El arte del camale¨®n
La virtud principal del Partido Nacionalista Vasco, en la pr¨¢ctica pol¨ªtica de los ¨²ltimos treinta a?os, ha sido una extraordinaria capacidad de maniobra. El PNV pod¨ªa pactar con cualquiera sin que eso supusiera la m¨¢s m¨ªnima mella en la fe de su electorado y sin ning¨²n cuestionamiento de sus objetivos finales. Diversas circunstancias explicaban esa capacidad de adaptaci¨®n: el PNV aparec¨ªa, a ojos de todos, como la fuerza pol¨ªtica que vertebraba Euskadi; hab¨ªa trasplantado, de hecho y de derecho, sus propios s¨ªmbolos a la simbolog¨ªa estatutaria; la fidelidad de su voto estaba a salvo de cualquier pacto, de cualquier alianza. Todos admiraban (y envidiaban) esa condici¨®n y todos comprend¨ªan que ese ventajoso atributo era una singularidad del PNV.
Pero los meses de gobierno socialista est¨¢n derribando el mito. A¨²n m¨¢s, cabr¨ªa aventurar una hip¨®tesis distinta: lo que siempre se ha interpretado como un atributo particular del PNV quiz¨¢s sea, simplemente, un atributo que corresponde en todo caso al partido que gobierne en Vitoria. Es asombrosa la facilidad con que el PSE se ha enfundado ese mim¨¦tico uniforme, que parec¨ªa, err¨®neamente, propiedad del PNV. Hoy los socialistas mantienen un acuerdo de estabilidad con el Partido Popular, pero ello no le impide sintonizar con el PNV para estabilizar las cuentas del Estado o para ampliar el agujero negro del aborto. Del mismo modo, es factible que en un futuro escenario de normalizaci¨®n pol¨ªtica el PSE emprenda, en confirmaci¨®n de vagas tentativas anteriores, una pol¨ªtica de izquierdas buscando acuerdos con fuerzas abertzales de car¨¢cter democr¨¢tico. El PSE, en fin, ha igualado en pocos meses el camale¨®nico recorrido del PNV, que en sus tiempos pod¨ªa cerrar acuerdos de gobierno en Euskadi con los socialistas, apoyar en Madrid al primer Gobierno Aznar, oponerse al segundo Gobierno Aznar, llegar a acuerdos bajo firma con lo m¨¢s siniestro de la izquierda radical, o concertar un tripartito con Eusko Alkartasuna y Ezker Batua. La sentencia de Ibarretxe, declarando que el tripartito PNV-EA-EB representaba el cauce central de la sociedad vasca s¨®lo era entendible desde esa perspectiva: el verdadero cauce central era el PNV y esa poderosa evidencia permit¨ªa aceptar a cualquier persona o personaje como eventual compa?ero de cama, de viaje o de pupitre.
Lo que siempre hab¨ªamos considerado atributo del PNV resulta en realidad un efecto mec¨¢nico del fragmentado escenario pol¨ªtico de Euskadi, una caracter¨ªstica atribuible, per se, al partido que ocupe Ajuria Enea. El PSE, si toma perspectiva ante el tablero, puede concebir el ajedrez pol¨ªtico como un ej¨¦rcito de peones a su servicio. Lo cual, sorprendentemente, empieza a dar posibilidades de subsistencia a largo plazo a la alianza constitucionalista y deja al PNV mucho m¨¢s desorientado de lo que ni siquiera alcanza a sospechar.
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