un cura director del Museo del Prado". El resumen de la cr¨®nica de ese viaje fue escrita por Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998) en su famoso panfleto Contra el Guernica. Un libelo, como ¨¦l quiso llamarlo. Un texto cargado de bilis y ahora reeditado.
Aquel cabreo fue recordado ayer por su gran amigo Eduardo Arroyo, su hija Marina, el escritor, prologuista del libro, F¨¦lix de Az¨²a, el director del Reina Sof¨ªa, Manuel Borja-Villel, y el editor Antonio Ram¨ªrez. Y el esp¨ªritu cr¨ªtico de Saura fue tambi¨¦n invitado estrella a la presentaci¨®n de la obra, en el museo que alberga el Guernica.
Az¨²a: "El texto es fruto del cabreo ante el circo que se estaba montando"
Fue uno de los pocos pintores, con Arroyo, que ejerci¨® la cr¨ªtica sin pelos en la lengua. Aunque su libelo no estaba dirigido contra el mural en s¨ª, sino contra el uso que se estaba haciendo de ¨¦l. "Son p¨¢ginas nacidas de un cabreo monumental ante el circo montado con la obra de Picasso", cont¨® Az¨²a. "La confusi¨®n consigui¨® que el mural se viera como una estampa de guerra, cuando es un trabajo donde se reproducen todas las obsesiones sexuales del artista. Saura as¨ª lo sinti¨® y quiso denunciar la traici¨®n al esp¨ªritu del arte que los pol¨ªticos estaban llevando a cabo reduciendo la obra a un mero cartel¨®n. Se transform¨® en un icono pol¨ªtico y perdi¨® su potencia art¨ªstica. Saura no quer¨ªa verlo convertido en un objeto de adorno de habitaciones de estudiantes como lo fue la foto de Guevara tomada por Korda".
Eduardo Arroyo, que reconoci¨® sentirse heredero del papel cr¨ªtico que desempe?¨® Antonio Saura frente a todo el sistema, record¨® la valent¨ªa de la editorial Turner al publicar en 1982 un texto tan osado, duro e hiriente, en un momento en el que la sociedad espa?ola no ten¨ªa la cintura de ahora. "Eran de esperar p¨¢ginas llenas de insultos, pero no fue as¨ª. S¨®lo hay tres imprecaciones (odio, desprecio, detesto) hiladas de una manera brillante, al estilo de los oradores romanos. Es una f¨®rmula que permite repetir 27 veces las cosas porque est¨¢ claro que con una vez no vale. La gente no se entera".
Arroyo a?adi¨® que el libro es una contundente denuncia contra las injerencias en el mundo del arte. "Anuncia c¨®mo la burocratizaci¨®n se va a imponer sobre el arte en los a?os venideros, y as¨ª fue. Antonio era un fustigador nato. Sacaba la pluma y repart¨ªa le?azos donde hab¨ªa que darlos".
Manuel Borja-Villel se dio por aludido en la parte de bur¨®crata que le corresponde como director del museo, pero regate¨® con habilidad la situaci¨®n. "Si no estuviera de acuerdo con lo que se dice en el libro, no participar¨ªamos como coeditores. Yo no soy de los que fustigo, pero doy la vara y creo que los museos no son ajenos a la situaci¨®n cultural. Estoy de acuerdo en que nunca se hab¨ªa llegado a un nivel tan bajo de creatividad en el sentido de tener como objetivo el ser m¨¢s libres. Lo banal predomina, pero soy optimista, creo que el arte se puede cambiar desde dentro transformando los modos de hacer las cosas".
Al final, antes de posar ante el Guernica, Eduardo Arroyo coment¨® que el cuadro por fin se expone como la obra de arte que es, rodeado de la dignidad que merecen las obras maestras.
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