Pearl Jam ya no huele a sucio
Es posible ser grunge casi dos d¨¦cadas despu¨¦s de la muerte del grunge? Seguramente no, pero cuando uno ha sido uno de los iconos de aquel movimiento musical, es dif¨ªcil sacudirse de encima el peso de la leyenda. O la camisa a cuadros de franela y los vaqueros rotos. Porque, pese al paso del tiempo, Eddie Vedder, el atractivo cantante y guitarrista de Pearl Jam, a¨²n se pasea por Seattle con la misma est¨¦tica de le?ador que el mundo de la moda se encarg¨® de robarle tanto a ¨¦l como a Kurt Cobain, de Nirvana, y a grupos afines como Alice in Chains o Tad. En los diccionarios de ingl¨¦s, grunge se traduce por sucio. Pero aquella m¨²sica y su est¨¦tica, que se popularizaron entre los adolescentes de todo el planeta a finales de los ochenta y principios de los noventa, supuso una suciedad tan estudiada que fue, casi, el principio de un salto generacional.
"Este disco, 'Backspacer', lo compusimos justo despu¨¦s de la victoria de Barack Obama. Es l¨®gico que sea m¨¢s positivo"
"El tema m¨¢s gratificante de mi vida acab¨® de aparecer por unas palabras de Javier Bardem en mi contestador autom¨¢tico"
Eddie Vedder lleg¨®, muy a su pesar, a la portada de la revista Time en 1993 como s¨ªmbolo de la revoluci¨®n musical y alternativa con la que la industria musical y los soci¨®logos identificaron el grunge, ese g¨¦nero nacido en Seattle y alrededores y caracterizado por guitarras distorsionadas, mucho volumen, letras de corte existencial y un sonido h¨ªbrido a caballo entre el rock duro y el punk. El grunge adem¨¢s ten¨ªa un componente de actitud vital: la mayor¨ªa de las bandas nacieron al abrigo de sellos independientes como Sub Pop; sus miembros daban entrevistas en las que se quejaban depresivos del estado del planeta, abrazaban causas sociales, repudiaban su propia fama, despreciaban el mundo del showbusiness y hac¨ªan gala de un cierto nihilismo con el que se identificaron millones de j¨®venes. No obstante, fue Kurt Cobain el que se coronar¨ªa como m¨¢rtir del grunge al suicidarse en 1994 en la c¨²spide de la fama y en pleno declive de un g¨¦nero del que, al igual que Vedder, nunca quiso ser el rey.
"Tras la muerte de Kurt Cobain tuve que escapar. Encontr¨¦ un lugar secreto para hacer surf, un pueblo peque?o donde nadie sab¨ªa qui¨¦n era. A ese lugar tengo que agradecerle mi salud mental, me devolvi¨® la fe en la gente y en la m¨²sica. Era una ¨¦poca en la que yo me tomaba a m¨ª mismo demasiado en serio, pero lo cierto es que ocurr¨ªan cosas muy serias a mi alrededor, los amigos se mor¨ªan de sobredosis, hab¨ªa locos que me segu¨ªan por la calle", afirma el m¨²sico al que la suerte le rob¨® el cetro grunge.
Vedder tiene cierto aire a disc¨ªpulo de Jesucristo, como muchos surferos de la costa oeste: la piel tostada y las arrugas marcadas, la melena larga y descuidada, los ojos muy azules. A su pasi¨®n por el surf le debe la vida, seg¨²n sus propias palabras. La fama no le sent¨® nada bien. Cuando se public¨® Ten, el primer disco de Pearl Jam, y el v¨ªdeo Jeremy que le acompa?¨®, sobre un ni?o que se suicida en clase debido a la incomprensi¨®n familiar, se convirtieron en un fen¨®meno de masas. A Vedder se le empez¨® a caer el mundo encima. El ¨¦xito fulminante lo devor¨® por dentro, y el lanzamiento del segundo ¨¢lbum, Vs, que vendi¨® un mill¨®n de copias en apenas una semana, acab¨® de machacarle, convirti¨¦ndole en un tipo semiparanoico en constante huida. Las estrellas del grunge odiaban realmente su propio ¨¦xito, y varias no consiguieron superar el trauma que les provoc¨® la fama.
Aquel Vedder, el mismo que se sub¨ªa por los andamios de los escenarios borracho como una cuba, que expresaba su rabia existencial entreg¨¢ndose a cada concierto con violencia exasperada, que proclamaba su odio hacia la prensa, apenas conced¨ªa entrevistas y dej¨® de hacer v¨ªdeos porque eran parte de lo que le impon¨ªa el sistema, no tiene nada que ver con el Vedder padre de familia -tiene una hija de cuatro a?os con una modelo- que recibe fum¨¢ndose un Marlboro y jugando con las cuerdas de una elegante guitarra ac¨²stica blanca. Estamos en un apartamento construido dentro de una nave industrial a las afueras de Seattle, sede del estudio de grabaci¨®n, almac¨¦n, oficinas, club de fans y local de ensayo de Pearl Jam. Vedder y sus compa?eros de grupo -Jeff Ament, Stone Gossard, Mike McCready- llevan juntos desde 1990, una eternidad, dada la velocidad con la que nacen, mueren y cambian de integrantes los grupos de rock. El actual bater¨ªa, Matt Cameron, se uni¨® en 1997. "No hay m¨²sicos mejores y nos une nuestro empe?o en seguir haciendo buena m¨²sica", dice Vedder casi justific¨¢ndose, pese a que su banda haya vendido m¨¢s de sesenta millones de discos en todo el mundo.
Su noveno disco reci¨¦n estrenado se titula Backspacer y en ¨¦l se echa de menos la rabia y la suciedad sonora de aquellos primeros ¨¢lbumes. Incluye varias baladas entre melosas y folk, como Just breath, y tiene una p¨¢tina de buen rollo que dista mucho del sonido cabreado y el esp¨ªritu rebelde que les hizo c¨¦lebres. "El sonido de Backspacer es el resultado del momento vital. Este disco lo hemos compuesto justo despu¨¦s de la victoria de Barack Obama. Es l¨®gico que sea m¨¢s positivo".
No obstante, el ¨¢lbum incluye lo que Vedder denomina el tema "m¨¢s triste y a la vez m¨¢s gratificante que he compuesto en mi vida". Se titula The end y esconde un secreto sorprendente: Javier Bardem. "Regres¨¦ a casa una noche despu¨¦s de tomarme unas cervezas y me puse a grabar. Estaba componiendo The end, pero me atasqu¨¦. De repente vi que alguien hab¨ªa dejado un mensaje en mi contestador. Era Javier, me dec¨ªa algo muy bonito, tiene una forma de hablar muy po¨¦tica y gracias a sus palabras pude terminar la canci¨®n. La grab¨¦ esa misma noche y le envi¨¦ una copia". Vedder presume de Espa?a y sus amigos espa?oles. Hace unos a?os, en uno de sus muchos momentos de crisis, se refugi¨® en Barcelona durante un mes. "Fui a buscar a un profesor de guitarra cl¨¢sica y le ped¨ª que me ense?ara este tema, ?lo conoces?". Vedder se abraza a su guitarra y esboza los primeros acordes de Romance an¨®nimo, de Andr¨¦s Segovia. "El profesor primero se ri¨® de m¨ª y me dijo que era imposible aprend¨¦rsela en un mes. Pero estudi¨¦ y estudi¨¦, nunca hab¨ªa tomado clases de guitarra en toda mi vida, y acab¨¦ aprendi¨¦ndola. Adoro esta pieza".
Adem¨¢s de la m¨²sica, sus pasiones son la pol¨ªtica y el activismo social, a los que sigue tan enganchado como a los 16 a?os. Quiz¨¢ sea lo ¨²nico que le mantiene conectado con el Eddie Vedder primigenio y con el esp¨ªritu d¨ªscolo de los habitantes de Seattle, que sin duda tuvieron mucho que ver con que esa ciudad fuera el escenario, en 1999, de la mayor protesta anticapitalista de finales del siglo XX. "Claro que estuve all¨ª. Pasamos miedo porque la polic¨ªa fue muy violenta, pero tambi¨¦n fue una experiencia maravillosa, ver la fuerza de toda esa gente junta (contra la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo). La situaci¨®n econ¨®mica actual puede que vuelva a provocar la resurrecci¨®n del activismo, porque est¨¢ afectando a mucha gente. No creo que nos moviliz¨¢ramos lo suficiente en contra de la guerra de Irak, y adem¨¢s, Bush aprob¨® leyes que convirtieron todas las protestas en actividades antiamericanas que pod¨ªan ser perseguidas. Fue un paso atr¨¢s terrible. Por suerte creo que hay cosas que est¨¢n cambiando, y temas como la ecolog¨ªa est¨¢n tomando mucha fuerza. En un futuro muy pr¨®ximo, quien no sea activista verde no ser¨¢ cool", presagia.
Vedder parece tener muchas m¨¢s ganas de hablar de pol¨ªtica que de m¨²sica, entre otras cosas porque aunque la m¨²sica sea lo que le da de comer, el activismo es una buena excusa para no tener que contestar a preguntas que pueden rozar lo personal, como su complicada infancia -creci¨® con un padre que no era el suyo- o su ¨¢spera relaci¨®n con otros grupos, como Nirvana, que acusaron a Pearl Jam de ser un grupo comercial y vendido. "La adolescencia es una edad dif¨ªcil, horrible, en la que no tienes voz, nadie te respeta, tienes acn¨¦, no puedes trabajar, no puedes conducir, todo el mundo te dice lo que tienes que hacer". "Fue en esa ¨¦poca cuando adquir¨ª un sano desprecio por la autoridad. Tambi¨¦n comenc¨¦ a mirar a mi alrededor, a preocuparme por lo que le ocurr¨ªa a la gente y a implicarme en temas de justicia social. Eso no cambia por estar en un grupo. Al contrario, hemos intentado utilizar de forma responsable la plataforma que nos ha dado la fama. No hay nada m¨¢s gratificante que ayudar a la gente".
"Conozco a Bono, es un esp¨¦cimen incre¨ªble. S¨®lo lo que hace f¨ªsicamente para desplazarse por todo el planeta me parece extraordinario. Y s¨¦ que es consciente de que la gente est¨¢ harta de verle en todos los saraos. ?l mismo me lo confes¨®, pero tambi¨¦n es cierto que monetariamente Bono ha hecho muchas m¨¢s cosas por algunos pa¨ªses y causas que muchos Gobiernos. Yo le admiro, pero no quiero imitarle, no tengo esa energ¨ªa. Me limito a hacer lo que est¨¢ dentro de mis posibilidades mientras me garantizo la capacidad de poder seguir dedic¨¢ndome a la m¨²sica. Adem¨¢s, hay que escoger muy bien tus batallas porque nunca se sabe cu¨¢nto tiempo vas a estar peleando por una causa". Y remacha: "Ahora soy padre, as¨ª que lo ¨²nico que puedo hacer es mirar hacia delante".
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