Un tropel, una turbamulta, un jaleo
Al pelot¨®n de los G¨¹rtel se le suma la lucha por Caja Madrid. Un desastre tras otro se abate sobre la direcci¨®n nacional del PP, ahogada entre la corrupci¨®n y las luchas internas
Jos¨¦ K. vive un sucedido laboral-personal, que a nadie importa, pero que le ha tra¨ªdo m¨¢s, mucho m¨¢s, much¨ªsimo m¨¢s, infinitamente m¨¢s, tiempo para pensar. Jubiloso, experimenta una gran alegr¨ªa, un alborozo sin cuento, una euforia desconocida. Puede estar mano sobre mano doce horas seguidas, con la mirada fija en el vac¨ªo, sin que a nadie se le importe una higa, ni nadie le afee semejante conducta por su escandalosa improductividad. En el camino al deseado nirvana tan s¨®lo se le interpone una sombra min¨²scula: son tantas las ideas que brotan, tantas las im¨¢genes que surgen, tantos los pensamientos que fluyen, que finalmente se enredan sobre s¨ª mismos, se atropellan, se arrollan, se dan de trompadas y cuando, finalmente se abren paso a empellones, llegan ya exhaustos, cence?os por tanto esfuerzo de hallar la salida en tal catarata de ocurrencias.
?De qu¨¦ se reir¨¢n los Camps, Ric Costa, Rambla, Fabra, Rita Barber¨¢ si chapotean en el fangal?
Autoproclamada liberal, Esperanza Aguirre ha decidido que Caja Madrid es cosa suya
Este tropel de sucedidos tambi¨¦n le asalta a Jos¨¦ K. cuando ojea su peri¨®dico. En su entretenida ch¨¢chara consigo mismo, ya instalado en su mesa de m¨¢rmol del cafet¨ªn, y puesto en equilibrio su reci¨¦n estrenado apoyo que ha cimbreado con estilo en su pase¨ªllo diario, se hace cruces por el turbi¨®n de acontecimientos que agita las p¨¢ginas de Espa?a. Contempla espantado, por ejemplo, el sinn¨²mero de excursiones por pasillos judiciales de ese joven (posiblemente) africano (suponemos), que no es menor ni mayor, sino todo lo contrario. H¨¢gase m¨¢s joven o madure r¨¢pido y vuelva usted ma?ana, pirata cruel, le dicen. No entiende que un sitio tan principal como la Audiencia Nacional pueda estar poblada por tantos pendejos togados que juegan, solemnes, a un repugnante tuyo-m¨ªo.
Pero Jos¨¦ K. -no pod¨ªa ser de otra forma en alguien que todav¨ªa suspira porque se lee poco a Plej¨¢nov- tiene debilidad por otros acontecimientos que afectan, de manera principal, a la muchachada popular. ?Ese caso G¨¹rtel! ?Qu¨¦ aglomeraci¨®n, qu¨¦ tumulto, qu¨¦ bander¨ªa, qu¨¦ tropa, que c¨¢fila! Pero a nuestro hombre se le va la vista, el o¨ªdo y hasta el tacto, al Levante. No lo puede evitar. Le resulta irresistible esa falange de mentirosos compulsivos, ese pelot¨®n de urdidores, de confabulados, esa tropa de aficionados a los trajes regalados, a los coches de lujo y relojes ostentosos, como se hartan de se?alar los papeles judiciales. Observa maravillado c¨®mo en la tierra de los Camps, los Ric Costa, los Rambla, los Fabra, nunca parece ponerse la tristeza. All¨ª r¨ªen todos los conmilitones, y lo hacen, adem¨¢s, de forma estent¨®rea, como la alcaldesa valenciana, majorette que encabeza el desfile de los risue?os miembros de la partida. Cuando est¨¢n en cuadrilla, siempre asemejan una charanga, una comparsa, una murga. ?De qu¨¦ se reir¨¢n, piensa Jos¨¦ K., si chapotean en el estero, en la poza, en el fangal?
?Es pesado Jos¨¦ K.? ?Quiz¨¢ reiterativo? No lo cree. M¨¢s se inclina por considerar que en la denuncia de esta golondrera hay que ser tan tenaces como el p¨¢jaro carpintero en su obsesivo golpeteo al tronco nudoso. El incansable torcecuellos tiene la capacidad de picotear hasta 20 veces por minuto, lo que da una suma de unos 12.000 picotazos diarios. Ni un segundo, ni un minuto, ni una hora sin punzada en la trabilla italiana, el Frank M¨¹ller o el Infiniti. Al rememorar al perseverante p¨ªcido, advierte nuestro hombre que esos, y otros conocimientos igual de in¨²tiles, deben venirle de aquellos duros mendrugos para tanta hambre que era el Selecciones del Readers Digest, recientemente desaparecido. Y piensa: ?c¨®mo no vamos a desorientarnos los ancianos, si nos clausuran el Selecciones y nos cierran El Molino?
Pero como todo es empeorable, a¨²n le quedaba al PP la broma de Caja Madrid, espect¨¢culo brillante que gana cada d¨ªa en intensidad, dram¨¢tica y humor¨ªstica. En lugar destacado del reparto, casting dir¨ªa ella, reaparece una vez m¨¢s, refulgente, la gran y ¨²nica Esperanza Aguirre, que se ha sacudido con displicencia aristocr¨¢tica, como si fueran moscas cojoneras, a la caterva de alcaldes, concejales y directores generales de la comunidad de Madrid empapados, ritornello, en G¨¹rtel.
Autoproclamada liberal a ultranza, privatizadora de hospitales y cualquier servicio social que se le acerque a su radio de acci¨®n, Esperanza Aguirre ha decidido que la cuarta entidad financiera de Espa?a es cosa suya y que va a nombrar presidente de la misma a quien se le ponga en sus mism¨ªsimos reales, as¨ª le d¨¦ una apoplej¨ªa al l¨ªder de su partido -qu¨¦ bizarr¨ªa la de don Mariano, qu¨¦ coraje-, traicione a su antiguo ¨ªdolo pol¨ªtico o desprecie a una docena de candidatos que luzcan en su curr¨ªculo -?para qu¨¦?- un m¨ªnimo de conocimientos bancarios.
As¨ª que do?a Esperanza quiere entronizar en la presidencia a su mano derecha y sicario en toda tropel¨ªa que se recuerda en el Gobierno de la Comunidad, con cierta afici¨®n a los juegos de esp¨ªas y a llevarse al huerto al gran l¨ªder de los socialistas madrile?os, Tom¨¢s G¨®mez.
?Sabe algo de banca o cajas Ignacio Gonz¨¢lez? Nada. Absolutamente nada. Rotundamente nada. Ustedes recordar¨¢n que este vicepresidente regional se maneja en la edad de piedra de las finanzas. Acostumbra, seg¨²n declaraciones propias, a pagarse los billetes a Sur¨¢frica, m¨¢s de 8.000 euros, en billetitos de papel, que un d¨ªa sac¨® de la talega y los solt¨® en alg¨²n mostrador uno detr¨¢s de otro, toc, toc, toc, como el p¨¢jaro carpintero. Todo un crack de las finanzas, que ahorra menudeo de bolsillo y circula en el coche oficial con carteras llenas de machacante.
Y entonces, de regreso de la V¨ªa L¨¢ctea -o mejor, de varias y lucrativas asesor¨ªas-, reaparece Rodrigo Rato, ex ministro todopoderoso de Aznar y presidente huido con alevos¨ªa y nocturnidad del Fondo Monetario Internacional. Se fija mucho Jos¨¦ K. y quiere reproducir, para solaz del respetable, el acertad¨ªsimo juicio que a mentes tan preclaras como las del Fondo les merec¨ªa, en 2006, el lastimoso ejercicio de prestidigitaci¨®n que llevaron a cabo las entidades bancarias multinacionales. Juan Ignacio Crespo record¨® en estas p¨¢ginas un interesante texto de esos d¨ªas: "Hay un reconocimiento creciente de que la dispersi¨®n del riesgo de cr¨¦dito desde los bancos a un grupo m¨¢s amplio y diversificado de inversores (...) ha contribuido a que tanto el sistema bancario como el conjunto del sistema financiero sea m¨¢s resistente". S¨ª, acert¨®: el FMI, en 2006, lo presid¨ªa Rodrigo Rato.
?Ah, pero faltaba (imposible decir la guinda) el remate, el chapitel, la perinola! Hay un tercer hombre, s¨ª, como en los bolerazos de To?a la Negra o en el Prater vien¨¦s mientras suena la c¨ªtara de Anton Karas. Aqu¨ª aparece, para animar el sainete, ?don Luis de Guindos! ?Qu¨¦ qui¨¦n es don Luis? As¨ª, de forma muy abreviada, un alto cargo de Aznar, facci¨®n Rato, que fungi¨® en Espa?a de gran hombre de Lehman Brothers. ?Recuerdan la escandalosa quiebra de aquellos que se inflaron a pr¨¢cticas financieras deleznables? A Jos¨¦ K. no le viene en este momento a la cabeza cu¨¢ndo se disculp¨® el se?or De Guindos con los inversores espa?oles que hab¨ªan apostado sus ahorros en 14 gestoras y 66 fondos. Porque es de suponer que lo haya hecho, incluso que haya ayudado a recuperar su dinero a tanto desplumado, a la vista de que Moncloa y Econom¨ªa apuestan para que rija los destinos de Caja Madrid este gestor de aquella entidad de resultados tan brillantes, profesional que nada vio, ni advirti¨®, ni pag¨®.
Claro que a partidos y sindicatos les parece magn¨ªfico el reparto, t¨² un presidente, yo un vice, t¨² tres consejeros, yo dos. Tap¨¦monos las narices y venga jaleo, contin¨²e la algazara, prol¨®nguese la j¨¢cara, que no decaigan la bulla y el verbeneo y, sobre todo, que a nadie se le ocurra hablar -por Dios, qu¨¦ injusticia- de la politizaci¨®n de las Cajas.
(Esa noche, en la mesa camilla de su casa, a la luz del viejo flexo, Jos¨¦ K. relee por cuarta vez a Paolo Flores d'Arcais. V¨¦ase EL PA?S del domingo 25 de octubre ).
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