El gran reto del alquimista
Pellegrini afronta el partido que consolidar¨¢ su liderazgo en la plantilla madridista o amenazar¨¢ su futuro en el club
El gomero es un ¨¢rbol de origen tropical, de hoja carnosa, que en edad madura alcanza proporciones monumentales. En Am¨¦rica del Sur se emplea para ornamentar parques y jardines. Cuando Manuel Pellegrini (Santiago, Chile; 1953) jugaba de central en el Universidad, los hinchas le llamaban Gomero, con tono m¨¢s ir¨®nico que cari?oso, en referencia a su porte majestuoso, elegante, pero poco ¨²til a efectos pr¨¢cticos. A Pellegrini, que ahora dirige al Madrid, los apodos siempre le importaron un bledo. Como entrenador, en Chile, convivi¨® con el desastre. En su primer cargo como t¨¦cnico, en el Universidad, descendi¨® a Segunda. Sin embargo, sigui¨® adelante. Su madre, Silvia Ripamonti, resumi¨® su asombro: "Manuel, por el f¨²tbol, ha hecho esfuerzos sobrehumanos". Esta tarde, este hombre abnegado se sentar¨¢ en el banquillo visitante del Camp Nou para dirigir al Madrid en el partido m¨¢s importante de su carrera.
Pellegrini sabe que el resultado del cl¨¢sico contra el Bar?a no s¨®lo marcar¨¢ su estancia en el Madrid. Tambi¨¦n definir¨¢ su futuro como entrenador. Sin embargo, ayer, tal vez por pudor, rechaz¨® sentirse bajo presi¨®n. "Yo he venido a desarrollar un trabajo y no voy a cambiar ni un ¨¢pice de todo lo que estoy haciendo", dijo; "he preparado este partido como cualquier otro. No tengo miedo a afrontar a ning¨²n rival. En el deporte, el miedo no tiene sentido".
En los cuatro meses que lleva al frente del equipo, los jugadores y los empleados del club se han sentido en presencia de un hombre generoso. "Es el entrenador m¨¢s preparado que recordamos", dijo un m¨¦dico; "el m¨¢s abierto a escuchar". Los futbolistas le tratan con una mezcla de respeto y condescendencia. Cada ma?ana, cuando saltan al campo, le miran de reojo. Cuando Pellegrini llama a alguno aparte, los dem¨¢s cuchichean. Se r¨ªen entre dientes. "?La que le va a caer a ¨¦ste!", murmuran. Al t¨¦cnico le gusta hablar con todos, uno por uno, durante largo rato. Sabe de f¨²tbol y es capaz de persuadir. Hasta ahora no ha defraudado a nadie. "Es un buen tipo", dicen. Incluso Ra¨²l, el capit¨¢n, que ha visto c¨®mo era relegado al banquillo, tiene palabras agradables para el chileno. Prefiere pensar que, si dej¨® de ser titular, no fue por culpa de su declive f¨ªsico, sino porque el presidente, Florentino P¨¦rez, ha impuesto su marginaci¨®n. As¨ª lo piensa y as¨ª lo dice. No es decir mucho a favor de su entrenador, pero ah¨ª queda todo.
Pellegrini considera que su principal cometido en el Madrid es ejercer un liderazgo perdurable sobre la plantilla. Para conseguirlo, est¨¢ seguro de que el camino no s¨®lo pasa por entender los aspectos t¨¦cnicos del juego. Cuando viv¨ªa en Vila-real, decidi¨® que le apetec¨ªan dos cosas: recibir clases de piano y de alem¨¢n. Al verle pasear por la concentraci¨®n del Madrid, largo y ausente, con la mirada perdida en el horizonte, indiferente a los futboleros, a Carlos Bilardo, por ejemplo, que le asalt¨® un d¨ªa en el hotel y no dejaba de hablarle de t¨¢ctica, no se hace dif¨ªcil imaginar que su sue?o es interpretar las sonatas de Beethoven o las partitas de Bach.
"Hay un libro que se llama El Alquimista que postula que cada uno deber¨ªa desarrollar su propio camino", dijo Pellegrini en 2001 en el diario chileno El Mercurio; "yo pienso que lo he logrado. He vivido la vida de acuerdo a lo que he sentido. Nunca he sido un so?ador porque el so?ador se queda en sus sue?os, vive dentro de ellos y nunca aterriza. Yo los he tocado con las manos y los he cumplido. Soy un hombre feliz".
El negocio del f¨²tbol, tan generoso con los especuladores, los demagogos y los oportunistas, suele ser hostil a los hombres que, como Pellegrini, se refugian en su trabajo y no emplean las horas libres para hacer vida social y proselitismo pol¨ªtico. En el Madrid hay dirigentes que le observan con incredulidad. Le tratan con condescendencia, quiz¨¢ con desd¨¦n, y piensan que lo mismo da un entrenador que otro cualquiera. No esperan que hoy ese hombre introvertido les demuestre que est¨¢n completamente equivocados.
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