A sus anchas
En Espa?a hay un resorte que salta cada vez que la ciudadan¨ªa pega un bufido ante el cansino espect¨¢culo de la clase pol¨ªtica. El pueblo no exagera, hasta las p¨¢ginas de The Economist ha saltado la fascinante historia de Don Vito (Correa). No es para menos, te levantas con G¨¹rtel, comes con Pretoria y te acuestas con la indecente lucha pol¨ªtica por la presidencia de Caja Madrid, en cuyo an¨¢lisis, por cierto, se suele obviar lo m¨¢s importante, ?qu¨¦ sistema es ¨¦ste en el que los pol¨ªticos meten las narices de manera tan chusca en todas las instituciones?
Ese resorte del que hablaba es el que salta cuando el nivel de indignaci¨®n popular se refleja en una ca¨ªda general de la imagen de los pol¨ªticos. De inmediato, los mismos que se?alaron la corruptela (intelectuales, periodistas), tratan de contener al ciudadano cabreado que ellos mismos agitaron con un discurso de corte m¨¢s antifranquista que democr¨¢tico: la pol¨ªtica es buena; la desafecci¨®n desemboca en populismo, ?cuidado!; contra los defectos de la pol¨ªtica, ?m¨¢s pol¨ªtica!
Pero debi¨¦ramos ejercer sin miedo nuestro derecho a opinar que este sistema permite a los pol¨ªticos moverse a sus anchas en todos los aspectos de la vida p¨²blica. Lo pienso al leer la informaci¨®n sobre el juicio al asesino confeso de la joven Nagore en los Sanfermines del a?o pasado. A dicho juicio acudieron, leo, la portavoz del Gobierno vasco, representantes de los ayuntamientos de Pamplona e Ir¨²n y de las Juntas Generales de Guip¨²zcoa. No dudo que todo el calor que se pueda ofrecer a esos padres es poco, pero, ?no podr¨ªan personarse como particulares? La presencia pol¨ªtica hace tambalearse la idea de la separaci¨®n de poderes. La ¨²nica reacci¨®n sensata que podr¨ªa tener un ayuntamiento ante casos como ¨¦ste ser¨ªa el de velar, durante esos d¨ªas de desmadre alcoh¨®lico, por las mujeres que vuelven a casa.
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