Nobles, crueles o vengativos
El parque nacional Tai, al sur de Costa de Marfil, cubre un ¨¢rea de m¨¢s de 3.300 kil¨®metros cuadrados y supone la mayor reserva de selva tropical de ?frica Occidental. ?rboles de m¨¢s de 46 metros de altura se alzan para prevenir la llegada de los rayos del sol, y la penumbra que reina en el coraz¨®n del bosque esconde sorprendentes tesoros animales, como leopardos, b¨²falos, hipop¨®tamos pigmeos, ant¨ªlopes y elefantes. Por supuesto, tambi¨¦n es el reino de los chimpanc¨¦s. Durante la estaci¨®n seca, que transcurre desde diciembre hasta febrero, los turistas que hayan conseguido los permisos necesarios pueden acercarse hasta este santuario, pero si alzan la mirada no ver¨¢n m¨¢s que una gigantesca mara?a de hojas y ramas que forma el dosel de esta selva. Eso s¨ª, a los sonidos habituales de los monos e insectos se les unir¨¢n curiosos chasquidos que parecen salidos de gargantas humanas. Las comunidades de chimpanc¨¦s que viven en las alturas se dedican a partir nueces usando las piedras como martillos, pero ese comportamiento extraordinario est¨¢ oculto gracias a la opacidad de la selva.
Cada vez hay m¨¢s pruebas de que los grandes simios pueden pensar en el pasado y el futuro, y eso determina su presente; algo que se consideraba exclusivo del humano
Los chimpanc¨¦s son muy xen¨®fobos. Son criaturas muy pac¨ªficas en su comunidad, pero con los vecinos su tolerancia es cero. Salen en busca de enemigos para atacarlos
Seg¨²n Jane Goodall, los chimpanc¨¦s pueden razonar, tener emociones similares a las nuestras y establecer relaciones familiares que pueden durar hasta 60 a?os
El primat¨®logo Cristopher Boesch, director del departamento de primates del Instituto Max Planck en Leipzig (Alemania), conoce bien los secretos que hay tras ese umbral oscuro. Hace cinco a?os, Boesch gui¨® al naturalista David Attenborough y su equipo de la BBC a trav¨¦s de las selvas del Congo para descubrir ante las c¨¢maras las estrategias de caza en grupo de estos monos. Las ¨²ltimas filmaciones, que utilizan c¨¢maras infrarrojas desde el aire, han desvelado al mundo una estrategia excepcional, una secuencia digna de cualquier pel¨ªcula de acci¨®n: un grupo de cinco exploradores se desplaza por el suelo de la selva. Entre la cacofon¨ªa habitual, sus sentidos son capaces de aislar el sonido que emite su presa, una comunidad de monos colobos que se mueven por una autopista ininterrumpida de ramas, inaccesibles a los pesados cazadores que acechan abajo. Sin embargo, los chimpanc¨¦s tienen una oportunidad. Avanzan con sigilo para situarse poco a poco debajo de los colobos, que, a decenas de metros m¨¢s arriba, se creen a salvo. Es un equipo especializado: hay un conductor, un gu¨ªa, individuos que hacen de bloqueadores y los expertos en emboscadas. El gu¨ªa es el que se desenvuelve con mayor rapidez y empieza a trepar por uno de los ¨¢rboles, mientras los otros se quedan abajo, observando; en un determinado momento, la caza comienza. Los chimpanc¨¦s se alejan r¨¢pidamente de la comunidad de colobos, calculando cu¨¢les ser¨¢n sus movimientos por la autopista arb¨®rea, y dos de los bloqueadores suben eligiendo dos ¨¢rboles estrat¨¦gicamente situados a derecha e izquierda. El experto en emboscadas, el chimpanc¨¦ cazador m¨¢s experimentado, se desplaza a¨²n m¨¢s deprisa, eligiendo un ¨¢rbol m¨¢s alejado y trepando r¨¢pidamente hasta ocultarse.
El gu¨ªa ataca a los colobos, los cuales, presas del p¨¢nico, se dispersan; pero dos de ellos permanecen juntos en la huida. Los bloqueadores les salen al paso; los monos son obligados a huir en una direcci¨®n, donde les espera el cazador. Si consiguen romper la trampa, se salvar¨¢n. Pero tambi¨¦n es probable que caigan en las garras de los chimpanc¨¦s. El ¨¦xito de la cacer¨ªa es celebrado por el grupo con chillidos y expresiones de ferocidad. Pero tales empresas para conseguir carne suelen ser peligrosas, pues las ca¨ªdas y las heridas pueden poner en riesgo la integridad de los miembros del grupo de caza.
Las hembras, que no participan en las cacer¨ªas, siempre tienen la posibilidad de ofrecer sus servicios sexuales a los machos a cambio de carne. Este hallazgo, documentado por Boesch y la antrop¨®loga Cristina Gomes, ha revelado una caracter¨ªstica ins¨®lita. "Las chimpanc¨¦s hembra s¨®lo copulan cuando est¨¢n en celo", indica Gomes a El Pa¨ªs Semanal. "Pero descubr¨ª que los machos pueden compartir carne con una hembra aunque no est¨¦ a¨²n en celo. Eso significa que podr¨¢ copular m¨¢s con ella cuando entre en celo".
Cuando llega el momento, un macho puede aparearse hasta veinte veces con la hembra con la que ha compartido la carne, y s¨®lo dos veces con cualquier otra hembra en celo del grupo. La monogamia no existe en los chimpanc¨¦s. Para Gomes, esta tendencia -una preselecci¨®n del macho por parte de la hembra a cambio de un bocado de prote¨ªnas- es una "especie de trueque, una parte muy importante de cualquier sociedad humana".
Gomes y Boesch publicaron estos hechos recientemente en la revista PLoS ONE. "Es un intercambio a largo plazo. ?l comparte hoy la carne con ella aunque no est¨¦ en celo. Y ella copular¨¢ con ¨¦l dentro de dos meses. Es casi una relaci¨®n", dice Gomes. Para Boesch, la conclusi¨®n es obvia: "Nuestros hallazgos a?aden cada vez m¨¢s pruebas de que los chimpanc¨¦s pueden pensar en el pasado y en el futuro, y que esto influye en su comportamiento presente".
Los estudios de campo est¨¢n cambiando la imagen que ten¨ªamos de los chimpanc¨¦s. En realidad, la pregunta no es si ellos se parecen a nosotros, sino cu¨¢nto hay de ellos en nosotros. Hace veinte a?os, la idea de "humanidad" habr¨ªa parecido simplemente absurda. Hoy no. Los grandes simios -chimpanc¨¦s, gorilas, bonobos y orangutanes- se comportan como un espejo en el que descubrimos rasgos que antes pens¨¢bamos que eran exclusivamente nuestros. "Los chimpanc¨¦s son muy xen¨®fobos", asegura Gomes. "Son criaturas pac¨ªficas con miembros de su propia comunidad, pero con los vecinos su tolerancia es cero; algo muy caracter¨ªstico de los seres humanos. Forman grupos que van en busca de enemigos para atacarlos". Tambi¨¦n existe la otra cara de la moneda. "La relaci¨®n entre madre e hijo puede durar toda la vida. Las madres son muy protectoras".
Frans de Waal, psic¨®logo en la Universidad de Emory (Atlanta) e investigador en el Centro Nacional de Investigaci¨®n de Primates en Yerkes, el mayor de Estados Unidos, es uno de los primat¨®logos m¨¢s respetados del mundo. "Todos los grandes monos poseen una personalidad tan poderosa que hace que nos veamos reflejados en ellos con s¨®lo un contacto visual", indica a El Pa¨ªs Semanal por correo electr¨®nico. No hay que ser un experto. Basta una visita al zool¨®gico y mirar a un chimpanc¨¦ o a un gorila a los ojos. As¨ª lo cuenta De Waal: "Sentimos que somos similares, y ese sentimiento es mucho mayor del que se desprende con otros animales. No es cuesti¨®n de que los primates puedan mirarnos directamente a los ojos; porque tambi¨¦n hay otras especies con visi¨®n binocular, como los gatos o los b¨²hos, y no nos pasa eso. Es la mente que percibimos que est¨¢ detr¨¢s, el deseo, la reflexi¨®n, las emociones. Y todo eso resulta tan parecido a nosotros que cuando los occidentales se encontraron con los monos por primera vez en los zool¨®gicos, a principios del siglo XIX, en Par¨ªs y Londres, se disgustaron? ?S¨ª, fue un disgusto!". Las razones, nos dice este experto, radican en que los monos recordaban a los visitantes demasiadas cosas sobre ellos mismos, violando la norma establecida entonces por la religi¨®n que dictaba que el hombre no era un animal, sino algo muy diferente. "Esta separaci¨®n es f¨¢cil de mantener cuando miramos a un conejo o un ave, pero con los monos nos colocamos en una posici¨®n problem¨¢tica, y la gente no termina de acostumbrarse".
Con motivo del bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, De Waal acaba de publicar un ensayo en la Fundaci¨®n John Templeton cuyo t¨ªtulo es expl¨ªcito: ?Explica la evoluci¨®n la naturaleza humana? Obviamente, dice el mono. "Convivo a diario con chimpanc¨¦s y bonobos. Y como nosotros, luchan por el poder, disfrutan del sexo, buscan seguridad y afecto, matan por su territorio, y valoran la confianza y la cooperaci¨®n. Usamos tel¨¦fonos celulares y volamos en aviones, pero nuestra construcci¨®n psicol¨®gica sigue siendo la de un primate social". El chimpanc¨¦ suele ser el objeto de estas comparaciones por su similitud gen¨¦tica con los humanos, pero De Waal describe experimentos en los que los monos capuchinos buscan recompensas para sus semejantes a pesar de que ellos no ganan nada en el intento; el car¨¢cter desinteresado y filantr¨®pico tampoco es exclusiva nuestra.
Los gorilas llevan a?os demostrando habilidades m¨¢s que sorprendentes, desarrolladas gracias al continuo contacto con las personas. The Gorilla Foundation es una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro, fundada por la psic¨®loga Penny Paterson, de la Universidad de Stanford (California), hace m¨¢s de un cuarto de siglo. Comenz¨® con su encuentro casual con una cr¨ªa de gorila llamada Koko en el zoo de San Francisco. Tras un a?o de aprendizaje, Koko ya sab¨ªa manejar 25 palabras en el lenguaje americano de los signos. Ahora sabe m¨¢s de 1.000. En la propia web de la fundaci¨®n hay un v¨ªdeo donde Koko se dirige al internauta. El animal se palpa el hombro derecho, el pecho y la nariz para decir "soy un buen gorila"; se lleva los dedos a los ojos como si estuviera llorando para expresar que est¨¢ triste, o golpea el pu?o de su mano derecha contra la palma de su mano izquierda para pedir ayuda. De acuerdo con esta fundaci¨®n, Koko es capaz de pintar un ave, entender el ingl¨¦s o inventar nuevos t¨¦rminos como "pulsera para dedo" para describir un anillo. Es el gorila m¨¢s famoso del mundo despu¨¦s de King Kong. Hace unos a?os, un grupo de m¨¦dicos de la Universidad de Stanford se reunieron para tratar a esta celebridad. Koko ten¨ªa dolor de muelas, y lo explic¨® haciendo gestos de dolor y se?alando su boca, describiendo un nivel de dolor entre ocho y nueve en una escala de diez. Como necesitaba anestesia, los m¨¦dicos aprovecharon para hacerle un chequeo completo de cinco horas: ecocardiograma, radiograf¨ªas, esc¨¢neres de ultrasonidos, colonoscopia, broncoscopia, revisi¨®n ginecol¨®gica (por lo visto, la gorila hab¨ªa expresado su intenci¨®n de tener descendencia) e incluso chequeo de arterias. ?A qu¨¦ conclusiones llegaron? "El exterior puede ser muy distinto, pero por dentro se parece mucho a los humanos", indic¨® el cardi¨®logo David Liang a la revista Stanford Report, editada por la universidad. "Aparte de las proporciones, todo es muy parecido". En su opini¨®n, cualquier doctor que viera las im¨¢genes del coraz¨®n de Koko no podr¨ªa asegurar que no fuese humano.
?Koko? es un caso extraordinario -sometido a continuos debates y pol¨¦micas- que ilustra c¨®mo un gran simio puede adaptarse para vivir en una sociedad humana. Sin embargo, hay dos personas en el mundo que han entendido mejor a los grandes simios en su h¨¢bitat que ning¨²n otro cient¨ªfico: Dian Fossey, que se adentr¨® en el universo de los gorilas de monta?a en Ruanda -y que muri¨® asesinada a machetazos el 26 de diciembre de 1985, probablemente a manos de cazadores furtivos-, y Jane Goodall, que lleg¨® a ?frica para estudiar a los chimpanc¨¦s y descubrir aspectos sobre ellos absolutamente desconocidos. Goodall, cuyo instituto (www.janegoodall.es) busca sensibilizar a las j¨®venes generaciones acerca del mundo de los grandes simios y el cuidado del medio ambiente, ha charlado telef¨®nicamente con El Pa¨ªs Semanal. "No pienso en los grandes simios como una clase de humanos, porque nosotros mismos somos simios. Ahora sabemos mucho m¨¢s sobre similitudes en cuanto a comportamiento y biolog¨ªa. Cualquier distancia entre nosotros y ellos es cuesti¨®n de grado".
Los chimpanc¨¦s son capaces de razonar, de tener emociones similares a las nuestras y de establecer relaciones familiares que pueden durar hasta 60 a?os, en palabras de Goodall, sin duda la mayor autoridad mundial en este asunto. Nuestros s son id¨¦nticos en m¨¢s de un 90% -hay estudios que sugieren s¨®lo un 1% de diferencia, mientras que otros apuntan a porcentajes algo mayores-; aunque esta primat¨®loga advierte de que los seres humanos tambi¨¦n compartimos el 50% de nuestros genes con las moscas de la fruta. La clave que nos distancia no est¨¢ ah¨ª, sino en el sofisticado lenguaje humano. "Podemos ense?ar a nuestros hijos y planificar futuros lejanos, entablar debates? Eso es lo que ha desarrollado enormemente nuestro intelecto; de ah¨ª que no tenga sentido comparar ni al chimpanc¨¦ m¨¢s inteligente con cualquier humano".
La experiencia de Jane Goodall encierra un testimonio fascinante que marc¨® el estudio de los grandes simios durante el siglo?XX. Los chimpanc¨¦s hablan entre ellos. Y ella aprendi¨® a escucharlos: llamadas ligadas a emociones del tipo "aqu¨ª estoy", "he encontrado comida que vale la pena", "esto me asusta", "estoy triste", "me han atacado" o "necesito ayuda". Tambi¨¦n se expresan mediante gestos, posturas, besos. "Los chimpanc¨¦s son muy conservadores. Nunca hab¨ªan visto a un primate blanco como yo, y huyeron". Sin embargo, y de forma gradual, fueron acostumbr¨¢ndose a su presencia. Y uno de ellos, al que llamar¨ªa posteriormente David Greybeard, fue quien rompi¨® el hielo. "Perdi¨® el miedo antes que los otros, se os pl¨¢tanos y empez¨® a acostumbrarse a m¨ª cada vez m¨¢s". La reacci¨®n de su grupo fue hostil al principio, al considerarla como un depredador: gritos, intimidaciones, ramas arrojadas? Pero Goodall se mantuvo firme, hasta ganarse su confianza, y pudo acercarse a ellos lo suficiente como para reconocerlos como individuos. Sin embargo, y a medida que ella acumulaba experiencias valiosas, se top¨® con otro aspecto m¨¢s tenebroso: los chimpanc¨¦s se embarcaban en guerras. "Fue todo un shock descubrir que, como nosotros, tienen un lado oscuro, que son capaces de cometer actos de extrema brutalidad, la mayor¨ªa de las veces entre miembros de comunidades distintas". Hay patrullas que barren sus territorios, y si encuentran a dos individuos aislados, pueden atacarlos e incluso despedazarlos.
A pesar de ello, la cultura, entendida como un m¨¦todo de aprendizaje mediante la observaci¨®n, la imitaci¨®n y, especialmente, la transmisi¨®n de una generaci¨®n a otra, encaja perfectamente en el universo chimpanc¨¦. A lo largo de ?frica se han catalogado comunidades que fabrican instrumentos de una manera diferente seg¨²n el grupo -el uso de ramas como palitos para extraer termitas o herramientas para cascar nueces-, y esa diversidad, las distintas formas que tienen de usar esos objetos naturales, "es uno de los aspectos m¨¢s fascinantes". Y a?ade Goodall: "Lo triste es que quiz¨¢ nunca lo sepamos, pues mientras estamos hablando usted y yo, las poblaciones de chimpanc¨¦s siguen desapareciendo por culpa de la deforestaci¨®n y el crecimiento de las poblaciones humanas".
Se?ala que cuando inici¨® sus observaciones en ?frica, en 1960, la poblaci¨®n de chimpanc¨¦s rondaba los dos millones de individuos; hoy, como m¨¢ximo, pueden quedar unos 300.000, la mayor¨ªa aislados en peque?os grupos.
La organizaci¨®n Proyecto Gran Simio / Espa?a, que busca otorgar derechos morales -la libertad individual, el derecho a la vida y a la no tortura- a los grandes antropoides, dibuja una situaci¨®n dram¨¢tica. En palabras de Pedro Pozas, director ejecutivo, "la situaci¨®n de los grandes simios en sus h¨¢bitats resulta deprimente; a este ritmo, en menos de diez a?os las poblaciones principales habr¨¢n desaparecido para siempre". Aporta datos estremecedores: en Costa de Marfil se ha extinguido en los ¨²ltimos diez a?os el 90% de las poblaciones de chimpanc¨¦s; en Indonesia, el 80% de las selvas ha sido talado, con el perjuicio consiguiente para los orangutanes. Esta organizaci¨®n elabor¨® una proposici¨®n no de ley -que fue aprobada en 2008 en el Congreso de los Diputados- sobre los derechos de los simios, con el objetivo de animar al Gobierno a impulsar una Ley de Grandes Simios, aunque el asunto ha quedado aparcado. "Es algo que apoyo, aunque no es en lo que quiero centrarme y dedicar personalmente mis energ¨ªas", concluye Goodall. "Tenemos derechos humanos desde hace mucho tiempo, pero se violan a diario. Basta leer la prensa. Prefiero trabajar sobre nuestra responsabilidad como seres humanos y ense?ar a los ni?os a tratarlos con m¨¢s respeto". P
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