El torturado que gan¨® a la CIA
Abu Omar, 'El Egipcio', ex im¨¢n de Mil¨¢n, fue apresado ilegalmente en 2003 y llevado a Egipto, donde afirma haber sufrido un martirio de cuatro a?os. Un juez italiano ha condenado por ello a 22 agentes de la CIA. Ahora, en El Cairo, Omar relata a EL PA?S el caso y sus secuelas
Todo el mundo le conoce como Abu Omar, El Egipcio, pero se llama Osama Mustaf¨¢ Hassan Nasr. Tiene 46 a?os, una densa barba gris tirando a blanca, la piel fina y tostada. Es padre de tres hijos, ex marido de dos mujeres. Y goza de una fama internacional a la que, si pudiera, renunciar¨ªa con gusto.
El pasado 4 de noviembre, el juez italiano Oscar Magi conden¨® a 22 agentes de la CIA, a un teniente coronel de la Fuerza A¨¦rea estadounidense y a dos agentes secretos italianos por el secuestro de Abu Omar.
La sentencia le reconoc¨ªa el derecho a ser reparado por la violaci¨®n de sus derechos. "M¨¢s que hist¨®rica, la sentencia ha sido un milagro", comenta el cl¨¦rigo vestido de blanco mientras toma un t¨¦ con leche en un hotel de El Cairo.
"En la prisi¨®n donde estuvo encerrado hab¨ªa 40 o 50 secuestrados m¨¢s. De Espa?a, que yo sepa, no"
Abu Omar (el padre de Omar) es un musulm¨¢n como Al¨¢ manda: elocuente, espiritual y luchador
Abu Omar, que sigue profesando el islamismo radical, considera a Al Qaeda como "un grupo de chiflados"
"?Volver a Europa? No, estoy en la lista negra. Supongo que me siguen vigilando. Pero sigo adelante"
Lo primero que ha contado al llegar en tren desde Alejandr¨ªa, la ciudad donde naci¨® y donde vive ahora, es que EL PA?S fue el primero que le entrevist¨®, en 2007, al acabar su calvario de cuatro a?os por tres prisiones egipcias, dos de ellas secretas, en las que, seg¨²n afirma, fue torturado cada d¨ªa durante 14 meses seguidos.
Su secuestro fue uno m¨¢s entre los cientos cometidos en nombre del programa Extraordinary Renditions, eufemismo que camufla la guerra clandestina contra el terrorismo abierta por la Administraci¨®n Bush tras los ataques a las Torres Gemelas.
La pena m¨¢s grave de las 25 dictadas fue para el antiguo jefe de la CIA en Mil¨¢n, Robert Seldon Lady: ocho a?os de c¨¢rcel. Al teniente coronel de aviaci¨®n Joseph L. Romano, comandante del 37 Escuadr¨®n, y a 21 funcionarios de la agencia de inteligencia les cayeron cinco a?os. Adem¨¢s, el juez conden¨® a tres a?os a Pio Pompa (principal acusado en otro caso de espionaje durante el anterior Gobierno de Silvio Berlusconi) y a Luciano Seno, miembros de la inteligencia militar italiana (SISMI).
El juez Magi, en cambio, no pudo emitir un veredicto sobre tres altos funcionarios estadounidenses y cinco italianos, que se libraron gracias a la inmunidad diplom¨¢tica, los primeros, y al secreto de Estado, los segundos, aunque el fiscal milan¨¦s Armando Spataro, promotor del proceso, batall¨® duramente por evitarlo. "Con la oposici¨®n de Berlusconi, Prodi y los norteamericanos parec¨ªa imposible llegar al final del juicio", explica el ex im¨¢n. "Spataro es un h¨¦roe, y Berlusconi el peor gobernante de la historia. Ojal¨¢ tambi¨¦n ¨¦l acabe en la c¨¢rcel...".
Spataro, uno de esos magistrados milaneses que mantienen alta la bandera de la denostada justicia italiana, pidi¨® a su Gobierno que reclamase a Estados Unidos la entrega de los agentes de la CIA. Primero Berlusconi y luego Prodi se negaron a solicitar la extradici¨®n, y blindaron el proceso contra los responsables del SISMI. "Me entristece que no hayan pagado su deuda Niccol¨° Pollari, el jefe de los servicios secretos, y los jefes estadounidenses", afirma el cl¨¦rigo.
Los condenados deber¨ªan indemnizar con un mill¨®n de euros a Abu Omar y medio mill¨®n m¨¢s a su ex mujer, Nabila Gahli. "Mand¨¦ en febrero un mensaje a Obama por Internet dici¨¦ndole que quiero ser resarcido, pero no me ha contestado. Esperaremos. Si no cobro yo la indemnizaci¨®n, igual mis hijos s¨ª. Un mes, un a?o, 100 a?os. Lo importante es que nos devuelvan lo que es nuestro".
El Egipcio sabe ya que Washington ha mostrado su "decepci¨®n" por una resoluci¨®n que puede generar nuevas investigaciones. "En la prisi¨®n donde estuve encerrado hab¨ªa 40 o 50 secuestrados m¨¢s", dice. "Los cogieron en Pakist¨¢n, Chechenia, Uzbekist¨¢n, Yemen, Arabia Saud¨ª, Canad¨¢, Estados Unidos, Suecia... ?En Espa?a? No, que yo sepa no".
Hoy, Abu Omar sigue profesando el islamismo radical ("para m¨ª, el islam lo impregna todo"), pero ya no da sermones y no parece un terrorista peligroso. Considera que Al Qaeda es "un reducido grupo de chiflados", dice "no comprender" los ataques del 11-S, y se siente "ofendido" por los atentados en Madrid. "Espero que Espa?a haga justicia pronto", afirma con ganas de agradar y cierto candor desinformado.
Si se le pregunta si defiende la yihad, responde que "yihad no significa guerra santa, sino resistencia y contenci¨®n. El problema es que Occidente no quiere islamistas en el poder. Nos roba el petr¨®leo, invade nuestros mercados, cree que s¨®lo somos una vaca a la que orde?ar. No podemos aceptar una cosa as¨ª. ?La democracia es matar ni?os en Palestina o Irak? ?Si procesaron a Pinochet, no deber¨ªan procesar tambi¨¦n a Bush y a Blair?".
Corpulento y no muy alto, de mirada franca y sonrisa permanente, Abu Omar (textualmente el padre de Omar) es un musulm¨¢n como Al¨¢ manda: elocuente, espiritual y luchador. De joven fue un radical, y perteneci¨® al grupo Al Gama'a Al Arabiyya, que luchaba por derrocar a Hosni Mubarak y que en 1997 fue acusado de instigar la matanza de Luxor.
Antes de eso, en 1988, siendo estudiante de Derecho, Nasr pas¨® seis meses en un campo de detenci¨®n. "Ya entonces fui torturado. Ten¨ªa s¨®lo 23 o 24 a?os. Luego decid¨ª irme del pa¨ªs", explica. "Pas¨¦ por Jordania, Yemen, Pakist¨¢n, Albania, Alemania y en 1997 llegu¨¦ a Italia. En 2001 me dieron el estatus de refugiado pol¨ªtico".
Se instal¨® en Mil¨¢n y se convirti¨® en el im¨¢n de la ciudad. All¨ª viv¨ªa con su mujer y sus dos hijos (Sara, que hoy tiene 15 a?os, y Omar, 12) cuando su vida dio un vuelco inesperado. Hoy, m¨¢s sereno pero todav¨ªa herido por dentro, recuerda con buena oratoria -traduce al italiano el int¨¦rprete y fot¨®grafo Daniele Orsini- y una memoria espl¨¦ndida -los imanes se aprenden el Cor¨¢n-, la pel¨ªcula de su secuestro.
"Era 17 de febrero de 2003. Sal¨ª de casa a las 11.45. Siempre iba a la mezquita andando, por el mismo camino. Vi una furgoneta blanca que circulaba a mi lado. Dobl¨¦ en una calle m¨¢s peque?a y un 127 rojo se par¨® enfrente. Bajaron dos personas que me parecieron americanos, de piel blanca y rojiza y pelo rubio, diferentes del aspecto f¨ªsico italiano. Uno se acerc¨® dici¨¦ndome que era polic¨ªa y ense?¨¢ndome la placa. Me pidi¨® los documentos, le di el pasaporte italiano y el permiso de residencia. Llevaba 450 euros, ese d¨ªa iba a pagar el alquiler de la casa. El tipo sac¨® el m¨®vil y se puso a hablar apoyado en la pared. En un momento dado, not¨¦ que dos gigantes me cog¨ªan por detr¨¢s. Me metieron en la furgoneta blanca. Me pusieron un pasamonta?as".
"En la furgoneta hab¨ªa cuatro personas. No s¨¦ si eran americanos o italianos porque no dijeron una palabra. El tipo que me abord¨® se subi¨® al 127. La furgoneta se puso en marcha. Tuve problemas de respiraci¨®n, as¨ª que me abrieron la ropa, me dieron un masaje cardiaco y me levantaron el pasamonta?as para ver si estaba vivo o muerto. El viaje dur¨® cinco horas, quiz¨¢ cuatro y media. Cuando el coche se par¨® [en la base militar de Aviano], me metieron en otro veh¨ªculo. No s¨¦ si era un coche o un avi¨®n, estaba muy confuso (era un avi¨®n). Ese trayecto fue m¨¢s corto. Tres horas y media, cuatro. Llegamos y me hicieron bajar; hac¨ªa mucho fr¨ªo. O¨ª ruidos de motor, parec¨ªa un aeropuerto. Luego supe que era la base de Ramstein, en Alemania. Me metieron en una habitaci¨®n durante diez minutos. Me cortaron la ropa con tijeras y me pusieron otra cosa encima, las mangas y las perneras eran cortas. Me izaron en volandas y me hicieron subir a un avi¨®n".
"Me tiraron al suelo y parec¨ªa una nevera. Luego empez¨® a calentarse, pusieron m¨²sica cl¨¢sica. Despu¨¦s me colocaron algo en las orejas y dej¨¦ de o¨ªr. Me ataron un cable al dedo del pie, quiz¨¢ para controlar el ritmo cardiaco. Luego sent¨ª el despegue. Me pusieron ox¨ªgeno, pero no me dieron ni comida ni bebida, tampoco pude ir al ba?o. Me ataron las mu?ecas y los brazos con pl¨¢sticos. Me taparon los ojos con una cinta adhesiva. El viaje dur¨® ocho o nueve horas. Cuando bajamos, eran tres o cuatro escaleras: supe que era un avi¨®n militar o privado. Me metieron en un coche, y al bajar me destaparon los o¨ªdos. Alguien dijo algo en dialecto egipcio, y o¨ª la llamada al rezo; dec¨ªa: 'El rezo es mejor que el sue?o', deb¨ªan ser las cuatro de la ma?ana".
"Llevaba 16 horas atado. Me sangraban las mu?ecas y los tobillos. Me quitaron las esposas de las manos, pero no las de los pies, y me subieron a otro coche. Al llegar, me quitaron la venda de los ojos y me desgarraron tiras de piel. Me hac¨ªan preguntas de rutina, y entonces me dicen: 'Osama, hay una personalidad que quiere hablar contigo, te va a hacer una pregunta y debes contestar s¨ª o no'. La pregunta era: '?Aceptas volver a Italia en ese avi¨®n y no contar lo que ha pasado?'. Le dije que no, y me respondi¨®: 'No digas nada m¨¢s'. Despu¨¦s supe que en esa habitaci¨®n hab¨ªa varios americanos, entre ellos el jefe de la CIA en Mil¨¢n, Robert S. Lady, que estuvo presente en las torturas que sufr¨ª esos d¨ªas. El que me pregunt¨® era el ministro del Interior, Habib el Adli. Todav¨ªa lo es".
"Luego me llevaron a una celda y me dijeron: aqu¨ª vivir¨¢s. Me quitaron la venda y vi una habitaci¨®n vac¨ªa de 2¡Á1,5 metros. Era el edificio de la Inteligencia General Egipcia, no lejos del palacio presidencial. Pas¨¦ siete meses all¨ª. Aislado. Los interrogatorios se hac¨ªan en dos sesiones diarias. De once a tres de la ma?ana, y de once a tres de la noche. En Egipto, interrogatorio quiere decir tortura. La primera fue al d¨ªa siguiente. Me ataron las manos a una pierna para re¨ªrse de m¨ª. Ca¨ª al suelo y me quitaron los pantalones. En la sesi¨®n hab¨ªa miembros de la CIA. Me dieron descargas el¨¦ctricas en los test¨ªculos, golpes con cables, con las manos, pu?etazos. Toda clase de torturas y vejaciones. Un d¨ªa pusieron un colch¨®n ba?ado de agua y me tumbaron en ¨¦l. Un guardia se sentaba en una silla a mis pies y otro junto a mi cabeza para evitar que volara cuando soltaban la corriente. Me hac¨ªan tortura psicol¨®gica, preguntas in¨²tiles... O me cog¨ªan los test¨ªculos con la mano y apretaban".
"Siempre ten¨ªa los ojos vendados. No sab¨ªa si era de noche o de d¨ªa. Una ma?ana me quitaron la venda y me hicieron firmar dos papeles. Uno dec¨ªa que hab¨ªa llegado a Egipto sin nada (se quedaron los 450 euros), el otro que no hab¨ªa sido torturado. Me pegaron hasta que firm¨¦. No sab¨ªa qu¨¦ mes era, me enter¨¦ por los papeles: septiembre de 2003. Hab¨ªan pasado siete meses. Me metieron en un coche. Pens¨¦: me llevan a Italia".
Pero no. "Me llevaron a la sede de la Seguridad del Estado. M¨¢s sucio que el primero en todos los sentidos: peor trato, lugar m¨¢s horrible. Torturaban a conciencia. La celda era peque?a y ol¨ªa horriblemente. Era un ba?o nauseabundo, lleno de ratas y escarabajos. Hab¨ªa un agujero en el suelo para hacer las necesidades. Me dec¨ªan: 'Cada vez que sientas que se abre la puerta, ponte de pie y levanta las manos, si no te damos una descarga'. Todo el tiempo se o¨ªan los gritos de las otras celdas, ah¨ª se me puso la barba cana. Esa c¨¢rcel secreta depend¨ªa de Omar Suleiman. Todav¨ªa sigue en el cargo, se dice que ser¨¢ candidato a las presidenciales. Pas¨¦ all¨ª otros siete meses".
"Dos meses antes de que me soltaran, el tratamiento mejor¨® y me hicieron una oferta. Si iba al fiscal, y declaraba que hab¨ªa vuelto a Egipto por mi voluntad, porque estaba harto de Europa, me dejar¨ªan irme. Lo dije, y me soltaron. Era abril de 2004. Me dijeron que deb¨ªa cumplir siete condiciones: no irme de Egipto, no contar el secuestro, no llamar a mi mujer y mis hijos a Europa, no salir en televisi¨®n, no hablar con organizaciones de derechos humanos, no ser im¨¢n nunca m¨¢s, y no salir de Alejandr¨ªa. Cuando llegu¨¦ a casa llam¨¦ a mi mujer y se lo cont¨¦ todo. A las dos semanas, lleg¨® la Seguridad del Estado y me pusieron la cinta con la conversaci¨®n de mi mujer. Se la dar¨ªa el Gobierno italiano, supongo".
"En mayo de 2004 me mandaron a la c¨¢rcel de Tura. All¨ª estuve casi dos a?os. Muchos presos ven¨ªan de la c¨¢rcel de Suleiman. Tambi¨¦n hab¨ªan sido secuestrados en el extranjero. Casi todos eran egipcios, pero el m¨¢s famoso era el libio Bin Sheijk el Libi (muerto en 2009 a causa de un presunto suicidio). Cont¨® bajo tortura que Sadam ten¨ªa relaciones con Al Qaeda, los egipcios pasaron la informaci¨®n a Estados Unidos, y con eso montaron la invasi¨®n de Irak. Bajo tortura dices lo que sea".
"En Tura me pusieron en aislamiento, pero mi mujer me visit¨® una vez y le¨ªa los peri¨®dicos. Me enter¨¦ del secuestro de la periodista italiana Giuliana Sgrena en Irak, y escrib¨ª una carta pidiendo su liberaci¨®n. En ese momento explot¨® mi historia. Spataro y su grupo empezaron a investigar y a presionar a la justicia egipcia. Yo empec¨¦ a escribir mi relato, y se publicaron 14 p¨¢ginas. Mi familia demand¨® al ministro del Interior, el tribunal acept¨® la demanda, me soltaron, me volvieron a encarcelar, el caso creci¨® y los americanos vinieron a la c¨¢rcel a negociar. Dije que no, y en febrero de 2007 lleg¨® la liberaci¨®n. No hab¨ªa cargos contra m¨ª".
"?Volver a Europa? No, estoy en la lista negra. Supongo que me siguen vigilando. Esto es una dictadura, el tirano lleva 28 a?os en el poder y se lo quiere ceder a su hijo. Pero sigo adelante. Hace tres meses me divorci¨¦ de mi mujer, estaba destruido moral y f¨ªsicamente, muy nervioso. Los problemas f¨ªsicos se curan, los psicol¨®gicos son m¨¢s duros".
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