A sus plantas rendido un le¨®n
Lecciones argentinas: Rafael Spregelburd, Javier Daulte, Claudio Tolcachir y Daniel Veronese
Lecci¨®n 1: Spregelburd. Bizarra (2003), uno de los mayores ¨¦xitos del dramaturgo/actor/director Rafael Spregelburd naci¨®, cuenta, "como respuesta a la crisis argentina de 2001, el temible corralito. Est¨¢bamos todos deprimidos, y en vez de suicidarnos o darnos al alcohol, decidimos hacer una fiesta. La actividad de nuestro grupo, El Patr¨®n V¨¢zquez, habitualmente insensata, se volvi¨® m¨¢s insensata todav¨ªa, de modo que buscamos un formato desquiciado". As¨ª, Spregelburd y su banda crearon Bizarra (subtitulada 'La lucha de clases explicada a los ni?os, con pornograf¨ªa y pop'), una "telenovela teatral" de 10 cap¨ªtulos y 20 horas de duraci¨®n. Implicaron a 50 actores y arrasaron en la sala Barea del Centro Cultural Rojas, con entradas a tres pesos: llenos diarios, colas de horas para entrar, grupos que se sab¨ªan y coreaban las canciones, p¨²blico intercambiando los cromos del ?lbum Bizarra. Todo un fen¨®meno de culto en Buenos Aires, simultaneado por otro proyecto descomunal, la Heptalog¨ªa de Hieronymus Bosch, de la que en Espa?a apenas se han visto dos entregas: La estupidez y La terquedad. Divisa Spregelburd: "S¨®lo funcionan los proyectos verdaderamente imposibles". Corolario: "Lo que asombra del teatro argentino es esa capacidad de sobreponernos absolutamente a todo".
Lecci¨®n 2: Daulte. En la primavera de 2002, Javier Daulte y sus actores se presentaron en el extinto Festival de Sitges con Gore, una obra de la que nadie sab¨ªa nada. En la rueda de prensa le preguntaron por el contenido. "Los contenidos", dijo, "rara vez me han importado. Me importan los g¨¦neros y llegar al p¨²blico, emocionarle, divertirle, sacudirle. En una palabra: entretenerle. Durante demasiado tiempo, la gente del teatro no ha tenido en cuenta al p¨²blico y se ha amparado en lo que llamaban, pomposamente, teatro de ideas. Yo creo que el teatro no debe transmitir ideas, sino inventarlas". Mucha gente se qued¨® en Sitges sin poder ver Gore, hasta el punto de que Daulte y compa?¨ªa quisieron representarla en Barcelona para todo aquel p¨²blico. Llamaron a muy diversas puertas, pero se toparon con la burocracia omnipresente. Era imposible, les dijeron, encontrar una sola sala disponible en aquellas fechas. A los cuatro d¨ªas hab¨ªan localizado un viejo cine abandonado en un edificio de okupas. Recolocaron las butacas de madera, y con cuatro focos prestados por la sala Beckett hicieron la funci¨®n durante una semana, con entrada gratuita y aforo al completo. La cola rodeaba toda la manzana. Me pregunt¨¦ c¨®mo hab¨ªa podido congregarse tant¨ªsima gente, porque no apareci¨®, l¨®gico, ni una l¨ªnea publicitaria. Respuesta: hab¨ªa corrido la voz por mensajes de m¨®vil. La repercusi¨®n de Gore fue tal que los programadores se avivaron y Daulte "coloc¨®" cuatro espect¨¢culos en la siguiente temporada. Moraleja Daulte: "Los teatreros argentinos desconocemos el significado de la palabra no".
Lecci¨®n 3: Tolcachir. A los 28 a?os, harto de llamar a las puertas de siempre, Claudio Tolcachir (actor, autor, director, profesor) convirti¨® su casa en teatro. Y en escuela. Una escuela de actores sin horarios, sin apertura ni cierre: se estudiaba por la noche o de madrugada, cuando todos se hab¨ªan liberado de sus quehaceres alimenticios. As¨ª naci¨® Timbre 4, en Boedo, 640, en un piso grande y destartalado, al final del pasillo de una casa de vecindad. Durante meses, Tolcachir y sus alumnos construyeron el retorcido ¨¢rbol geneal¨®gico de la familia Coleman, y de ese modo brot¨® su primera obra dram¨¢tica. Crearon la familia y "vivieron" como familia. Si alg¨²n actor no pod¨ªa estar presente, ensayaba por tel¨¦fono. Nadie cobraba: todos viv¨ªan de otras cosas. La omisi¨®n de la familia Coleman se estren¨® en agosto de 2005. Su p¨²blico: 50 personas por sesi¨®n, api?adas en el comedor de Tolcachir. Hicieron la funci¨®n durante cuatro a?os. El espect¨¢culo se llev¨® todos los premios de Buenos Aires, y gir¨® por media Suram¨¦rica, y fue a Nueva York, y a Miami, y recal¨® en C¨¢diz, en Almagro, en Gerona, en Madrid, siempre con una acogida entusiasta. A partir de la pr¨®xima primavera, Timbre 4 ser¨¢ un teatro de 200 butacas. Lema Tolcachir: "El teatro te hace sentir que las cosas son posibles".
Lecci¨®n 4: Veronese. Daniel Veronese es el director m¨¢s tentacular del teatro argentino. Trabaja en la escena comercial y en el under, simultaneando las puestas en escena: har¨¢ un par de temporadas coincidieron cinco montajes suyos en cartel. Dos de sus textos se eternizaron en Buenos Aires: Open House dur¨® ocho a?os; Mujeres so?aron caballos, seis. "Cuando tengo un rato libre", dice, "ensayo una obra. O dos". Sus versiones de Ch¨¦jov e Ibsen se caracterizan por la concentraci¨®n y la velocidad. No hay silencios, pausas, reposo: todo son puntos ¨¢lgidos, choques, conflictos. "Cuando elijo un texto necesito que algo resuene en m¨ª; algo cercano, emotivo y peligroso: obras que generen sentimiento y asombro". Corta, remonta, retitula, inserta fragmentos de otras piezas. Se impone retos y los impone a sus actores: cambiar el sexo de los personajes, por ejemplo. O reutilizar escenograf¨ªas que nada tienen que ver con el original, "para abaratar costes, siempre, y tambi¨¦n para crear tensi¨®n". Y a veces, ni decorados siquiera. En Fuga Cabrera, la sala que abri¨® junto a su casa de Palermo Viejo, no hay escenario, tel¨®n ni focos: el p¨²blico se encuentra a los actores ya esperando, a cuatro pasos, ba?ados por una luz general, inmutable durante toda la representaci¨®n. Actores que, como la inmensa mayor¨ªa de la profesi¨®n bonaerense, ganan su sustento en televisi¨®n o cine y pueden permitirse ensayar con Veronese todo el tiempo necesario, "hasta que la funci¨®n est¨¦ realmente a punto". En Fuga Cabrera o en otro de los epicentros del under: El Camar¨ªn de las Musas, en el barrio de Congreso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.