"Evitamos una guerra civil"
?ltimo presidente de la alemania comunista
Egon Krenz es, para muchos alemanes, la incorregible reliquia de la divisi¨®n del pa¨ªs y del muro que la encarn¨® durante 40 a?os. El que era jefe de Estado de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) el 9 de noviembre de 1989 vive hoy a la orilla del B¨¢ltico, a 50 metros de una playa de arena blanca por donde pasean gaviotas. Los m¨¢s j¨®venes no lo recuerdan, como la camarera del bar cercano a su peque?a casa en Dierhagen (este de Alemania), que desconoce que su vecino es el sucesor de Erich Honecker y que fue, durante 50 d¨ªas, la m¨¢xima autoridad de un Estado a punto de extinguirse. El ¨²ltimo l¨ªder del partido ¨²nico SED. El jefe del Politbur¨®.
Entre el rechazo tajante y la beata ignorancia, Krenz tambi¨¦n recibe alg¨²n homenaje. As¨ª sucedi¨® hace dos semanas en Petershagen (cerca de Berl¨ªn) para esc¨¢ndalo y protesta de su alcalde. Pas¨® cuatro de sus 72 a?os en prisi¨®n, condenado por su responsabilidad en las muertes del muro de Berl¨ªn. Ahora rechaza dar entrevistas de aniversario. Tras las gestiones in¨²tiles con su editorial y una infructuosa conversaci¨®n telef¨®nica, vali¨® en cambio ped¨ªrselo personalmente en Dierhagen. "H¨¢gase cargo", dec¨ªa sonriente Krenz el pasado mi¨¦rcoles ante el porche de su casa, "de que tengo invitados y ya ve que no hay mucho espacio". La vivienda tiene tejado de carrizo, paredes blancas y un jard¨ªn. Un Audi ocupa el corto sendero. La cerca de madera, con el buz¨®n, "E. Krenz", estaba abierta de par en par, la llave en la cerradura. Krenz sigue siendo un hombre alto de voz firme. Su sonrisa al encontrarse a un inesperado extra?o en mitad de su jard¨ªn demuestra que no es desconfiado. Accedi¨® a charlar un momento en el fr¨ªo oto?al, bajo la lluvia leve que precedi¨® a una nevada. Al final se avino: "Deje sus preguntas y le responder¨¦ por escrito".
"Que el 9 de noviembre corriera el camp¨¢n y no la sangre fue m¨¦rito de la seguridad de la RDA, ahora denostada"
"No critico la unidad sino la manera en que se hizo. hay ciudadanos del Este que se sienten de segunda o de tercera
Pregunta. En la carta que ha enviado al presidente federal, Horst K?hler, pide una interpretaci¨®n objetiva de la Historia.
Respuesta. ?l dijo en un discurso el 9 de octubre, en el 20? aniversario de la manifestaci¨®n de Leipzig: "En las afueras de la ciudad hab¨ªa tanques y la polic¨ªa ten¨ªa instrucciones de disparar sin miramientos cuando llegara la orden". Yo puedo jurar que eso no es verdad. Ni hab¨ªa tanques ni hubo intenciones de usar la violencia. Ni el 9 de octubre ni el 9 de noviembre de 1989. Si el jefe del Estado convierte meros rumores en hechos, la memoria se resiente. En 1990 hab¨ªa dos Estados alemanes. Ahora se dice que la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA) fue una especie de para¨ªso terrenal y la RDA, el correspondiente infierno.
P. ?Contribuy¨® el muro de Berl¨ªn a evitar que la guerra fr¨ªa se calentara?
R. Es lamentable que los l¨ªderes de opini¨®n reduzcan la RDA al alambre de espino, el muro y la falta de libertad. Es obvio que el muro no cay¨® del cielo. En 1961, Kennedy dijo que "no es una soluci¨®n especialmente agradable pero es, maldita sea, mejor que una guerra". No era s¨®lo la frontera entre las dos Alemanias. Era algo ¨²nico: la frontera entre el sistema capitalista y el socialista, el bloque de la OTAN y el del Pacto de Varsovia. Quien no lo tenga en cuenta banaliza el encono de la guerra fr¨ªa entre 1946 y 1989. Yo siempre lament¨¦ profundamente los muertos y los heridos de la frontera. Cada uno de ellos es demasiado. Pero no ser¨ªa sincero si negara que, durante el enfrentamiento entre los bloques, la RDA no habr¨ªa podido cambiar esa frontera unilateralmente.
P. ?C¨®mo valora su condena a seis a?os y medio de prisi¨®n? ?Reconoce alguna culpa?
R. He escrito todo un libro sobre eso. La RFA tiene que hacer frente por s¨ª misma al hecho de haber llevado a los tribunales, contra la legalidad de la RDA, a los dirigentes de un Estado reconocido por m¨¢s de 130 pa¨ªses. Pero soy lo suficientemente optimista para estar convencido: la Historia me absolver¨¢.
P. ?Se pens¨® en reprimir las protestas?
R. ?No! Si bien la sentencia condenatoria me parece equivocada, ¨¦sta se refiere a los hechos de 1989 y reconoce que hicimos lo posible para evitar una guerra civil. Esta realidad no debe ser barrida por la actual difamaci¨®n de la RDA. Tambi¨¦n es falso que los l¨ªderes de la RDA quisieran reprimirlas violentamente y que lo impidieran las ¨®rdenes de Gorbachov. Militares rusos de alto rango me han asegurado que no hubo tales ¨®rdenes. Tampoco est¨¢ documentado.
P. Usted dijo que Gorbachov es un traidor. ?Por qu¨¦?
R. No soy capaz de pensar con la simpleza que me achacan algunos. Yo confiaba en Gorbachov. Incluso despu¨¦s de su doble juego a nuestras espaldas respecto de la unidad alemana, en 1989. Tuve en ¨¦l la esperanza de un socialismo renovado. Pero desde que dijo que su meta en la vida fue vencer al comunismo, yo respondo: no me lo creo. Es una excusa que se le ocurri¨® despu¨¦s de 1991. S¨®lo recuerda lo que le conviene. Lo que le sali¨® mal lo convierte en sus supuestas intenciones pol¨ªticas. Me parece falsario. Putin describi¨® el hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica como una cat¨¢strofe geopol¨ªtica del siglo XX. Gorbachov no es inocente de esa cat¨¢strofe.
P. ?C¨®mo es su recuerdo personal de aquel d¨ªa?
R. Ambivalente. Fue una fecha importante de la Historia. Los dirigentes de la RDA decidieron permitir la salida del pa¨ªs a partir del 10 de noviembre. Una informaci¨®n err¨®nea de mi camarada del Politbur¨® G¨¹nter Schabowski hizo que muchos fueran a la frontera el mismo d¨ªa 9. No para romper el muro, como se insiste ahora, sino para pasar tranquilamente. Cre¨ªan que estaba permitido. Las tropas fronterizas no ten¨ªan instrucciones de dejar pasar a nadie, lo que provoc¨® una situaci¨®n muy tensa. Era la frontera exterior del Pacto de Varsovia. ?Dej¨¢bamos que las cosas siguieran su curso o restaur¨¢bamos la seguridad fronteriza legal usando la fuerza armada? Podr¨ªa haber significado una guerra civil. Incluso hab¨ªa peligro de que las potencias, que insist¨ªan en la divisi¨®n de Berl¨ªn en cuatro zonas de ocupaci¨®n, se vieran arrastradas. En la ma?ana del 10 me dijeron desde Mosc¨² que la RDA carec¨ªa de justificaci¨®n para haber abierto la frontera. Que el 9 de noviembre corriera el champ¨¢n y no la sangre es, en primer lugar, m¨¦rito de los ¨®rganos de seguridad de la RDA. Ahora son despreciados, marginados y socialmente discriminados.
P. ?Era usted consciente de la fuerza simb¨®lica que adquirir¨ªa el 9 de noviembre?
R. No hubo un asalto masivo dirigido a desmontar las fronteras. Eso se ha dicho despu¨¦s. Cuando habl¨¦ por tel¨¦fono con Helmut Kohl el 11 de noviembre, me agradeci¨® "la apertura de la frontera" y no "la ca¨ªda del muro". Los alemanes y los europeos escaparon del riesgo de que dos Estados libraran una guerra intestina. Pero el mundo no es ni m¨¢s seguro ni m¨¢s justo desde 1990.
P. ?Qu¨¦ ser¨ªa diferente si se hubieran conservado los dos Estados?
R. S¨®lo se puede especular. No critico la unidad alemana, sino la manera en que se hizo. Que no fuera de igual a igual. Muchos alemanes del Este se sienten ciudadanos de segunda o de tercera. En lugar de aquel "nosotros somos el pueblo" de 1989, muchos sienten hoy que "nosotros ¨¦ramos el pueblo".
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