El camino de Maltzaga
La modulaci¨®n del tono de sus relaciones con la izquierda abertzale es una de las principales asignaturas que tiene pendiente el nacionalismo democr¨¢tico, aunque hay s¨ªntomas de que algo ha aprendido de las experiencias habidas desde Lizarra a esta parte. Por supuesto, el mito de la unidad de los abertzales sigue siendo el santo grial del movimiento, su Camelot, pero casi nadie est¨¢ dispuesto a sacrificar sus intereses y posiciones del momento por el ideal so?ado. La efervescencia que se ha producido en sus filas la manifestaci¨®n del pasado 16 de octubre en San Sebasti¨¢n contra la detenci¨®n de Arnaldo Otegi, D¨ªez Usabiaga y los otros acusados por Garz¨®n de tratar de recomponer Batasuna, ha sido muy expresiva de esa realidad.
La efervescencia de la manifestaci¨®n del 16 de octubre ha quedado en casi nada
El recuerdo de las embarcadas recientes act¨²a como ant¨ªdoto
Si hay unidad, ser¨¢ no para que ETA pare, sino porque ya ha parado
El encuentro en la calle de todo el abanico nacionalista comprendido desde la ilegalizada izquierda abertzale hasta el vers¨¢til PNV, pasando por ELA, Aralar y la constelaci¨®n de cuerpos intermedios, despert¨® de nuevo la ilusi¨®n por ese imposible mitificado en top¨®nimos como Txiberta, Maltzaga o Lizarra-Garazi. M¨¢s de uno vio en el paseo de la Concha la plasmaci¨®n exacta de sus anhelos, y es posible que el sector m¨¢s irreductible de Batasuna interpretara esa visi¨®n como la prueba de la viabilidad de los objetivos marcados en su en¨¦simo proceso de refundaci¨®n para abrir un "nuevo ciclo" que nunca se verifica. Porque tras la manifestaci¨®n vino una agitada sucesi¨®n de pronunciamientos que parecieron dar cuerpo a una nueva din¨¢mica de acumulaci¨®n de fuerzas: la divulgaci¨®n en Gara del documento de debate de la izquierda abertzale, donde los optimistas han querido leer cambios significativos en expresiones que poco significan de tan repetidas, acompa?ada de la presencia notarial del mediador surafricano Brian Currin, la nueva apelaci¨®n soberanista del Comit¨¦ Nacional de ELA, la tambi¨¦n coincidente propuesta del guadianesco Foro Nacional de Debate Nacional, o el rechazo coincidente a la celebraci¨®n estatutaria del 25 de octubre por el Gobierno de Patxi L¨®pez.
Sin embargo, transcurrido menos de un mes de la manifestaci¨®n, ninguna propuesta se ha traducido en acto, ni hay perspectivas de que se traduzca. El recuerdo de las embarcadas recientes, pero sobre todo la incapacidad de ETA y su entorno para reproducir el clima de los 80 y 90 que llevaba a la agente a pedir perentoriamente soluciones al conflicto, operan como un eficaz ant¨ªdoto. La unidad es un anhelo compartido de todos los nacionalistas, pero las urgencias son s¨®lo de Batasuna. Incluso Eusko Alkartasuna, tan predispuesta siempre a cualquier movida, se ha abstenido de acudir al Foro de Debate porque el texto promovido por la izquierda abertzale deja nebuloso el asunto medular de la violencia.
Tanto en este documento como en el de Batasuna se percibe el intento de reconstruir el decorado que permita a ETA encubrir su retirada con un proceso pol¨ªtico que d¨¦ apariencia de utilidad a su trayectoria terrorista despu¨¦s de la democracia y la autonom¨ªa. Sin embargo, no parece que los otros participantes en Lizarra est¨¦n por la labor de favorecer a su costa la satisfacci¨®n de las necesidades de Batasuna (recuperar la legalidad para poder regresar a las instituciones en las elecciones de 20011) y de ETA (propiciar "un nuevo proceso de negociaci¨®n" con el Gobierno central).
No sorprende que I?aki Azkuna advierta a su partido contra la tentaci¨®n de utilizar como "compa?eros de viaje" a quienes siguen sin romper con la violencia. Llama la atenci¨®n en cambio que sea Joseba Egibar el que oficialice el rechazo a entrar en operaciones o polos soberanistas promovidos desde la izquierda abertzale, con el consistente argumento de que el PNV tiene una "v¨ªa propia" hacia la soberan¨ªa. Pod¨ªa haber invocado, como ELA y otras fuerzas, la excusa de que mientras ETA siga activa no va a involucrarse en plataformas de las que, por otra parte, le excluyen la propia organizaci¨®n terrorista y Batasuna. Egibar, sin embargo, transmite el mensaje de que por parte del PNV deben olvidarse de un Lizarra bis o de cualquier otra ceremonia de acompa?amiento que otorgue a la izquierda abertzale la direcci¨®n del proceso con tal de convencer a ETA de que deje de matar.
Si alguna conclusi¨®n debe sacar Batasuna de estas jornadas es que desde las otras fuerzas nacionalistas va a encontrar muchas palabras y gestos de solidaridad por el marcaje de la justicia a sus intentos de zafarse de la ilegalizaci¨®n, pero poco m¨¢s. Las contradicciones existenciales a las que le ha conducido la inercia militarista de ETA y su incapacidad para asumir un papel equivalente al del Sinn Fein, reconocida por el mismo Brian Currin, tendr¨¢ que resolverlas la izquierda abertzale por s¨ª misma, al igual que la organizaci¨®n del hacha y la serpiente las suyas.
Dicho de otro modo, no puede descartarse que alguna vez llegue a darse la unidad de acci¨®n de los nacionalistas que forma parte de su imaginario. Pero si se produce no ser¨¢ para propiciar que ETA abandone las armas, como en Lizarra, sino porque ETA las habr¨¢ dejado ya. Entretanto, las expresiones de condolencia del resto de los partidos nacionalistas ante las dificultades y angustias de Batasuna estar¨¢n entreveradas con el calculado an¨¢lisis de las oportunidades que ofrece su esperable ausencia en las elecciones de 2011 en Euskadi y Navarra.
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