Pepelu, Paco y L¨¦vy
No puedo reprimir lo que aparentemente es una boutade, que viene a ser decir que si no existiera el D¨ªa de Difuntos, y sus alrededores, la gente se morir¨ªa menos, mejor dicho en menor n¨²mero, porque morir no admite categor¨ªas intermedias (?o s¨ª?; vivir sin dignidad es un poco morir, vivir en Guant¨¢namo es morir cada d¨ªa, vivir tras la p¨¦rdida de un hijo debe ser algo parecido a sobrevivir o sobremorir). No s¨¦; es un l¨ªo del que no te saca ni un p¨¢rroco con su buena voluntad; ni Esperanza Aguirre cuando lleva zapatos planos, que no habla (?tendr¨¢ algo que ver la planicie del calzado con la planicie de la mente?, pregunto).
Todo esto me ven¨ªa a la cabeza porque en tres d¨ªas se nos han muerto "como del rayo", que dijera Miguel Hern¨¢ndez, tres tipos singulares, Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, Francisco Ayala y L¨¦vy-Strauss; como si el s¨ªndrome del D¨ªa de Difuntos, en su af¨¢n de protagonismo, tuviera un hambre insaciable. A L¨®pez V¨¢zquez muchos le recuerdan por ese personaje estramb¨®tico, lleno de falsetes y risitas, calvorota y bigotudo, de tantas y tantas comedias al uso que tuvo que hacer porque los actores tienen, como usted, la mala costumbre de comer todos los d¨ªas. Pero Jos¨¦ Luis, el t¨ªmido, el discreto, el humilde, trabaj¨® con Carlos Saura, con Berlanga, con Mercero, tres tipos entre otros que se dieron cuenta de que tras aquel clich¨¦ de la ¨¦poca viv¨ªa un magn¨ªfico actor, con m¨¢s registros de los que ¨¦l cre¨ªa. A Mercero, por cierto, habr¨ªa que hacerle un homenaje diario, por haber hecho La cabina, la culminaci¨®n de L¨®pez V¨¢zquez y, sobre todo, por haber iniciado una televisi¨®n creativa (hoy no la hubiera proyectado ni una sola de las cadenas actuales) que trajo el primer premio Emmy para estas tierras). Y con ¨¦l, con qui¨¦n si no, hizo su ¨²ltima pel¨ªcula, Y t¨² qui¨¦n eres, una reflexi¨®n sobre el mal del Alzheimer.
A¨²n sin reponernos, se nos fue, tambi¨¦n como del rayo, Paco Ayala, a sus jovenc¨ªsimos 103 a?os. Se acab¨® la manzana y el whisky, de los que alardeaba, se acab¨® ese tipo socarr¨®n, a partes iguales granadino, madrile?o, puertorrique?o, neoyorquino, creativo, que llevaba un siglo a sus espaldas como quien lleva la bolsa de los bocadillos desde aquella Historia de un amanecer que nos ilumin¨® a tantos. Pues fue y se fue, como siguiendo la estela de L¨®pez V¨¢zquez, cuando apenas se instalaba la capilla ardiente del primero en el Teatro Mar¨ªa Guerrero, donde debut¨® como actor. Y luego va y se va Claude L¨¦vi-Strauss, un antrop¨®logo empe?ado en pensar y en repensarse la vida, faro de una generaci¨®n, aunque seguramente muchos pensaron que era el due?o de una f¨¢brica de pantalones vaqueros. Y se han ido en los d¨ªas de Difuntos. Por favor, no les hablen de Halloween, porque son capaces de volver en una g¨¹ija y arrearles un garrotazo en la cabeza.
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