Etruscos en la pista de baile
Escandalizaban a los romanos con sus danzas. Enigmas de una cultura fascinante en Tuscania, al norte de Roma
Los etruscos fueron un pueblo enigm¨¢tico. Sus nombres inundan la topograf¨ªa italiana -tusci, por ejemplo, ha dado origen a Toscana-. Contin¨²an descubri¨¦ndose tumbas cada a?o y muchas de sus instituciones pasaron a Roma (y de ah¨ª, a nuestras ra¨ªces), pero seguimos teniendo importantes lagunas sobre su origen, lengua y buena parte de su cultura. No obstante, nos fascinan, y no s¨®lo porque, aparte de los egipcios, se trate del pueblo que ha puesto mayor esmero en enterrar a sus muertos, sino porque, por dar alg¨²n dato, ten¨ªan una sociedad bastante igualitaria, en la que la mujer ocupaba puestos de responsabilidad, cre¨ªan en el hedonismo y fomentaban la ciencia, en particular la medicina.
Su m¨¢s importante estudioso fue el famoso Claudio -de la serie televisiva basada en las novelas de Robert Graves-, quien escribi¨®, cuarenta a?os despu¨¦s de la muerte de Cristo, un tratado de etruscolog¨ªa que se ha convertido en m¨ªtico. En ¨¦l se describ¨ªa en detalle esta civilizaci¨®n que domin¨® la pen¨ªnsula italiana durante quinientos a?os hasta ser absorbida por Roma en el siglo III. El libro se perdi¨® poco tiempo despu¨¦s de su muerte y con ¨¦l la informaci¨®n sobre un pueblo fatalista -por otro lado, consciente de que su destino era ser dominado-, ignorado por los griegos y odiado por los romanos. ?ste es un detalle curioso: a pesar de que la civilizaci¨®n romana no ha pasado a la historia por su moderaci¨®n, describ¨ªan a los etruscos como unos libertinos escandalosos, sobre todo por su afici¨®n a tocar instrumentos musicales y a... ?bailar! (as¨ª, el t¨¦rmino histri¨®n deriva de hister, el bailar¨ªn etrusco, ya que los romanos consideraban la danza una cosa de esclavos, algo despreciable). Da igual, hoy sabemos hasta qu¨¦ punto la civilizaci¨®n romana es deudora de los etruscos y lo que nos subyuga de ellos es justamente lo que los romanos dec¨ªan odiar, ese particular amor por la vida que tan bien reflejan las escenas de las pinturas de sus necr¨®polis.
Muy cerca de Tarquina y Cerveteri, las dos famosas ciudades plagadas de tumbas subterr¨¢neas cubiertas de estos frescos, se encuentra Tuscania, otra de las grandes urbes etruscas. Su imagen es bastante espectacular ya desde la carretera. De repente, dos mont¨ªculos paralelos y, sobre el primero, la mole de la iglesia de San Pedro de Tuscania, solitaria, aislada, enorme, rodeada de torres y bastiones de piedra medio destruidos y tan arm¨®nicamente dispuestos que parecen la obra de un escen¨®grafo. Por detr¨¢s, sobre una colina estrecha y profunda, se extiende la ciudad amurallada.
El conjunto tiene el aire de abandono de ciertas estampas del siglo XIX, especialmente si uno llega a la hora del crep¨²sculo. Nosotros tuvimos suerte, estaba anocheciendo y bajamos del coche con esa rom¨¢ntica fascinaci¨®n. Al pie de los cerros, la carretera besaba las viejas murallas trazando una gran ese sobre la campi?a como una larga pincelada blanquecina de niebla. A la derecha, el pueblo quedaba nadando en tonalidades naranjas, mientras que, por delante, la iglesia del blanco pas¨® al lim¨®n hasta llegar a un tono cobrizo que a alguien le pareci¨® similar al pan m¨¢s apreciado del Lacio, el casareccio di Genzano. La realidad era menos literaria, nos conmov¨ªa la huella del saqueo que produjeron las tropas francesas de Carlos VIII en 1495; desde entonces, la iglesia estaba aislada y el pueblo en la colina de enfrente, protegido por las murallas.
Sirenas y serpientes
Si desde la carretera nos hab¨ªa impresionado la mole de la iglesia de San Pedro, cuando llegamos a la puerta guardamos silencio. Por un lado, la fachada est¨¢ cubierta con un confuso bestiario fant¨¢stico en el que se mezclan serpientes aladas con sirenas, leones con arp¨ªas y hombres y ¨¢guilas bic¨¦falas con demonios. De otro, al entrar en la iglesia se tiene la sensaci¨®n de abarcar todo el espacio y poder caminar -acompa?ados por columnas y arcos-, siguiendo un itinerario dise?ado a nuestra medida. Por fortuna, el arquitecto experto que ven¨ªa con nosotros nos lo aclar¨®: "El templo fue edificado como bas¨ªlica paleocristiana en el siglo VII por los magister comacini, los herederos de las t¨¦cnicas constructivas romanas, y por eso se concibi¨® como casa de reuni¨®n y de oraci¨®n de los fieles en el que todos sus elementos estuvieran ordenados en la l¨ªnea del camino humano. En el siglo XIII fue transformado y el mundo medieval sustituy¨® la herencia romana. El atrio se reemplaz¨® por una fachada que, de pronto, se convert¨ªa en algo vivo, tridimensional, un lugar donde el nuevo hombre de la Edad Media pod¨ªa concentrar sus temores y sus esperanzas.
"Aunque en la actualidad vivamos uno de los periodos m¨¢s simb¨®licos de la historia", nos dijo -record¨¢ndonos la proliferaci¨®n de ideogramas como las se?ales de tr¨¢fico, la cruz verde de las farmacias o la M de McDonald's-, "nos resistimos a entender las im¨¢genes del Medievo y, a menudo, nos parece anacr¨®nica esa representaci¨®n de hombres, animales y monstruos en tama?os diferentes y el mismo plano de visi¨®n, o que, por ejemplo, Cristo aparezca con el fondo de una ciudad italiana medieval. En cambio, para ellos era m¨¢s que l¨®gico. No trataban de representar correctamente, sino de hacerlo de manera simb¨®lica, sin importar que se mezclaran el tiempo y el espacio. Para esos hombres las cosas eran o bien un misterio o bien un milagro; el lazo de conexi¨®n entre los acontecimientos era el orden c¨®smico y religioso; el orden verdadero del espacio era el Cielo, y el orden verdadero del tiempo, la eternidad".
El interior escond¨ªa otra ambig¨¹edad, ahora s¨ª, artificial. En uno de los lados han tenido la feliz idea de disponer una larga procesi¨®n de sarc¨®fagos etruscos de piedra con su postura caracter¨ªstica, es decir, medio sentados, medio tumbados, con el brazo reclinado y tras la diferencia del parecido de los retratos, las mismas miradas fijas, los mismos ojos almendrados, la misma famosa sonrisa ir¨®nica, serena, invariable. Salimos de la iglesia al prado circundante. Tras una cerca, un grupo de j¨®venes arque¨®logos parec¨ªa estar midiendo porciones de terreno. Nos acercamos a ellos para averiguar su prop¨®sito. "?Qu¨¦ buscan?", le pregunt¨¦ despu¨¦s a mi amigo el arquitecto. "No lo s¨¦ bien", me respondi¨® haciendo un gesto amplio con el brazo. "Nada importante. Supongo que esperaba otra sorpresa despu¨¦s de visitar un edificio que muestra el tr¨¢nsito por el cual la arquitectura deja de expresarse en t¨¦rminos de superficie para hacerlo en t¨¦rminos de estructura y acabar frente a un grupo de esculturas que han conseguido desbordarme en la misma noci¨®n del tiempo".
? Pedro Jes¨²s Fern¨¢ndez es autor de Pe¨®n de Rey (Alfaguara).
M¨¢s informaci¨®n en la Gu¨ªa de Italia
GU?A
Dormir
? Casa Caponetti (0039 07 61 43 57 92; www.casacaponetti.com). Tenuta del Guado Antico. Tuscania. 50 hect¨¢reas de parque con producci¨®n propia y venta de productos biol¨®gicos. Seis habitaciones: la doble, desde 90 euros.
? Relais Pian di Vico (0039 07 61 44 50 66; www.relaispiandivico.com). Pian di Vico. Villa con un cuerpo central de principios del siglo XVIII. Tranquilo, inmerso en la naturaleza. La doble, 120 euros.?
Comer
? Al Gallo (0039 07 61 44 33 88; www.algallo.it). Via del Gallo, 22. Tuscania. Buena cocina tradicional. 30 euros.
? Locanda di Mirandolina (0039 07 61 43 65 95; www.mirandolina.it). Via del Pozzo Bianco, 40-42. Tuscania. Simp¨¢tica trattoria en el centro de Tuscania. 20 euros.
? Enoteca La Torre (0039 07 61 22 64 67; www.enotecalatorrevt.com). Via della Torre, 5. Viterbo. A muy poca distancia de Tuscania, una estupenda enoteca con un men¨² ambicioso y gran reposter¨ªa. Entre 30 y 35 euros.
Informaci¨®n
? Turismo de la provincia de Viterbo (www.provincia.vt.it).
? www.enit.it.
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