Terror y juego con los l¨ªmites
En su exploraci¨®n de los imaginarios colectivos, el cine actual nos ofrece aut¨¦nticos viajes a lo(s) extremo(s). El cine se torna experiencia de los l¨ªmites y juego con lo irrepresentable (el horror, lo siniestro). El cine de terror siempre se ha situado en los l¨ªmites entre lo humano y lo monstruoso (su deformaci¨®n). Dentro de la codificaci¨®n impuesta por el cine de g¨¦nero, lo hac¨ªa jugando con el miedo a lo desconocido, el p¨¢nico ante el desorden, d¨¢ndole un car¨¢cter m¨ªnimamente figurativo a la representaci¨®n del terror. El terror era identificable, plasmado en figuras a menudo monstruosas: animales de tama?o sobrenatural, seres de otros mundos, vampiros, zombis, espectros etc¨¦tera, encarnaciones todas del enemigo exterior.
Hoy, con la hibridaci¨®n de los g¨¦neros, tambi¨¦n se han hibridado los miedos: el miedo m¨¢s temible es el miedo al miedo (el jugar con la inminencia de lo impensable), los monstruos m¨¢s terribles son los de la mente, el peor enemigo es el interior. Con ello se han difuminado tambi¨¦n las fronteras entre terror ?lo que es visible? y horror ?lo invisible, lo que es del ¨¢mbito de lo innombrable?.
El terror se ha alejado de lo fant¨¢stico para acercarse al horror. La producci¨®n asi¨¢tica es la que m¨¢s lecciones ha sacado de ello: se ha apoderado del horror y lo ha integrado al g¨¦nero de terror, actualiz¨¢ndolo mediante la proyecci¨®n de un imaginario vinculado con los miedos contempor¨¢neos. Cuatro pel¨ªculas emblem¨¢ticas lo ilustran: The ring y Dark water de Hideo Nakata, Audition de Takashi Miike, las tres japonesas, The eye, de Danny Pang y Oxide Pang Chun (Hong Kong). Tres de ellas hablan del ver o tienen relaci¨®n con el voyeurismo. No es balad¨ª: el cine de terror juega con la pulsi¨®n esc¨®pica, con el deseo incontrolable de ver lo prohibido, lo mismo que Internet es una ilimitada caja de Pandora al respecto.
Pero lo m¨¢s interesante, como ocurre a menudo en el cine, es el subtexto. M¨¢s all¨¢ de los t¨®picos del terror, el cine asi¨¢tico nos habla de otra cosa, precisamente de lo que Zizek llama La Cosa, no "La cosa del otro mundo" del g¨¦nero tradicional, que tanto ha tratado la ciencia-ficci¨®n, sino una cosa de dentro: lo siniestro, lo informe, lo que despierta fragmentos de lo real que no llegan a cobrar forma precisa, una manifestaci¨®n de lo nunca visto. La peligrosidad de este cine est¨¢ en el grado inaudito de hipervisibilidad que alcanza: la de los s¨ªntomas del horror (su inscripci¨®n en el cuerpo) y la de los miedos invisibles, factor de desestabilizaci¨®n emocional.
G¨¦rard Imbert es catedr¨¢tico de Comunicaci¨®n Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid y escritor. Es autor de Cine e imaginarios sociales (el cine postmoderno como experiencia de los l¨ªmites).
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