A clase hasta los 18, quieras o no
Varios pa¨ªses han aumentado la escolarizaci¨®n obligatoria para luchar contra el abandono escolar - Para muchos, obligar a estudiar a alumnos casi adultos es ineficaz, inviable y contraproducente - Para otros, mejora su perspectiva laboral
La cohesi¨®n social, la igualdad de oportunidades y la justicia han sido los motores cl¨¢sicos para intentar que cada persona, cada joven estudie lo m¨¢ximo posible. A este argumento se le fue uniendo otro que apela m¨¢s a la rentabilidad colectiva: el crecimiento econ¨®mico en la sociedad del conocimiento requiere una poblaci¨®n cada vez m¨¢s formada. La mezcla de ambos es una obsesi¨®n en los pa¨ªses desarrollados, que buscan f¨®rmulas para erradicar o, al menos, mitigar el principal obst¨¢culo: el n¨²mero de chavales que dejan de estudiar tras la escolarizaci¨®n obligatoria -muchos ni siquiera consiguen obtener el t¨ªtulo m¨¢s b¨¢sico-. Si les ocurre a pa¨ªses como Reino Unido o Francia (con un 13% de abandonos) mucho m¨¢s a Espa?a (con m¨¢s del 30%).
"Los 'forzados' complicar¨ªan la vida en las escuelas", dice un profesor
En Espa?a es imperativo hasta los 16; Gabilondo ha sugerido elevarlo
En Alemania y B¨¦lgica deben estar dos a?os m¨¢s a tiempo parcial
"Los problemas ser¨ªan menores que los beneficios", contesta otro
Antes de hablar de ello hay que reducir la cifra de abandono, reclama STES
La idea suena bien a quien teme el coste pol¨ªtico del paro, asegura un experto
Mejorar la calidad de la ense?anza con m¨¢s medios, ofrecer otras v¨ªas de escolarizaci¨®n y de reenganche para los que abandonaron e, incluso, pagar a los m¨¢s pobres, con mayor riesgo de exclusi¨®n, para que sigan estudiando son algunas de las estrategias posibles. Pero hay una que c¨ªclicamente se coloca sobre la mesa, que consiste en obligarles a que est¨¦n m¨¢s tiempo en el sistema, es decir, aumentar la edad de escolarizaci¨®n obligatoria, que en Espa?a est¨¢ en los 16 a?os.
Esta idea es para algunos una aut¨¦ntica locura por inviable, ineficaz y contraproducente. Obligar a permanecer en las aulas a j¨®venes de 16 y 17 a?os que no quieren estar en ellas provocar¨ªa graves problemas en las aulas y ni siquiera ser¨ªa beneficioso para ellos, opinan expertos como el catedr¨¢tico de la Universidad Complutense de Madrid Julio Caraba?a. Para otros, como el profesor de la Universidad de Barcelona Francesc Ravent¨®s, aunque causase "problemas menores", tambi¨¦n puede ayudar a "resolver problemas mayores", como esa alarmante cifra de abandono escolar. Y recuerda que ese aumento hasta los 18 a?os ya se ha llevado a cabo en pa¨ªses como Alemania, B¨¦lgica u Holanda. Tambi¨¦n en un buen n¨²mero de Estados de EE UU, Hungr¨ªa Polonia e Israel. Otros pa¨ªses, como Portugal o Reino Unido, planean hacerlo.
En Espa?a, el ministro de Educaci¨®n, ?ngel Gabilondo, volvi¨® a abrir la espita del debate la semana pasada, al sugerir la posibilidad de aumentar de los 16 a los 18 a?os la edad de escolarizaci¨®n obligatoria. Fuera una propuesta, un deseo o una llamada a la reflexi¨®n -como apunt¨® la secretaria de Estado de Educaci¨®n, Eva Almunia- sus palabras plantean una vez m¨¢s si realmente debemos obligar a los chicos a seguir en la escuela aunque no quieran.
El profesor de la Universidad de Toronto Philip Oreopoulos se plantea esa duda en un reciente estudio. Tras analizar las subidas de la edad de escolarizaci¨®n obligatoria que han hecho muchos Estados de EE UU (en 28 de ellos, la edad m¨ªnima est¨¢ en 17 o 18 a?os), se responde a s¨ª mismo, como Ravent¨®s: "Da m¨¢s beneficios que problemas", sobre todo si "va acompa?ada por esfuerzos para hacer que esos a?os extra sean m¨¢s productivos y aceptables para aquellos que realmente no quieren estar en la escuela", dice por correo electr¨®nico. Oreopoulos calcul¨® en su trabajo que un a?o m¨¢s de escolarizaci¨®n obligatoria aumenta de media un 10% la riqueza que obtendr¨¢ una persona a lo largo de su vida, que las tasas de abandono escolar caer¨¢n un 1,4% y las de matriculaci¨®n en la escolarizaci¨®n posobligatoria subir¨¢n un 1,5%.
Pero no todo en la vida es estad¨ªstica y, ¨¦sta, adem¨¢s, es muy discutible, seg¨²n Julio Caraba?a. Los datos son tan interpretables que las predicciones se convierten en muy d¨¦biles, asegura. Adem¨¢s, como admite el propio Oreopoulos, el hecho de que chavales que no quieren permanecer est¨¦n m¨¢s tiempo en la escuela no significa que vayan a aprender algo. "Se puede escolarizar obligatoriamente a los ni?os, pero no a los adultos. Si fuera posible, ser¨ªa contraproducente: los forzados complicar¨ªan la vida en las escuelas. Y aun cuando no fuera contraproducente, ser¨ªa est¨¦ril: los forzados no ganar¨ªan nada, y mucho menos la econom¨ªa", dice Caraba?a. Sin embargo, Oreopoulos sostiene que hay una parte de alumnos que abandonan, no tanto porque est¨¦n hartos de la escuela, sino porque se dejan arrastrar por su entorno y por lo que llama una visi¨®n miope, es decir, que las ventajas laborales de la educaci¨®n quedan tan lejos en el tiempo que no se ven. A estos j¨®venes s¨ª les beneficiar¨ªa m¨¢s tiempo de escolarizaci¨®n, asegura.
Pero, por beneficioso que pueda ser, la cuesti¨®n sigue tocando temas muy delicados de libertad individual. "?Hasta qu¨¦ punto tiene la sociedad derecho a obligar a una persona a permanecer escolarizada hasta los 18 a?os? Por muy importante que sea el conocimiento y por muy beneficiosa que pueda (y digo pueda) resultar la educaci¨®n, no debemos olvidar que estamos hablando de una forma de institucionalizaci¨®n, de internamiento forzoso a tiempo parcial", dice el catedr¨¢tico de la Universidad de Salamanca Mariano Fern¨¢ndez Enguita.
A¨²n echando en falta m¨¢s detalles sobre la idea que lanz¨® Gabilondo, padres y sindicatos como FETE-UGT y CC OO ven bien la posibilidad de subir la edad obligatoria, aunque otros m¨¢s peque?os como Anpe y Csif, no. Algunos empresarios de la ense?anza privada, como CECE, lo ven con buenos ojos, pero tampoco todos; la cat¨®lica FERE, principal representante de la educaci¨®n concertada en Espa?a, dijo que no le parece adecuado, aunque est¨¦ dispuesta a hablarlo en el marco del pacto educativo, como lo plante¨® Gabilondo. E incluso el PP dijo que no se opone de primeras, aunque no le parece prioritario.
"La idea puede sonar bien a quienes temen el coste pol¨ªtico del paro y no hay nada sorprendente en el contento de las asociaciones de padres, los sindicatos de profesores y la ense?anza privada", dice Fern¨¢ndez Enguita. "Sobre el papel es la bomba: calculando a ojo podr¨ªa ser un cuarto de mill¨®n de parados menos, hasta 300.000 alumnos nuevos y, en consecuencia, m¨¢s de 30.000 nuevas plazas de profesores, adem¨¢s de la gratuidad para la ense?anza privada en el tramo".
Lo que s¨ª dijo el ministro es que no se podr¨ªa hacer de un d¨ªa para otro y que el sistema educativo tendr¨ªa que ser mucho m¨¢s flexible de lo que es ahora, dando a los alumnos diferentes opciones de estudio y escolarizaci¨®n, algo en lo que coincide el trabajo de Oreopoulos. El profesor de Toronto pone el ejemplo de la provincia de Ontario (Canad¨¢), donde el aumento de la escolarizaci¨®n hasta los 18 se acompa?¨® de un aumento de los programas de FP y de oportunidades de aprobar cr¨¦ditos como aprendices en trabajos o tomando cursos en la universidad. Precisamente, el tiempo parcial es lo que imponen, como m¨ªnimo, entre los 16 y los 18 en Alemania, B¨¦lgica y Polonia. En EE UU, la mayor¨ªa de los Estados que han subido la edad obligatoria contemplan la posibilidad de eximir a los j¨®venes de 16 y 17 a?os que cuenten con el permiso familiar para dejar los estudios.
Ravent¨®s dice que Espa?a "no se puede permitir el lujo" de tener un 31% de abandono escolar temprano. El profesor dirigi¨® en 2005 junto a Joaquim Prats un estudio sobre los sistemas educativos europeos y admite que algunos pa¨ªses de los que han aumentado la obligatoriedad hasta los 18, como Alemania u Holanda, tienen en sus sistemas educativos serios problemas de equidad (los alumnos se separan muy j¨®venes en caminos estancos que les llevan a la FP o a la universidad), pero asegura que la forma en que esos pa¨ªses abordan sus problemas "les suele dar mejores resultados". Tambi¨¦n recuerda el gran retraso educativo que se produjo en Espa?a por el franquismo. Cuando se empez¨® a hablar en serio de obligatoriedad hasta los 18 a?os en Europa, a finales de los ochenta, Espa?a todav¨ªa ten¨ªa el tope en los 14 y poco despu¨¦s, en los noventa, fue cuando se aument¨® a los 16. "Pero en la medida que vamos rezagados, debemos hacer unos esfuerzos extra, y no los estamos haciendo", dice. Y remata que, por supuesto, elevar la escolarizaci¨®n obligatoria, aparte de m¨¢s recursos econ¨®micos y humanos, requerir¨ªa garantizar la autonom¨ªa de los centros, buenos profesores y buenos directores.
Los Sindicatos de Trabajadores de la Ense?anza (STES) tambi¨¦n se refieren a ese retraso, pero al contrario que Ravent¨®s, sostienen que el sistema a¨²n no se ha llegado a recuperar del todo del aumento de escolarizaci¨®n hasta los 16, por lo que sugiere hacer las cosas al rev¨¦s, es decir, mejorar primero lo que ya hay, reduciendo ese gran fracaso escolar, y empezar a hablar de aumentar la edad obligatoria. No ser¨ªa lo mismo obligar a seguir dos a?os a un 31% de chavales que potencialmente preferir¨ªan estar en otro lado, que a un 15%, que es la media de abandono en la UE. As¨ª, la medida m¨¢s ajustada del efecto que podr¨ªa tener la iniciativa en Espa?a la dar¨¢ Portugal (con un 36% de abandono) que quiere elevar la obligatoriedad a los 18 en 2012.
"Si lo que quieren es rellenar las estad¨ªsticas, que las llenen", insiste Caraba?a. Duda de las bondades de los programas de aprendices que existen en Alemania para esos alumnos a tiempo parcial y recalca: "De lo que se trata es de convencer a la gente, no de obligarles". La escolarizaci¨®n ha ido aumentando conforme ha crecido la demanda de educaci¨®n, dice, y es ah¨ª donde hay que actuar.
A Fern¨¢ndez Enguita una subida de la escolarizaci¨®n obligatoria le parecer¨ªa "una fuga hacia delante" y desde luego no cree que el problema del fracaso se vaya a arreglar con m¨¢s de lo mismo, sino con esas nuevas y variadas formas de escolarizaci¨®n, de "combinaci¨®n de estudio y trabajo y de retorno ulterior y voluntario al sistema educativo", eso s¨ª, no obligatorias, adem¨¢s de una revisi¨®n de lo que se hace en las clases. "Lo que hay que hacer, primero, es averiguar qu¨¦ es lo que expulsa a los j¨®venes de las aulas, hasta qu¨¦ punto se ha divorciado el conocimiento escolar de las necesidades y oportunidades sociales", dice. No hay que olvidar que Espa?a es uno de los pa¨ªses en los que menos diferencia salarial supone tener un t¨ªtulo superior, y que las distancias son enanas entre los que s¨®lo terminaron la ESO y los que se sacaron la FP de grado medio, aunque las diferencias de paro s¨ª son importantes y las salariales est¨¦n aumentando debido a la crisis econ¨®mica.
En cualquier caso, algunas de esas medidas de las que habla Enguita, mal o bien, se est¨¢n intentando -en 2008 se firm¨® un acuerdo entre Gobierno y autonom¨ªas contra el fracaso escolar-. As¨ª que la cuesti¨®n ser¨ªa, si merece la pena y si es l¨ªcito a?adir el empuj¨®n coercitivo. El responsable del Informe Pisa de la OCDE, Andreas Schleicher, no se decanta, pero le quita importancia: "Ya hay fuertes incentivos econ¨®micos para que la gente permanezca en la escuela y grandes desventajas laborales para los que no tienen ninguna formaci¨®n. Elevar la edad de escolarizaci¨®n obligatoria puede ser una manera de mejorar los resultados, pero motivar a los j¨®venes para seguir en la escuela y ofrecer una instrucci¨®n de gran calidad es, por lo menos, igual de importante".
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