El nuevo desorden monetario
El caos monetario est¨¢ de vuelta, y esto aviva la exigencia de una revisi¨®n del orden monetario internacional. La r¨¢pida ca¨ªda del d¨®lar y la libra, pero tambi¨¦n del renminbi -hoy m¨¢s atado al d¨®lar que nunca-, est¨¢ alimentando las tensiones. Algunos de los fantasmas de los a?os treinta del siglo XX tambi¨¦n han regresado; en particular, el miedo de ventajas comerciales injustas causadas por la devaluaci¨®n competitiva. El secretario del Tesoro de EE UU, Timothy Geithner, ya ha acusado a China de manipulaci¨®n monetaria.
Existen dos estrategias alternativas y marcadamente contrastantes para poner las monedas en orden. Una es organizar una conferencia internacional en la que los expertos puedan sugerir modelos para calcular los tipos de cambio y los pol¨ªticos puedan negociar acuerdos. La ¨²nica instancia exitosa de un acuerdo de este tipo es la conferencia de Bretton Woods en 1944, pero aun entonces los tipos de cambio que se fijaron all¨ª resultaron ser poco realistas, y pronto hizo falta una ola importante de alteraciones paritarias (as¨ª como mantener controles de divisas).
Es probable que la formulaci¨®n de la pol¨ªtica monetaria se politice y se vuelva m¨¢s ca¨®tica
Otras conferencias centradas en la moneda fueron fracasos rotundos. El presidente Richard Nixon calific¨® el acuerdo Smithsonian de 1971 como "el acuerdo monetario m¨¢s importante de la historia del mundo". Pero en poco tiempo estaba hecho jirones, y el mundo avanz¨® hacia la flotaci¨®n generalizada.
En 1987, en la conferencia del Louvre, ni siquiera hubo un acuerdo sobre cu¨¢les hab¨ªan sido las conclusiones. Algunos participantes pensaban que hab¨ªan acordado una suerte de tipos de cambio semifijos en zonas objetivas, pero el poderoso Bundesbank alem¨¢n nunca comparti¨® esa interpretaci¨®n.
La historia sugiere que es improbable que una negociaci¨®n colectiva sobre las monedas y una nueva estrategia para abordar la cuesti¨®n de las reservas vayan a tener ¨¦xito.
El segundo enfoque, y mejor que el anterior, reside en acuerdos en cada pa¨ªs sobre cu¨¢l deber¨ªa ser la base apropiada para la pol¨ªtica monetaria. Si esos acuerdos tienen una amplia aceptaci¨®n y consistencia mutua, el resultado ser¨¢ un sistema monetario internacional estable.
Han existido dos modelos para este tipo de consenso. En el primero, hace un siglo, la confianza estaba apuntalada por el oro; en la ola m¨¢s reciente de globalizaci¨®n depend¨ªa del poder del intelecto humano para solucionar problemas de pol¨ªtica. El fin de la inflaci¨®n y la gran moderaci¨®n de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas fueron fundamentales para la liberalizaci¨®n de grandes partes del mundo y para una confianza, un comercio y una prosperidad mayores.
La b¨²squeda de un r¨¦gimen monetario durante el periodo m¨¢s reciente tuvo dos etapas: en el primer intento de construir los cimientos de una pol¨ªtica monetaria estable, el ¨¦nfasis estaba puesto en la meta monetaria. En la segunda fase, m¨¢s exitosa, una creciente cantidad de pa¨ªses adopt¨® metas de inflaci¨®n, expl¨ªcitas o impl¨ªcitas.
Pero las metas de inflaci¨®n nunca fueron un concepto obvio, y la crisis financiera lo desacredit¨®. En 2003, Ben Bernanke, por entonces miembro del Consejo de Gobernadores de la Reserva Federal de EE UU, declar¨® en un discurso que muchos estadounidenses consideraban las metas de inflaci¨®n "extra?as, impenetrables y posiblemente un tanto subversivas". Ese sentimiento es hoy m¨¢s fuerte.
Siempre hubo incertidumbre respecto de hasta d¨®nde los bancos centrales deb¨ªan intentar corregir o limitar las burbujas de los precios de los activos cuando no hab¨ªa un aumento correspondiente en el nivel general de la inflaci¨®n. Los crecientes precios de los activos conducen a un incremento general del poder adquisitivo, porque muchos tenedores de activos est¨¢n dispuestos a pedir m¨¢s dinero prestado, y pueden hacerlo. Muchos europeos intentaron argumentar en los ¨²ltimos a?os que la pol¨ªtica monetaria tambi¨¦n deber¨ªa tener en cuenta el desempe?o de los precios de los activos, mientras que estrategas pol¨ªticos y acad¨¦micos estadounidenses, en gran medida, rechazaron esta estrategia.
El problema es que los precios de los activos y la inflaci¨®n de los precios de consumo pueden avanzar en diferentes direcciones, como lo hicieron en los a?os 2000, y que sopesar ambos factores producir¨ªa recomendaciones pol¨ªticas inconsistentes. En consecuencia, los bancos centrales corrieron el riesgo de dar la impresi¨®n de que nos segu¨ªa una l¨ªnea formulada claramente. La credibilidad asociada con una regla simple desapareci¨®.
Despu¨¦s de la crisis financiera nos hemos vuelto m¨¢s sabios. La formulaci¨®n de la pol¨ªtica monetaria se ha vuelto un proceso m¨¢s complejo, pero tambi¨¦n un proceso m¨¢s politizado, raz¨®n por la cual es probable que se vuelva m¨¢s ca¨®tico, con marcadas diferencias entre las estrategias nacionales. Sigue siendo poco probable que la Fed y el Banco de Inglaterra se preocupen por el surgimiento de nuevos tipos de burbujas de activos en los mercados accionarios o las materias primas. Pero el Banco Central Europeo (BCE) estar¨¢ m¨¢s preocupado.
Mientras las divergencias se vuelven m¨¢s expl¨ªcitas, la demanda de un debate pol¨ªtico m¨¢s amplio sobre pol¨ªtica monetaria y de una participaci¨®n pol¨ªtica en su formulaci¨®n se volver¨¢ m¨¢s intensa. El Comit¨¦ de Pol¨ªtica Monetaria del Banco de Inglaterra muchas veces ha sido presentado como pionero a la hora de transparentar la pol¨ªtica monetaria. Pero, desde el principio, la transparencia que result¨® de la temprana publicaci¨®n de qui¨¦nes votaron a favor y en contra de los aumentos de tipos de inter¨¦s llev¨® a una identificaci¨®n p¨²blica de los miembros del Comit¨¦ como halcones o palomas.
Si resulta evidente qui¨¦n votar¨¢ a favor de qu¨¦ medida, habr¨¢ una mayor demanda de un debate p¨²blico sobre a qui¨¦n se deber¨ªa elegir: ?por qu¨¦ no elegir al Comit¨¦ de Pol¨ªtica Monetaria, ya que, efectivamente, es un gobierno monetario? En Europa, un debate similar sobre la responsabilidad pol¨ªtica de los bancos centrales europeos se viene gestando incluso desde antes de que se creara el BCE. Las tensiones entre los defensores de soluciones pol¨ªticas diferentes derivar¨¢n en una demanda de una mayor participaci¨®n pol¨ªtica.
Este ejercicio parece una repetici¨®n dram¨¢tica de la historia entreguerras, cuando resultaba imposible llegar a un consenso sobre pol¨ªticas y marcos de pol¨ªticas mutuamente consistentes. En aquel entonces, tambi¨¦n, a los bancos centrales se los responsabiliz¨® cuando su marco de pol¨ªtica (en ese momento, el patr¨®n oro) se desintegr¨®. En consecuencia, la nacionalizaci¨®n del banco central se volvi¨® una plataforma importante de la izquierda brit¨¢nica o francesa.
Eso, a su vez, despej¨® el camino para la manipulaci¨®n de las monedas en beneficio de exportadores, empresarios y sindicatos. El resultado fue un caos monetario internacional, precisamente la pendiente que hoy estamos transitando.
Harold James es profesor de Historia y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y profesor de la c¨¢tedra Marie Curie en el European University Institute de Florencia. ? Project Syndicate, 2009. Traducci¨®n de Claudia Mart¨ªnez.
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