Machismo y mordaza
Soy mujer y no me gusta que me maltraten. Lo juro. La brutalidad machista me subleva. Tambi¨¦n soy periodista, y no me gusta que me callen. Desconf¨ªo por tanto de aquellos que pretenden imponer su criterio por la v¨ªa de silenciar al disidente.
Lectoras indignadas por el art¨ªculo Revanchismo de g¨¦nero, firmado por Enrique Lynch, han protestado ante la Defensora del Lector de EL PA?S no ya por su contenido, sino por el hecho de que se haya publicado. Semejante texto, dicen, nunca debi¨® haber visto la luz en estas p¨¢ginas. Los motivos: contiene "ideas retr¨®gradas y confundidas", presenta "un punto de vista funesto y equivocado". Es "una apolog¨ªa de la violencia machista". Una psic¨®loga concluye que este diario "no respeta a las mujeres".
Agitar el tarro de las esencias para llamar a la censura es entrar en un terreno muy resbaladizo
Una ojeada a los comentarios que ese mismo art¨ªculo ha suscitado en EL PA?S digital ofrece, sin embargo, un panorama diferente, muy alejado de tanta unanimidad. De las 85 opiniones registradas, 39 (un 46%) critican a Lynch, pero 34 (el 40%) est¨¢n de acuerdo con ¨¦l. (El resto no se define o son intercambios entre los participantes). S¨®lo ocho lamentan que la columna se haya publicado. Exactamente el mismo n¨²mero que agradece al autor su valent¨ªa por haberla escrito. El texto fue enviado 175 veces, una cifra bastante alta, seg¨²n los expertos de la web.
Fij¨¦monos en los defensores de Lynch. Muchos hombres y algunas mujeres. La mayor¨ªa aboga por la igualdad y deplora el sesgo revanchista que dicen percibir en el movimiento feminista. Muchos creen que la campa?a publicitaria del Gobierno que dio pie al art¨ªculo fomenta la rivalidad porque sit¨²a a la mujer por encima del hombre. "?No es mejor decir que ning¨²n ser humano es m¨¢s ni menos que otro?", sugieren varios lectores.
Otros comentarios cuestionan la idoneidad de la discriminaci¨®n positiva, la ruptura del principio de igualdad de los ciudadanos ante la ley, las falsas denuncias de malos tratos para sacar ventaja en los procesos de separaci¨®n o el papel de las propias mujeres en la reproducci¨®n de las conductas machistas, al que tambi¨¦n alud¨ªa el autor. Es decir, que el art¨ªculo ha sacado a la palestra cuestiones que inquietan a la opini¨®n p¨²blica, pero que se soslayan en el debate pol¨ªtico y en los propios medios de comunicaci¨®n.
?No sentimos todos estupor al saber que un hombre ha sufrido 11 meses de c¨¢rcel en Sevilla por una falsa acusaci¨®n de malos tratos? ?No conocemos a jefas que ejercen el acoso laboral con la misma fruici¨®n que el m¨¢s cabronazo de los jefes? ?Cu¨¢ntos abusos sexuales infantiles no se perpetran arropados con el silencio c¨®mplice de la madre? Este mismo domingo Elvira Lindo describ¨ªa un caso desgarrador en su columna de EL PA?S. S¨ª, claro, ah¨ª nos sumergimos en el escabroso mundo de las patolog¨ªas psiqui¨¢tricas. ?No entran dentro de esa categor¨ªa los celos enfermizos que conducen al asesinato y al suicidio? ?O la dependencia que lleva a algunas mujeres a buscar y defender a sus maltratadores? ?Es machista el octogenario que despu¨¦s de cuidar durante 20 a?os a una esposa con Alzheimer acaba mat¨¢ndola y quit¨¢ndose ¨¦l despu¨¦s la vida? ?stos son casos reales. Y la realidad, con sus aristas, no siempre encaja en etiquetas simplificadoras. Por eso, la ley contra la violencia de g¨¦nero, necesaria como es, nunca acabar¨¢ de poner orden en los oscuros corredores de la naturaleza humana.
La columna de Lynch (al margen de lo que yo opine sobre ella) ha generado un interesante intercambio en la web. Y todos esos lectores, los favorables y los contrarios, tambi¨¦n forman parte de EL PA?S, cuya identidad est¨¢ marcada por la defensa de la libertad de expresi¨®n. Tiendo a pensar que, por su espontaneidad y por su inmediatez, esos comentarios reflejan mejor el pulso de la calle que las cartas al director, que requieren m¨¢s elaboraci¨®n y empe?o.
En otras latitudes, los grandes diarios de calidad son fuente de informaci¨®n y de debates sin exclusiones. En Espa?a, con nuestra querencia por la trinchera, vamos al quiosco con el carn¨¦ de militante en la boca. La web est¨¢ diversificando las audiencias. EL PA?S, incluso, ha dejado de ser espa?ol: mejor dicho, ya no es s¨®lo espa?ol. Agitar el tarro de las esencias y esgrimir la superioridad moral para llamar a la censura es entrar en un terreno muy resbaladizo.
La plaga de la correcci¨®n pol¨ªtica se cuela por todas las fisuras. Los guardianes de la ortodoxia positiva nos roban palabras, dibujos animados y canciones, nos culpabilizan por contar chistes, arrasan con la econom¨ªa del lenguaje y alargan los discursos innecesariamente ("vascos y vascas"). Tambi¨¦n nos cambian el sexo por el signo arroba (hola a tod@s) y nos castigan con eufemismos y neologismos peregrinos ("miembras").
M¨¢s all¨¢ de los desmanes gramaticales, la correcci¨®n pol¨ªtica tiene efectos tan perversos como la autocensura. El miedo a ser estigmatizado impone el silencio y liquida la discrepancia.
Pero como la autocensura no basta, hay quienes piden, adem¨¢s, la mordaza. A menudo, los biempensantes -que suelen pensar mal- y los reaccionarios se mueven en el mismo terreno de la intolerancia. Empiezan matando palabras y acaban resucitando el delito de opini¨®n. Y eso es precisamente lo que hay que evitar. Un peri¨®dico debe ser un foco permanente de agitaci¨®n intelectual.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.