Un hombre justo
PIEDRA DE TOQUE. El suizo Ernst Keller, una 'rara avis' en el mundo de hombres de negocios y empresarios, dedic¨® su vida a convencer a las grandes corporaciones mundiales para que invirtieran en Am¨¦rica Latina
En la Kunsthaus de Z¨²rich, uno de los principales museos de Europa, se acaba de rendir un homenaje a Ernst Keller, alguien que se hubiera sentido muy inc¨®modo y fuera de lugar oyendo tantos elogios de su persona y en medio de semejante despliegue social y relumbr¨®n. Era en eso muy suizo: discreto, t¨ªmido, frugal y como empe?ado en alcanzar siempre el ideal de la invisibilidad. Pero fue toda su vida un trabajador incansable y una rara avis en el mundo de hombres de negocios y empresarios en el que gran parte de su vida transcurri¨®.
No al principio, pues naci¨® en una familia humilde y obrera, origen del que estaba orgulloso. Se labr¨® un porvenir muy pronto, gracias a su talento y a su esfuerzo, y desde muy joven adquiri¨® la convicci¨®n que guiar¨ªa siempre su trabajo: que la raz¨®n de ser de un empresario era no s¨®lo tener ¨¦xito sino sentar un ejemplo y obrar de tal manera que el conjunto de la sociedad, y en especial los menos favorecidos, se beneficiaran con sus logros. Cre¨ªa con obstinaci¨®n que el progreso de las naciones no era ni pod¨ªa ser obra de los Gobiernos sino de la sociedad civil, alentada y guiada por la iniciativa privada.
Cre¨ªa que el progreso de las naciones no pod¨ªa ser obra de los Gobiernos, sino de la sociedad civil
A muchos parecer¨¢ quim¨¦rica su personalidad en el siglo de tiburones como Madoff
Eso quiso ser Adela, Compa?¨ªa de Inversiones, la obra a la que dedic¨® buena parte de su vida y que lo llev¨® a conocer Am¨¦rica Latina de cabo a rabo y a hacer, ¨¦l solo, por el progreso y modernizaci¨®n del nuevo continente m¨¢s que muchos Gobiernos y centenares de pol¨ªticos latinoamericanos.
Su idea era muy simple: convencer a las grandes corporaciones de Europa y Estados Unidos para que, asociadas con empresarios e inversionistas de Am¨¦rica Latina, sembraran el territorio comprendido entre el R¨ªo Grande y la Tierra del Fuego de compa?¨ªas que crearan decenas de miles de puestos de trabajo y desarrollaran los recursos naturales y humanos de las 20 rep¨²blicas de modo que Am¨¦rica Latina dejara atr¨¢s el subdesarrollo y se convirtiera en un mundo libre y pr¨®spero. Los tiempos en que trat¨® de materializar su proyecto a favor de la libre empresa y la iniciativa de emprendedores privados no pod¨ªan ser peores: los a?os cincuenta y sesenta fueron los del lento suicidio econ¨®mico y pol¨ªtico de los pa¨ªses latinoamericanos, entre dictaduras y seudodemocracias populistas empe?adas unas y otras en levantar barreras para defenderse del capital invasor, en hacer crecer los Estados mediante el intervencionismo y las nacionalizaciones (es decir, multiplicando la ineficiencia y la corrupci¨®n) y trabando y acosando sin tregua al sector privado de la econom¨ªa que, por esta raz¨®n, a menudo, permanecer¨ªa raqu¨ªtico y anquilosado.
Pese a ello, lo que Ernst Keller consigui¨®, en los 20 a?os que estuvo en Am¨¦rica Latina, teniendo a Lima como centro de operaciones pero viajando incansablemente por todos los rincones del continente, fue inmenso. Recuerdo una noche en Sigriswil, en su casa atiborrada de recuerdos en lo alto de una monta?a rodeada de bosques y de lagos, haberle o¨ªdo contar sus desmelenamientos con algunos de los monstruos de la ¨¦poca (los Somoza, los Trujillo, los P¨¦rez Jim¨¦nez, los Stroessner) y los gobiernos civiles, para obtener los permisos necesarios a la apertura de f¨¢bricas, denunciar los tr¨¢ficos y chantajes de los bur¨®cratas y los politicastros podridos, y sus gestiones incansables con parlamentarios, ministros, directores, militares, a fin de persuadirlos de que los inversores no eran los enemigos sino las herramientas indispensables para que una sociedad pobre saliera de la pobreza. A pesar de la atm¨®sfera delet¨¦rea, intoxicada de trabas, de la Am¨¦rica Latina de hace 40 a?os, gracias a Adela y Ernst Keller cientos de empresas se crearon a lo largo del continente, sin las cuales los pa¨ªses latinoamericanos ser¨ªan hoy m¨¢s pobres y con m¨¢s desocupados de los que tienen.
Cuando Ernst y Lisa, su mujer, regresaron a su tierra natal se trajeron a Suiza la Am¨¦rica Latina con la que hab¨ªan llegado a transustanciarse. No s¨®lo su casa estuvo siempre abierta a los amigos que ven¨ªan de all¨¢: tambi¨¦n sus consejos, contactos y relaciones con el mundo de los negocios y las finanzas en el que Keller hab¨ªa alcanzado merecido prestigio. Yo lo conoc¨ª a fines de los a?os ochenta, en un per¨ªodo en el que las circunstancias me hab¨ªan empujado a vivir una aventura pol¨ªtica. Nunca olvidar¨¦ la manera tan generosa y desinteresada como trabaj¨® conmigo, ayud¨¢ndome a convencer a potenciales inversores europeos que el Per¨² -en ruinas en aquel momento por obra del desenfrenado populismo- no estaba perdido para siempre, que pod¨ªa levantarse y convertirse en un pa¨ªs atractivo y promisorio para los empresarios con visi¨®n de futuro.
Ten¨ªa un patrimonio importante pero viv¨ªa con modestia. Su ¨²nico lujo era la m¨²sica. Gozaba con los cl¨¢sicos y alguna vez lo vi, en Salzburgo, con los ojos h¨²medos de la emoci¨®n, escuchando a Beethoven, sobre todo si lo interpretaba la Filarm¨®nica de Berl¨ªn bajo la batuta de Claudio Abbado, el maestro al que m¨¢s admiraba. Era recio como un buey: a los 80 a?os jugaba tenis, trepaba cerros alegremente y se deslizaba por las pistas de nieve como un diestro esquiador.
Cuando Lisa, la compa?era de toda la vida, se muri¨®, algo se quebr¨® en ¨¦l. Guardaba las formas, pero ya nunca m¨¢s fue el mismo, una secreta chispa vital se hab¨ªa apagado en su esp¨ªritu. Dedic¨® entonces todas sus energ¨ªas y su tiempo a crear la Fundaci¨®n Educaci¨®n a la que legar¨ªa sus bienes. Gracias a ella, en los 16 a?os que lleva de existencia, varios cientos de j¨®venes peruanos, colombianos, hondure?os, guatemaltecos y salvadore?os procedentes de familias sin recursos recibir¨ªan becas y pr¨¦stamos gracias a los cuales podr¨ªan estudiar en las universidades m¨¢s prestigiosas y alcanzar una formaci¨®n del m¨¢s alto nivel. De manera que, m¨¢s all¨¢ de la tumba, Ernst Keller ha seguido todos estos a?os y seguir¨¢ en el futuro trabajando porque esa Am¨¦rica Latina que tanto quiso sea alguna vez una tierra de libertad, justicia y prosperidad.
Ya lo ser¨ªa si hubiera en su seno y en el mundo muchas gentes como ¨¦l. Transpiraba honestidad y lo ¨²nico que sol¨ªa sublevarlo y hacerle levantar la voz eran los casos de piller¨ªa y de tr¨¢ficos que se encontraba a veces en los peri¨®dicos, sobre todo si los protagonistas del desfalco, estafa o fraude eran empresarios de renombre, gentes que, gracias a los negocios, hab¨ªan alcanzado fortuna y notoriedad. Se sent¨ªa decepcionado y traicionado en una profesi¨®n que, para ¨¦l, era la m¨¢s noble y creativa, la locomotora de la civilizaci¨®n.
A muchos parecer¨¢ tal vez quim¨¦rica una personalidad como la que rese?o en el siglo de los grandes tiburones del capitalismo como el se?or Madoff y los banqueros que se autogratificaban con cientos de millones de d¨®lares mientras sus bancos (y los desventurados ahorristas que confiaron en ellos) se iban a la quiebra. Y, sin embargo, la verdad es que la grandeza material de las naciones, como cre¨ªa Ernst Keller, no hubiera sido posible sin hombres y mujeres de su temple, decencia y laboriosidad. Gentes an¨®nimas, que no llegan a las columnas fr¨ªvolas ni a las p¨¢ginas rojas de los peri¨®dicos, que se pasan la vida trabajando, empe?adas en averiguar las maneras m¨¢s eficaces y econ¨®micas de satisfacer las necesidades de los dem¨¢s y, de este modo, competir con ¨¦xito en esos mercados que regulan la vida e impiden que se vuelva un aquelarre en los pa¨ªses libres. Gentes que respetan la ley, porque respetarla es menos oneroso que transgredirla o porque viven una fe y unos principios que los obligan a ello, y que se sienten mejor, m¨¢s seguras y serenas obrando honestamente que delinquiendo. Son la inmensa mayor¨ªa y, sin embargo, los representantes del sistema que ellos hacen funcionar y mejoran cada d¨ªa, son casi siempre, por desgracia, no ellos sino las excrecencias fr¨ªvolas y sus grotescos dispendios, o los delincuentes de guante blanco y alma sucia que hacen las delicias de los espect¨¢culos informativos cotidianos.
La democracia trajo la paz social, la convivencia entre personas que pensaban distinto y rezaban a dioses diferentes, disminuy¨® la violencia en las relaciones humanas e hizo posible que surgieran instituciones como los derechos humanos, la legalidad y la libertad. Pero la democracia no trae prosperidad y sin ella las bases que la sostienen son muy d¨¦biles y por eso, como lo saben los pa¨ªses subdesarrollados, corre el riesgo de desplomarse a cada rato. El progreso material que ha llevado a la civilizaci¨®n a los prodigios tecnol¨®gicos y cient¨ªficos de nuestros d¨ªas y a los alt¨ªsimos niveles de vida de que gozan los pa¨ªses industriales avanzados, fue obra del sistema que, encarnado en emprendedores como Ernst Keller, nos sac¨® de la vida ferina y nos ha hecho llegar a las estrellas. Conviene no olvidarlo ahora que, como consecuencia de la crisis, se elevan voces truculentas pidiendo acabar con ¨¦l.
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2009. ? Mario Vargas Llosa, 2009.
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