A puerta cerrada

En junio de 1970, Richard Matheson, autor de Soy leyenda, escribi¨® en Playboy el relato Button, Button, miniatura negr¨ªsima que planteaba un perverso dilema moral y apuntaba a la incomunicaci¨®n como lacra medular de la modernidad. La revitalizaci¨®n de la cl¨¢sica serie The twilight zone a mediados de los ochenta adapt¨® el relato: a Matheson le irritaron las variaciones con respecto al original -que desestimaban, precisamente, esa alusi¨®n a la incomunicaci¨®n en la esfera dom¨¦stica en favor de un golpe de efecto m¨¢s convencional, aunque sumamente eficaz- y decidi¨® retirar su nombre de los cr¨¦ditos. No sabe este cr¨ªtico lo que pensar¨¢ Matheson de la amplificatio de su materia prima literaria que propone Richard Kelly en The box -pel¨ªcula que integra, en buena medida, las dos versiones del relato y a?ade abundante ali?o de cosecha propia-, pero lo cierto es que este tercer largometraje del autor de Donnie Darko (2001) es una de las propuestas m¨¢s ambiciosas, extra?as, imprevisibles y cerebrales del reciente cine fant¨¢stico.

Se basa en un texto de Matheson, con un perverso dilema moral

H¨ªbrido de claustrof¨®bica cinta de terror y desafiante pieza de ciencia-ficci¨®n, The box ubica su trama en el entorno profesional de la NASA en los a?os setenta. Sus protagonistas -un matrimonio en apuros econ¨®micos- se topan con una enigm¨¢tica presencia que parece tan familiarizada con la filosof¨ªa moral de Adam Smith como con el A puerta cerrada, de Sartre. El control de la atm¨®sfera por parte del director, el inventivo uso de la banda sonora -firmada por el grupo Arcade Fire- y un reparto entregado con convicci¨®n a la propuesta a¨ªslan a The box en un lugar de privilegio, a salvo de las inercias de estilo, efectismos y lugares comunes que suelen impedir que lo fant¨¢stico alce el vuelo.