El fen¨®meno Ahmadineyad
El presidente de Ir¨¢n es una mezcla de perversidad e ingenuidad. Tras el fraude electoral del 12 de junio ha prometido un enriquecimiento multidimensional: de las provincias, de los pobres y, sobre todo, de uranio
Ahmadineyad es un fen¨®meno extra?o y a la vez conocido. Para muchos, su conducta recuerda a la conducta ofensiva de un joven miliciano basiy¨ª que est¨¢ armado y humilla a los ciudadanos de tal forma que estos terminan siendo incapaces de entender su entorno. Su dignidad social, su valor cultural, su personalidad y hasta su gusto quedan aplastados. Se viola su vida privada, mientras el aparato propagand¨ªstico sigue pregonando que deben estar agradecidos porque en su pa¨ªs ha sucedido "este milagro del tercer milenio". Ahmadineyad moviliza a los m¨¢rgenes para fortalecer el centro. Hace correr a los necesitados detr¨¢s de su coche; y ellos corren, levantan el polvo y dan empujones al resto de los transe¨²ntes. Ahmadineyad es del linaje de los sultanes que siempre estaban de yihad. Como ellos, vac¨ªa el tesoro del centro, no con el fin de construir las zonas fronterizas, sino para reconquistarlas y que le rindan pleites¨ªa. Es un ingeniero del sistema, pero no de los ingenieros que al principio de la revoluci¨®n estuvieron al servicio de los mullahs para la reconstrucci¨®n del pa¨ªs y que exhibieron el milagro de la uni¨®n de la fe con la t¨¦cnica. Al principio, la t¨¦cnica estaba al servicio de la fe. En el caso de Ahmadineyad, la misma fe es algo t¨¦cnico. Se trata de una suerte de vidente que ha llegado a ser doctor e ingeniero. En su mentalidad, el genio est¨¢ en el mismo lugar que el ¨¢tomo, el milagro en el de la centrifugadora, la asunci¨®n al cielo en el del misil. Ahmadineyad imparte clases a todo el mundo. Es el sabelotodo de nuestra ¨¦poca; incluso da clases de teolog¨ªa en nuestro Parlamento clerical. Juega a ser m¨¢s papista que el Papa.
Es el sabelotodo de nuestra ¨¦poca; incluso da clases de teolog¨ªa al Parlamento clerical
El sistema quiere apartar a las capas medias de las grandes ciudades con su programa de gobierno
Ahmadineyad es una mezcla de perversidad e ingenuidad. Re¨²ne nuestras peores caracter¨ªsticas culturales y por eso nos parece tan familiar: miente con sinceridad; exagera; es astuto y cree que cuando est¨¢ en un apuro puede usar esa astucia. En todos nosotros existe algo de Ahmadineyad y cuando hablamos con resentimiento de nuestro atraso, expresamos nuestro odio hacia esa parte de nuestro ser, pero cuando fanfarroneamos y nos vanagloriamos sin motivo, mostramos nuestra parte de Ahmadineyad. Ahmadineyad es un humillado que humilla. Est¨¢ lleno de odio, pero su autoestima es tan grande que, cuando se da cuenta de este odio, piensa que est¨¢ ungido para salvarse de la oscuridad.
Ahmadineyad es el representante de una tradici¨®n que ha mutado al modernismo. Es el s¨ªmbolo de nuestro atraso moderno y de nuestra modernidad atrasada. ?l es el que anuncia nuestra quiebra cultural. Tambi¨¦n es el signo de nuestra falta de seriedad. Cuando en Qom dijo que ante la Asamblea de la ONU se hab¨ªa sentido envuelto por un halo, los cl¨¦rigos deber¨ªan haberlo tomado en serio, deber¨ªan haber arrojado los turbantes al suelo, haberle arrancado su ropa a trozos y hab¨¦rselos llevado como reliquia. Cuando habl¨® de que se pod¨ªa producir energ¨ªa nuclear en la cocina, deber¨ªan haber cerrado todas las escuelas y universidades, haber puesto un cartel en la entrada del Ministerio de Educaci¨®n que dijera "cerrado hasta nuevo aviso" y los maestros, avergonzados, no deber¨ªan haber vuelto a aparecer en p¨²blico.
Ahmadineyad es uno de nosotros. Sus partidarios tambi¨¦n son nuestros paisanos. No hay tanta diferencia entre Ahmadineyad y algunos de los l¨ªderes de la oposici¨®n. Existe algo de ahmadineyadismo incluso en la intelectualidad iran¨ª, cuando dice tonter¨ªas y que, falta de toda seriedad, se presenta como seria. Desde hace mucho tiempo se ha filtrado en la izquierda radical de Ir¨¢n un ahmadineyadismo sin religi¨®n, o con una religi¨®n que tiene un lenguaje y unas normas diferentes. Todos los generales de la oposici¨®n iran¨ª radicada en Los ?ngeles tienen un poco de Ahmadineyad. Ahmadineyad es como el sah Reza, pero con prejuicios religiosos, y, por cierto, un sah Reza de los primeros tiempos.
Ahmadineyad representa el aspecto populista de la Rep¨²blica Isl¨¢mica, el aspecto que la mayor¨ªa de sus cr¨ªticos no percibe porque todav¨ªa no han pasado de la cr¨ªtica del gobierno a la cr¨ªtica de la sociedad, porque ignoran las connivencias entre el gobierno y la sociedad. Ahora todo se explica a base del fraude y el golpe de Estado. Ha ocurrido un fraude cuyas dimensiones a¨²n desconocemos. Para no hacer caso omiso de la fuerza populista fascista es preciso no analizarlo todo a base del fraude y el golpe de Estado. Si Ahmadineyad s¨®lo hubiese ganado un mill¨®n de votos, nos bastar¨ªa para tomar en serio las ra¨ªces sociales del fascismo religioso.
El movimiento anterior al 12 de junio provoc¨® el movimiento posterior al 12 de junio. El 12 de junio por la noche se produjo un giro radical; un giro de la esperanza a la ira, del deseo a la frustraci¨®n. Una gran parte de los iran¨ªes, en especial la clase media urbana, hab¨ªa puesto todas sus esperanzas en las elecciones; imaginaban que existir¨ªa la posibilidad de que el sistema empezara una interacci¨®n constructiva con ellos; supon¨ªan que hab¨ªa una posibilidad de retirar a Ahmadineyad como el s¨ªmbolo pol¨ªtico que, con su populismo, con su ascetismo fingido y su direcci¨®n totalitaria y destructora, ofende y molesta a la existencia y el conocimiento ciudadano... Me refiero precisamente a las capas medias de las grandes ciudades y en especial a los j¨®venes cultos y profesionales. El sistema quiere apartarlos y humillarlos a trav¨¦s de sus programas econ¨®micos y sociales, su procedimiento de contrataci¨®n de funcionarios, su cultura y sus gustos est¨¦ticos. Desde el punto de vista de esta clase, Ahmadineyad es un menospreciado que los menosprecia. La resistencia contra este menosprecio es la que levant¨® el movimiento contra su menospreciada persona.
De todas formas, fuera cual fuera la cantidad de votos que obtuvo, Ahmadineyad fue declarado como ganador de las elecciones. Era obvio que el sistema lo apoyar¨ªa. ?l permite que el sistema funcione y el sistema conf¨ªa en ¨¦l. El l¨ªder supremo se convirti¨® en un verdadero l¨ªder durante su mandato. Cuanto m¨¢s peque?os sean quienes est¨¢n alrededor del l¨ªder, m¨¢s grande y m¨¢s supremo ser¨¢ ¨¦l. La supremac¨ªa del l¨ªder casa muy bien con la inferioridad del presidente. Los militares consideran ¨®ptimo este nuevo orden. Est¨¢n satisfechos. La comitiva tambi¨¦n ve su puesto y su gloria a buen recaudo.
Quiz¨¢ piensen que podr¨¢n solucionar el resto de los problemas con la fuerza y el dinero. Reprimen a los opositores, advierten a los cr¨ªticos del c¨ªrculo del poder que no sobrepasen los l¨ªmites y que dediquen su tiempo a la mortificaci¨®n de la carne. Los cl¨¦rigos salieron gloriosos de la prueba de los ¨²ltimos acontecimientos. Dos o tres protestaron, el resto se mantuvo en silencio. No dieron la espalda a su amo. No se esperaba otra cosa de su religi¨®n y as¨ª lograron sobrevivir. Al pueblo le prometen un enriquecimiento multidimensional: enriquecimiento de las provincias, enriquecimiento de los pobres y enriquecimiento de uranio.
Durante el primer periodo presidencial de Ahmadineyad, el alza del precio del petr¨®leo evit¨® una clara quiebra econ¨®mica, pero en este nuevo periodo es posible que no ocurra un milagro similar y que el populismo del enriquecimiento se limite al uranio. Cuanto m¨¢s se sienta en peligro el r¨¦gimen, m¨¢s se interesar¨¢ por el uranio. Se dice que el l¨ªder ha llegado a una conclusi¨®n nuclear sobe la derrota de Sadam Husein. Teniendo en cuenta su mentalidad, da la impresi¨®n de que hubiera dicho: "Si Sadam Husein hubiera tenido la bomba at¨®mica, el enemigo no lo hubiera derrocado".
Ahora toda la ideolog¨ªa del r¨¦gimen se centra en el enriquecimiento. El enriquecimiento es el remedio de los oprimidos y un obst¨¢culo ante los opresores. El r¨¦gimen quiere enriquecer nuestra fe, nuestro bolsillo y nuestro arsenal. Hay que hacerle frente con un programa para la libertad, la justicia, la paz y la protecci¨®n del medio ambiente. Nuestro desconocimiento y retroceso cultural ayuda a este populismo del enriquecimiento. Al preguntarles a los campesinos que viven alrededor de la planta de agua pesada de Arak para qu¨¦ sirve esta planta, yo mismo o¨ª que contestaban: "Produce un agua que es muy buena para la agricultura, porque est¨¢ condensada".
Mohammad-Reza Nikfar, periodista iran¨ª, trabaja en la Deutsche Welle. Traducci¨®n de Al¨ª Akbar Falahi.
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