Man Ray bajo las luces
El Jewish Museum, uno de los primeros museos de Nueva York en celebrar -y en reconocer- el pop art de Andy Warhol y el pre pop de Larry Rivers, es el escenario perfecto de una extraordinaria retrospectiva sobre Man Ray (su comisario es Mason Klein), que muestra sus m¨²ltiples facetas y sus creaciones. Artista, director de cine, escritor, escultor, creador de objetos y fot¨®grafo innovador, Man Ray, nacido Emmanuel Radnitzki en Filadelfia en 1890, hijo de inmigrantes jud¨ªos rusos, se movi¨® entre el dad¨¢ de Nueva York, el surrealismo parisiense y los trabajos fotogr¨¢ficos. A fin de captar por completo la visi¨®n de Man Ray, esta exposici¨®n es absolutamente imprescindible, y el regalo especial que esta muestra nos ofrece es un soplo de aire fresco, ya que se trata de la primera exposici¨®n multimedia del artista en Nueva York desde 1974. Se incluyen adem¨¢s dos de sus pel¨ªculas mudas, Le retour ¨¤ la raison y Emak Bakia (d¨¦jame en paz, en castellano), as¨ª como recopilaciones de pel¨ªculas sobre Man Ray.
Es una tonter¨ªa insinuar que el objetivo del arte de Man Ray era enmascarar su identidad jud¨ªa o la b¨²squeda de ella
En 1917, Man Ray (su familia se hab¨ªa trasladado a Brooklyn) se encontraba en el lugar y en el momento adecuados. El movimiento dada¨ªsta de Nueva York y las mujeres dada¨ªstas abarrotaban Greenwich Village. Marcel Duchamp hab¨ªa observado que, en efecto, estas mujeres norteamericanas eran mucho m¨¢s estridentes y er¨®ticas que sus compatriotas parisienses: la revoluci¨®n, las ideas anarquistas, el "amor libre", el autom¨®vil, el modernismo, se presentaban como el envoltorio perfecto de un regalo. Las mujeres dada¨ªstas -la baronesa Elsa, Beatrice Wood, Katherine Dreier y Mina Loy- parec¨ªan estar m¨¢s preocupadas por el esc¨¢ndalo, el erotismo y el cuerpo humano que los artistas de sexo masculino. En una acuarela, Beatrice Wood hab¨ªa pintado intencionadamente la noche en que ella, Charles Demuth, Mina Loy y Duchamp hab¨ªan formado un grupo de cuatro en la cama de Duchamp tras un baile bohemio (era la amante de Duchamp y de Henri-Pierre Roch¨¦, autor de la novela Jules et Jim, y probablemente la modelo de la seductora Jeanne Moreau en la famosa pel¨ªcula basada en el libro).
Pero, a diferencia de Duchamp, emparejado muy a menudo con Man Ray, ¨¦ste desde un principio estuvo influenciado por lo ecl¨¦ctico: la fotograf¨ªa, lo abstracto, los paisajes y las im¨¢genes ingeniosas de desnudos. En 1908, Man Ray acud¨ªa con frecuencia a la Galer¨ªa 291 de Alfred Stieglitz y en 1912 dej¨® su hacinado estudio de Nueva York por Ridgefield, en Nueva Jersey. En aquella peque?a y buc¨®lica ciudad, en realidad m¨¢s parecida a un pueblo, a orillas del majestuoso Hudson y apenas a veinte minutos en tranv¨ªa de Nueva York, por 12 d¨®lares de renta al mes Man Ray ten¨ªa m¨¢s espacio, impresionantes vistas y disfrutaba de la compa?¨ªa de Stieglitz, de quien podr¨ªa decirse que ha sido el mejor fot¨®grafo norteamericano de principios del siglo XX, y del grupo de artistas de Ridgefield formada por el poeta y cr¨ªtico Alfred Kreymberg, Marius de Zayas y Marcel Duchamp. En esa misma ¨¦poca, en 1913, se celebraba en Nueva York con gran ¨¦xito la grandiosa Armory Show, con obras de Picasso, Matisse, Picabia, Duchamp y Gertrude Stein. Y ?boom! Todo cambiaba. El arte vanguardista hab¨ªa llegado oficialmente a Estados Unidos.
Mi principal objeci¨®n a esta exposici¨®n hermosamente montada es que enfatiza demasiado su inter¨¦s por catalogar las obras a la luz de temas como la identidad y las cuestiones de g¨¦nero, lo que resulta rid¨ªculo si se utiliza para definir a Man Ray y a los dada¨ªstas. Aunque a¨²n representan temas candentes en los c¨ªrculos acad¨¦micos, es absurdo insinuar que el objetivo del arte de Man Ray era enmascarar su identidad jud¨ªa o la b¨²squeda de ella. Seamos claros: la cuesti¨®n del g¨¦nero y la identidad pueden tener importancia en la actualidad, pero para los modernistas de las vanguardias el arte era su carnet de identidad. (Las mujeres artistas bohemias hab¨ªan hecho de la libertad y de la libertad sexual el eje de su lucha). En aquella ¨¦poca de finales del siglo XIX, la entrada de los jud¨ªos en las artes, los libros, el teatro y los peri¨®dicos caus¨® una gran conmoci¨®n sobre todo en Europa; las creencias religiosas, cristiana o jud¨ªa eran consideradas "burguesas" o retr¨®gradas. Ni Hitler ni el Holocausto eran a¨²n imaginables y, a pesar de que el antisemitismo ya exist¨ªa, los artistas modernistas cre¨ªan que aquello ten¨ªa m¨¢s que ver con otros grupos como los cosacos de Rusia, los protestantes de la clase alta norteamericana, la burgues¨ªa, los militares, la iglesia cat¨®lica, etc¨¦tera, que con su atormentado mundo art¨ªstico y bohemio. Es m¨¢s, los artistas vanguardistas pensaban, con raz¨®n o sin ella, que su incursi¨®n en el arte les liberar¨ªa de las cadenas del antisemitismo.
En realidad, y a pesar de que Marcel Proust ha sido pocas veces observado desde este punto de vista, fue el primer escritor (en la exposici¨®n hay una fotograf¨ªa de Proust en su lecho de muerte realizada por Man Ray) en ejercer esta identidad cultural. Su padre, el doctor Adrien Proust, hijo de un petit bourgeois propietario de una tienda de ultramarinos cuya ambici¨®n inicial hab¨ªa sido la de ejercer de sacerdote, bautiz¨® a sus dos hijos y luego abandon¨® el catolicismo para convertirse en uno de los grandes hommes de science de la Rep¨²blica francesa. La adorada madre de Proust proced¨ªa de una poderosa familia de jud¨ªos franceses. Entre tanto, estos padres progresistas dejaban a sus hijos sin ra¨ªces con una educaci¨®n cat¨®lica que no les representaba ni a ellos ni a sus creencias y, sin embargo, hasta que no ocurri¨® el caso Dreyfus, que conmocion¨® a la sociedad francesa, Proust no descubri¨® su verdadero alcance. (He observado de pasada que en En busca del tiempo perdido hay once referencias a la reina Esther de la Biblia, y que su boda con el rey Asuero ha tenido que ser uno de los matrimonios mixtos de m¨¢s ¨¦xito de todos los tiempos).
En efecto, las primeras obras de Man Ray, Promenade, de 1916, y algunos de sus ready mades -objetos realizados con bronce, cristal y papel de peri¨®dico introducidos en una caja de madera- muestran la influencia de Duchamp. The rope dancer, de 1915, debe su creaci¨®n a la particular obra de Duchamp, de 1912, El gran vidrio (La mari¨¨e mise ¨¤ nu pair ses c¨¦libataires), as¨ª como tambi¨¦n la utilizaci¨®n de objetos, un batidor de huevos pintado que representa L'homme, en 1918, y, en el mismo periodo, unas manzanas abiertas para pintar Woman. La exposici¨®n muestra adem¨¢s las famosas rayograf¨ªas de Man Ray. (Mi madre, la artista Frances Kurke Probst, fue una buena amiga de la fot¨®grafa alemana Lotte Jacobi, cuyas rayograf¨ªas alcanzaron fama mundial en el MOMA y en otros museos. Cuando yo era una ni?a, Lotte me llev¨® a su cuarto oscuro y me ense?¨® c¨®mo hac¨ªa estas fotograf¨ªas sin c¨¢mara, introduci¨¦ndolas con un r¨¢pido movimiento giratorio en un ba?o de l¨ªquido de revelar expuesto a la luz. Su marido Erich Ress hab¨ªa publicado The Dada Almanach en Berl¨ªn en 1920 en la editorial Erich Reiss Verlag, que posteriormente destruir¨ªan los nazis).
Personas como Man Ray eran de naturaleza sofisticada y ten¨ªan un sinf¨ªn de aficiones, desde el arte a la m¨²sica, el teatro o la pol¨ªtica. Duchamp era un caso completamente diferente. Hay que observar algunos aspectos. La actuaci¨®n de Duchamp provoc¨® un gran esc¨¢ndalo cuando intent¨® colocar un urinario (que no fue aceptado) en la exposici¨®n de la Asociaci¨®n de Artistas Independientes en 1917; Man Ray, al fotografiar a Duchamp vestido de mujer, como Rose S¨¦lavy, -Eros c'est la vie, o Rose Levy-, estaba haciendo una chistosa alusi¨®n, con doble sentido del humor, a un travestido jud¨ªo. Hoy d¨ªa parece que escandalizar est¨¢ pasado de moda. Las pel¨ªculas de tercera de Hollywood abundan en escenas de cuarto de ba?o con un actor intentando defecar; el travestismo ha invadido Halloween pretendiendo que ser jud¨ªo est¨¢ re?ido con ser atrevido. ?Qu¨¦ queda cuando el esc¨¢ndalo desaparece?
Duchamp, gran jugador de ajedrez, era una pura contradicci¨®n. Su apariencia era la de un esteta de Greenwich Village viviendo al l¨ªmite de sus posibilidades. Primero vivi¨® a costa del dinero de su padre y despu¨¦s contrajo matrimonio en dos ocasiones con ricas herederas. Estaba obsesionado con la idea de no hacer nuevos trabajos y, sin embargo, dedic¨® los ¨²ltimos veinte a?os de su vida a un ¨²nico esfuerzo: la creaci¨®n en secreto de Etant Donn¨¦s, un desnudo femenino recostado sobre una cama de hojas. Al parecer, la mujer era la escultora brasile?a Mar¨ªa Martins, que le abandon¨® tras una relaci¨®n amorosa de cinco a?os. ?Cu¨¢l era el motivo de su secreto? ?Podr¨ªa ser que el secreto mejor guardado de Duchamp fuera el de finalmente rendirse ante el arte figurativo, ante las formas humanas, ante el realismo? La aut¨¦ntica y er¨®tica verdad la hab¨ªa descubierto en 1866 el pintor Courbet, autor de L'origine du monde, y Picasso hab¨ªa defendido su posici¨®n. En el final estaba el principio. Man Ray escap¨® algo de la rigidez de Duchamp gracias a la influencia de su primer mentor, el extraordinario Alfred Stieglitz. La mejor galer¨ªa en Nueva York para la obra de Marcel Duchamp y los dada¨ªstas es la Francis Naumann Gallery.
Alias Man Ray: The art of reinventation. Museo Jud¨ªo de Nueva York. 1109 Quinta Avenida con la calle 92. Del 15 de noviembre al 14 de marzo. www.thejewishmuseum.org/ Traducci¨®n de Virginia Solans.
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