"Los nazis eran seres humanos, ¨¦se es el problema"
Himmler. No imagina uno persona peor. Jefe de la Gestapo y de las SS, ministro del Interior de la Alemania nazi, comisario ¨¦tnico y organizador de la Soluci¨®n Final, el exterminio de los jud¨ªos. A escribir su biograf¨ªa, sumergi¨¦ndose en sus cr¨ªmenes, sus extravagancias y su infecta alma, se ha entregado durante a?os el historiador alem¨¢n Peter Longerich (Krefeld, 1955). El resultado es un libro monumental (Heinrich Himmler, RBA) que radiograf¨ªa como nunca la acci¨®n pol¨ªtica, la carrera asesina y la compleja psicolog¨ªa del siniestro personaje, ofreciendo a un tiempo una de las m¨¢s preclaras descripciones de c¨®mo se desarroll¨® en el seno del gobierno hitleriano la cadena de decisiones y circunstancias que condujeron al Holocausto. No parece que a Longerich le haya afectado excesivamente la larga convivencia con Himmler: es una persona simp¨¢tica y agradable (aunque se deja invitar a la comida) y, de hecho, al acabar de escribir sobre el Reichsf¨¹hrer-SS, en vez de salir corriendo en direcci¨®n contraria, se puso a hacerlo sobre Goebbels, que es como ir de un basilisco a otro.
"para Himmler, o dominabas o te dominaban. no tuvo amistad con hitler"
"Himmler ten¨ªa problemas psicol¨®gicos, pero no era una lun¨¢tico"
Director del Centro de Investigaci¨®n sobre el Holocausto e Historia del Siglo XX en Royal Holloway (Universidad de Londres), donde trabaja con otro de los grandes especialistas en el III Reich, el historiador brit¨¢nico David Cesarini (autor de la biograf¨ªa de referencia sobre Eichmann: lo que han de disfrutar los dos estudiosos yendo de copas juntos), Longerich hace m¨¢s que escribir y ense?ar sobre el nazismo: tuvo un activo papel como testigo en el proceso que signific¨® el descr¨¦dito de David Irving, documentando la responsabilidad absoluta de Hitler en las pol¨ªticas de exterminio, y adem¨¢s ha colaborado en la lucha contra los neonazis y el negacionismo, una actividad sobre la que pide discreci¨®n. La cita con el profesor es en su despacho en Royal Holloway, Egham, un college de lo m¨¢s brit¨¢nico cuyo edificio principal, de ¨¦poca victoriana e inspirado extravagantemente en el Ch?teau de Chambord, recuerda la Escuela Hogwarts de Harry Potter.
Cuando Longerich llega lo esperan en la puerta, adem¨¢s del periodista, dos jovencitas que le entregan entre t¨ªmidas risitas un trabajo sobre el Mein Kampf. Aunque quien firma estas l¨ªneas encuentra que el despacho es ideal para la entrevista -en las estanter¨ªas reposan The Waffen SS, de Geschichte, y la voluminosa Enzyklopadie des Holocaust, por no hablar de que por la ventana pueden verse entre los ¨¢rboles dos altas chimeneas de ladrillo (resulta que son de las viejas cocinas del colegio, pero es imposible no pensar en referentes m¨¢s siniestros)-, el historiador decide que vayamos a comer en su coche a un peque?o restaurante especializado en pescado en Egham. Longerich encarga para los dos sopa de marisco y lenguado al lim¨®n. ?l come con gusto. Despu¨¦s de tanto tiempo, Himmler no le quita el apetito.
Mire, por buscarle un pero a su magn¨ªfico libro: no menciona la visita de Himmler al monasterio de Montserrat. No s¨¦ que opinar¨¢n los monjes...
Es cierto. Pero no es un libro pensado espec¨ªficamente para el lector espa?ol.
S¨ª que habla de la posible mediaci¨®n de Serrano S¨²?er para que Himmler hiciera llegar propuestas de paz a los brit¨¢nicos al final de la Guerra Mundial.
S¨ª, en la documentaci¨®n alemana consta que ofreci¨® sus servicios, pero no tengo idea de qu¨¦ hab¨ªa detr¨¢s. No s¨¦ qu¨¦ podr¨ªan encontrar ustedes sobre el particular en sus archivos. No hace mucho, aqu¨ª, en Gran Breta?a, apareci¨® esa nota de Churchill: "Mensaje de Himmler destruido por m¨ª". Quiz¨¢ encaja con lo de Serrano S¨²?er.
?ste es su octavo libro.
As¨ª es, y he terminado en agosto el siguiente, la biograf¨ªa de Goebbels, que aparecer¨¢ en un mes.
?Qui¨¦n cree que es m¨¢s interesante, Goebbels o Himmler?
Son tan diferentes... Los historiadores suelen buscar el nazi ideal, la personalidad que m¨¢s se ajusta al arquetipo. Mi idea, que transmito en ambos libros, es que el secreto del ¨¦xito de los nazis fue su capacidad para poner en el lugar exacto a la persona adecuada, desde su punto de vista. Himmler, con su personalidad taimada y sigilosa, se convirti¨® en jefe de seguridad; el extrovertido y mundano Goebbels, en jefe de propaganda. Uno no tiene vida sexual casi, para el otro el sexo es muy placentero. En realidad no puedes decir que haya un nazi ideal, uno que los represente a todos. Creo que ahora, cuando se pueda leer la biograf¨ªa de Goebbels, ser¨¢ interesante hacer comparaciones. La idea es usar estas figuras no s¨®lo para explicar sus vidas, sino para introducirse en ¨¢reas oscuras de los nazis, de las pol¨ªticas del Holocausto, por ejemplo. Las biograf¨ªas abren un nuevo acceso a la historia del III Reich, porque es una ¨¦poca en la que el poder pol¨ªtico estaba extremadamente personalizado. Himmler ten¨ªa tantas funciones diferentes, polic¨ªa, asentamientos, pol¨ªtica racial, Waffen SS... La clave de su ¨¦xito es que consigui¨® mantener todas esas cosas juntas en una organizaci¨®n bajo el paraguas de las SS. Lo mismo puede decirse de Goebbels, combinaba las competencias de propaganda, pero tambi¨¦n de organizaci¨®n del partido en Berl¨ªn, tareas culturales, militares... Esta gente se construy¨®, despiadadamente, peque?os imperios, cuyo mejor acceso es a trav¨¦s de las biograf¨ªas.
Eran gente bastante competente en lo suyo. En fin, no entienda esto como un elogio.
Competente... Bueno, eran las personas estupendas para esas tareas, dicho, claro, con iron¨ªa.
La verdad es que hay bastante iron¨ªa en su libro sobre Himmler. Y cierto sentido del humor, muy de agradecer visto lo siniestro de la materia. De hecho, si me permite, a veces parece usted m¨¢s brit¨¢nico que alem¨¢n.
Me gusta la iron¨ªa brit¨¢nica.
?No cree que hay algo, no s¨¦, la palabra resulta tan inadecuada, pero s¨ª, c¨®mico, en Himmler? Quiz¨¢ grotesco sea mejor.
Aj¨¢.
Una extra?a combinaci¨®n de crueldad y estupidez.
No soy psic¨®logo, pero para entender a estos tipos necesitas cierto enfoque psicol¨®gico. Recab¨¦ consejo profesional y utilic¨¦ literatura est¨¢ndar del tema. Los psic¨®logos me introdujeron en esa idea de que Himmler sufr¨ªa trastorno de vinculaci¨®n. Ten¨ªa una gran inmadurez emocional. Estaba emocionalmente subdesarrollado. No entend¨ªa las relaciones interpersonales. No sab¨ªa c¨®mo canalizar su inter¨¦s por la amistad o por las mujeres, buscaba algo que no sab¨ªa exactamente qu¨¦ era. Eso puede explicar su atracci¨®n por la figura del militar y su idealizaci¨®n de ella. Es muy tentador en una biograf¨ªa decir: ¨¦sta es la raz¨®n de que esta persona fuera como era. Era inseguro en sus relaciones personales y desarroll¨® estrategias para superar esas dificultades. Ten¨ªa dos caras diferentes y para la gente era dif¨ªcil saber cu¨¢l era la real. Esa personalidad dual, fr¨ªo y jovial, inseguro y duro...
Su reacci¨®n ante la realidad de los campos de exterminio, ante la visi¨®n de los asesinatos no era, dice usted, pusil¨¢nime. No parece que la confrontaci¨®n con la muerte violenta le provocara ning¨²n 'shock'. Tras ver funcionar las c¨¢maras de gas de Auschwitz se tom¨® unos vinitos. S¨ª. Hay ese famoso caso en Minsk. Alguien me pregunt¨® en una conferencia sobre ¨¦l. Aquello de que no pudo aguantar ser testigo de la matanza y se puso enfermo. Es una historia inventada. Encontr¨¦ otra, de un oficial, que explicaba que estuvo muy fr¨ªo, e incluso dijo al ver que uno de los fusilados segu¨ªa vivo en la fosa...
"Teniente, disp¨¢rele a ¨¦se", s¨ª, est¨¢ en su libro. Es escalofriante.
Es mucho m¨¢s cre¨ªble. Himmler visit¨® lugares de ejecuci¨®n muchas veces -era un gran viajero-. Y estuvo comunicativo con sus hombres. Probablemente, pero esto, claro, es especulaci¨®n, sent¨ªa curiosidad sobre el hecho de matar. Hay otras historias acerca de que estaba interesado en los experimentos m¨¦dicos, en el imaginario de los cuerpos mortificados. Algunas cosas hacen pensar que era un s¨¢dico. No estoy seguro. Siempre insisti¨® mucho ante sus hombres en el concepto de decencia. En que se pod¨ªa matar decentemente. Es incre¨ªble cu¨¢ntas veces -lo he calculado con el ordenador- Himmler usaba en sus textos y discursos la palabra decencia. Escribi¨® a su novia que ten¨ªa problemas de est¨®mago precisamente, recalc¨®, porque era tan valiente y decente. Creo que le atra¨ªa la crueldad, pero lo importante en su personalidad, lo definitorio, era la obsesi¨®n por controlar sus emociones. Los sentimientos fuertes, el amor, el odio, el sadismo.
Es impresionante en el caso de Himmler la estrecha relaci¨®n entre psicolog¨ªa y pol¨ªtica.
La historia del III Reich es tan peculiar porque, aunque dur¨® relativamente poco, estuvo llena de cambios. Y esta gente, los l¨ªderes nazis, tuvieron una gran capacidad de maniobra, mucha libertad de acci¨®n. No se puede comparar a Himmler o a Goebbels con un primer ministro de Alemania de despu¨¦s de la guerra, o con un secretario de Estado de EE UU, porque el papel de ¨¦stos est¨¢ fijado por normas. Los nazis crearon sus propias posiciones. Es importante entender su psicolog¨ªa.
No eran monstruos.
No, ¨¦se es el asunto. Eran seres humanos. ?se es el problema. La vida de Himmler, al principio, su juventud, su ¨¦poca de estudiante en M¨²nich, es de lejos la de una persona normal, inofensiva.
Y un peculiar agitador y revolucionario que viv¨ªa en casa de sus padres.
S¨ª. Era de una familia de clase media cat¨®lica y estaba sobreprotegido. Ten¨ªa buenas relaciones con su padre, hablaba de sus dudas de fe con ¨¦l. Era una familia, en buena medida, intacta. Por eso no estoy de acuerdo con cierta idea general de que la personalidad de Himmler se debe al conflicto con su padre. He tenido que luchar con esa concepci¨®n err¨®nea. Ese conflicto no existi¨®.
?Qu¨¦ percepci¨®n hay en Alemania en general de Himmler? Debe de ser dif¨ªcil asumir que un tipo as¨ª fuera un compatriota.
En general, en Alemania la gente encuentra dif¨ªcil entender al personaje. Es un terrible asesino de masas y resulta complicado acerc¨¢rsele. Es una figura tab¨². Otros nazis, Goebbels o Goering... la gente los encuentra m¨¢s accesibles. Algunos han querido verlo como un exc¨¦ntrico. Mi intenci¨®n ha sido presentarlo como normal. Ten¨ªa problemas psicol¨®gicos, pero no era un lun¨¢tico.
Bueno, hay algunos componentes de su personalidad que son extra?os, por decirlo suave. Sus obsesiones con minucias y ocultismos.
Ten¨ªa muchos intereses diferentes al mismo tiempo. Para nosotros es el organizador del Holocausto y el arquitecto del genocidio, pero, psicol¨®gicamente, para ¨¦l, todas sus tareas ten¨ªan importancia y las hac¨ªa una detr¨¢s de la otra. Y una de ellas era eliminar a los enemigos del Reich. En su rutina diaria no significaba algo muy especial. Y, de hecho, en un momento anot¨®: "Ya est¨¢, acabado", con respecto a la cuesti¨®n jud¨ªa.
Bueno, ?y no es eso una marca de locura, pensar que era tan importante matar a los jud¨ªos como determinar los mejores cultivos para Ucrania, imponer los l¨ªmites de velocidad o decidir las insignias de los musulmanes de las Waffen SS?
Podemos ver esa locura, quiz¨¢, pero para ¨¦l era perfectamente normal hacer lo que hac¨ªa.
Himmler ten¨ªa esa misma sensaci¨®n de abrumadora responsabilidad, de exceso de tarea ingrata no reconocida, que expresan el comandante de Auschwitz Rudolf H?ss o el de Treblinka Franz Stangl. Demasiado trabajo. Tambi¨¦n lo deploran los jefes de Einsatzgruppen.
S¨ª, matar como trabajo.
Himmler trat¨® de involucrar a otros miembros del partido y a las Fuerzas Armadas en el Holocausto.
Cierto, por un lado, dio pasos para convertirlos en c¨®mplices. Pero, por otro, consideraba que el genocidio formaba parte de la historia que no deb¨ªa ser escrita. Era un secreto abierto. Hab¨ªa una doble medida. Todo el asunto, si es l¨ªcito matar gente, si debes ser fiel a tu mujer... la moralidad de ese individuo, Himmler, es t¨ªpica de la doble moral del peque?o burgu¨¦s.
?Hay una lecci¨®n moral en todo eso que podamos extraer?
Si estudias la historia de los perpetradores descubres que proced¨ªan de muy diferentes pasados. No hay una manera t¨ªpica, un camino ¨²nico de convertirse en genocida. Todos tenemos la capacidad y el peligro de serlo. Observando a los nazis no puedes identificar un sector de la sociedad del que provengan los asesinos.
En el libro s¨®lo menciona usted un caso en el que Himmler maltratara a alguien con sus propias manos, un solo caso de crueldad directa, personal.
S¨ª, con el autor del intento de asesinato de Hitler en la cervecer¨ªa Burgerbrau de M¨²nich, Georg Elser, le interrog¨® y le peg¨®.
?Hay otros casos?
No.
Es extra?o que no tratara de ver qu¨¦ se sent¨ªa matando, visto su temperamento. Era muy f¨¢cil cargarse a un preso en un campo o a un jud¨ªo durante una matanza colectiva. Se lo imped¨ªa probablemente esa idea recurrente suya de matar ordenadamente, decentemente. ?l estaba en un nivel de mando, era una labor profesional. Como jefe no deb¨ªa intervenir. El mando no actuaba personalmente en las ejecuciones.
?Cree que ten¨ªa una curiosidad personal en la experiencia de matar?
Quer¨ªa mirar. Igual que quiso ver experimentos m¨¦dicos con humanos.
No hemos hablado de la contradicci¨®n entre su apariencia f¨ªsica y el ideal ario que defend¨ªa.
Su educaci¨®n se centraba en la idea de autocontrol. Controlar las emociones te hace fuerte y te permite ganar poder. Himmler bailaba, tom¨® lecciones de baile, no fue muy bueno en deportes, pero los practicaba, jujutso, pesas, esgrima.
Con sus rasgos no ofrec¨ªa exactamente el gran ejemplo de pureza racial.
No, y se hac¨ªan bromas sobre ello en las SS. Algo que he querido dejar bien claro en el libro es el sinsentido y el caos de toda la pol¨ªtica de la raza en el III Reich.
?Hasta qu¨¦ punto el ¨¦xito de Himmler fue producto de la suerte o de sus... vamos a llamarles virtudes? Al final reuni¨® tanto poder...
Ejerci¨® diferentes papeles en distintas ¨¢reas. Ten¨ªa una extraordinaria capacidad de adaptaci¨®n. Al final de la guerra se ve¨ªa en la posici¨®n de negociador con sus grandes redes de informaci¨®n, seguridad y espionaje en toda Europa. Ten¨ªa tambi¨¦n a los prisioneros de los campos para negociar.
En varios asuntos fracas¨®.
Cierto, como comandante militar, en la creaci¨®n de empresas de armamento, en su lucha contra los movimientos de resistencia europeos... Y las divisiones SS de extranjeros tampoco dieron un gran resultado.
En la cuesti¨®n jud¨ªa, en cambio, fue un hacha, si me permite la expresi¨®n.
Era m¨¢s f¨¢cil para ¨¦l destruir que crear.
Ten¨ªa buen olfato para escoger colaboradores. Gente tan mala como ¨¦l: Dirlewanger o Globocnik. Olfateaba sus debilidades y los utilizaba.
Se equivoc¨® con algunas personas d¨¢ndoles seg¨²n qu¨¦ tareas. Pero les manipulaba muy bien y le eran muy leales.
Hay una especie de gran agujero negro en el libro que es Hitler. No se habla apenas de la relaci¨®n personal de Himmler con ¨¦l.
Su relaci¨®n con Hitler es fr¨ªa y calculada. Himmler entra en el movimiento nazi por R?hm.
Que es como decir que apuesta por el caballo perdedor.
Exacto. Inicialmente, no le convenci¨® nada la lectura del Mein Kampf. Pero percibi¨® que Hitler era la autoridad absoluta en el partido. De todas formas, nunca lleg¨® a tener una relaci¨®n tan colorista y c¨¢lida como Goebbels. No percib¨ªa el carisma de Hitler. Pero como pol¨ªtico no era capaz de imaginar su papel sin Hitler. Su posici¨®n era dependiente de ¨¦l.
Pero no hab¨ªa seducci¨®n, como en Speer. Ni amistad.
No. Himmler no pod¨ªa establecer amistad en los t¨¦rminos en los que lo hac¨ªa Hitler. Para Himmler, o dominabas o te dominaban. Sus, digamos, amigos personales eran siempre diez a?os mayores que ¨¦l. Eran figuras paternales.
No hay en el libro momentos de intimidad con Hitler.
No existieron. Contactos, s¨ª, cantidad. Recib¨ªa ¨®rdenes. Goebbels, en cambio, conversaba mucho. Pero pi¨¦nselo: ?usted, de ser Hitler, habr¨ªa querido pasar las veladas con Himmler?
Me parece que no. ?Qu¨¦ opina del final, de la traici¨®n del fiel Heinrich?
No creo que pueda hablarse de traici¨®n. Himmler simplemente pensaba que Hitler era incapaz de actuar y que ¨¦l era el adecuado para negociar con los Aliados.
?No cree que en alg¨²n momento su biograf¨ªa pueda inducir a pensar que Himmler actu¨® muy independientemente en el Holocausto? S¨¦ que, desde luego, ¨¦sa no es su opini¨®n.
He escrito otro libro, La orden no escrita, sobre la responsabilidad de Hitler. Puede parecer que cuando Himmler toma iniciativas hace cosas que van m¨¢s all¨¢ de las ¨®rdenes. Pero cualquier actuaci¨®n sigue a un est¨ªmulo emanado desde Hitler.
?Qu¨¦ hay del aspecto sexual de Himmler? Fue virgen hasta los 27 a?os, eso ha de marcar.
S¨ª. Su voyeurismo y su miedo a la homosexualidad -le preocupaba un exceso de virilidad en las SS- hacen pensar en un subdesarrollo sexual.
No hemos hablado del ocultismo, H?rbiger, la Ahnenerbe...
No creo que sea clave para entender a Himmler. Se puede considerar una parte privada que, adem¨¢s, no le gustaba a Hitler, as¨ª que ¨¦l tend¨ªa a no airearlo mucho. Trabaj¨® en el desarrollo de esa religi¨®n alternativa, pero no lleg¨® a una conclusi¨®n definitiva. Pens¨® que hay cosas que no se pueden explicar racionalmente. Aunque hab¨ªa una parte pr¨¢ctica, como lo de encontrar o recuperar la supuesta arma misteriosa de los germanos, "el¨¦ctrica".
El martillo de Thor.
Eso.
Hay un aspecto curioso de Himmler que es su capacidad como dise?ador. Es el responsable de parte de la iconograf¨ªa de las SS, a la que no puede neg¨¢rsele ¨¦xito.
S¨ª, pero en relaci¨®n con lo otro coincidir¨¢ en que es un aspecto menor.
Su libro aporta una visi¨®n muy clara sobre el proceso de decisi¨®n del Holocausto.
Fue un largo proceso. La ¨²ltima decisi¨®n es en la primavera del 42. Si miras lo que Himmler hizo en los siguientes seis meses, puedes ver que el inicio del Holocausto es parte de un concepto m¨¢s amplio y que las decisiones clave se toman escalonadamente.
?Hay algo irreductible en Himmler, alg¨²n misterio a¨²n para usted?
Esa obsesi¨®n por controlar sus sentimientos. Al principio, el Himmler personal aparece en sus cartas y diarios, pero luego se esconde en su vida oficial.
No hay un mito Himmler.
Por su final. Cab¨ªa esperar que muriera en combate o que afrontara su responsabilidad en los tribunales. Pero trat¨® de desaparecer disfraz¨¢ndose de sargento. ?sa es la raz¨®n, probablemente. Tampoco hay un mito Goering, ni Goebbels, al ¨²nico que han mitificado los neonazis es a Rudolf Hess, porque pueden imaginarlo como v¨ªctima. Y a Hitler, claro.
Las entra?as del monstruo
Peter Longerich
Naci¨® en Krefeld (Alemania) en 1955. Es historiador de la Universidad de Londres y uno de los m¨¢s relevantes investigadores del Holocausto. Ha colaborado en la lucha contra los neonazis y el negacionismo. Y ha trazado una magistral biograf¨ªa de Heinrich Himmler (en la imagen), jefe de la Gestapo y las SS, uno de los peores criminales de la Alemania nazi.
Para elaborar este libro monumental, Longerich ha consultado m¨¢s material biogr¨¢fico que ning¨²n otro bi¨®grafo de un nacionalsocialista. Desde el diario ¨ªntimo de Himmler hasta su correspondencia con amigos y familiares.
As¨ª fue como el historiador alem¨¢n se adentr¨® como nadie hasta ahora en la psique de una persona con "rasgos
de car¨¢cter anormales".
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