La mujer pantera
No hay mejor manera de adquirir una cultura en la vida que hacerse el tonto. Los listos tienen prestigio. Los pedantes viven abrum¨¢ndote por sus conocimientos. Los sabios est¨¢n prisioneros de una inteligencia superior que no les permite enterarse de la misa la media. Los genios dedican demasiado esfuerzo a su excepcionalidad. Los que se creen genios (hay tantos) sufren esa enfermedad, la egolatr¨ªa, que no les permite mirar si no es con su ombligo. Ah, pero t¨² dame una persona del mont¨®n (yo), su¨¦ltamela en una ciudad y d¨¦jamela a su aire, dame a esa persona camale¨®nica, que parezca italiana en Roma, madrile?a en Madrid, neoyorquina en Manhattan y gaditana en C¨¢diz, que aun siendo una m¨¢s entre el gent¨ªo urbano est¨¦ carcomida por el gusano de la curiosidad y te aseguro que sin ser un genio, sabia o pedante, acabar¨¢ penetrando en el alma de una ciudad. A pesar de que muchos lectores se dirigen muy cari?osamente a m¨ª para que les conf¨ªe una lista de lugares poco tur¨ªsticos, estoy convencida de que lo primero que hay que ver de las ciudades es lo tur¨ªstico y que los sitios secretos precisan de tiempo y azar. Mi actitud para conocer es hacerme la tonta, dejarme recomendar, dejarme llevar. Llevo dej¨¢ndome llevar la vida entera. Y no tengo ni esas fronteras ni esos prejuicios que mucha gente practica: los que s¨®lo van por Chueca, los que s¨®lo se trabajan Lavapi¨¦s. No, yo me dejo llevar a una tabernilla de berberechos en Vallecas (los mejores berberechos del mundo) o al paseo de las Delicias, donde hay tabernas memorables. Concretando, para hacerse una cultura hay que: hacerse el tonto, dejar que el otro suelte informaci¨®n, estar abierto a proposiciones ins¨®litas y ser disfrut¨®n. Esto ¨²ltimo es gen¨¦tico, se siente. La otra noche qued¨¦ para cenar con mi amiga Lola (nombre supuesto). Mi amiga Lola es medio americana y medio espa?ola. Mi amiga Lola es de donde le da la gana, como los de Bilbao. Tiene una mezcla de ra¨ªces abrumadora. No es esnob sino cosmopolita, no es arrogante a pesar de su sabidur¨ªa sino que se toma la vida con mucha guasa. Yo me dejo llevar. Ella sabe que soy curiosa y me lleva a sitios raros, a que investigue, dice. El ¨²ltimo restaurante en el que me cit¨® se llama Nikki Beach. Llegu¨¦ antes que ella y el lugar me sorprendi¨®. Era como que ese sitio no cuadraba en plena zona de negocios de Manhattan; era un local enorme, decorado entre ibicenco y tropical, entre fino y de puter¨ªo. Lola me explic¨® m¨¢s tarde. Igual que los gais tienen su gu¨ªa nocturna particular para cada ciudad, hay ahora una gu¨ªa no publicada pero que se difunde cibern¨¦ticamente de lugares donde las se?oras de buen ver pueden ir a ligar con jovencitos. Este tipo de individuas son conocidas como cougars, pumas, en ingl¨¦s, aunque yo creo que aqu¨ª tendr¨ªa m¨¢s sentido llamarlas panteras, que tiene una connotaci¨®n sexual m¨¢s directa. Las cougars van en grupo, cenan, se toman varias copas y pegan la hebra con toda naturalidad con los muchachos que acuden a cazar y ser cazados. Las cougars tienen pasta y van al lugar adecuado, no se sienten juzgadas ni v¨ªctimas de las burlas. Yo las observaba: andan entre los cuarenta y los cincuenta y pico, guapas, muy escotadas, como es habitual entre las americanas y mostrando una incontenible excitaci¨®n. Van a lo que van. Los muchachos, por su parte, no ten¨ªan aspecto de gigol¨®s ni de chulos de baile. Yo les observaba: estaban en el centro, de pie, con su copa en la mano, estudiando el panorama femenino, ten¨ªan el aspecto de haber acabado ese mismo a?o la carrera. Iban a lo que iban. Aunque la escena era sorprendente para m¨ª (y para usted lo ser¨ªa, imagino) porque pertenece a la vanguardia del ligoteo -mujeres que buscan, sin complejos, a hombres m¨¢s j¨®venes, cueste lo que cueste- hab¨ªa algo en la coreograf¨ªa de todo aquello que me recordaba a la manera arcaica en que los mozos estudiaban a las chicas en los bailes de pueblo. Esto es algo que presenci¨¦ muchas veces en el pueblo de mi madre y que ya a los diez a?os, mucho antes de tener nociones de que exist¨ªa una corriente llamada feminismo, me parec¨ªa humillante. Aqu¨ª la coreograf¨ªa era parecida pero en absoluto la relaci¨®n de fuerzas, claro. Ellos no eran los ¨²nicos en tomar decisiones. Las relaciones que se establecen, me contaba esa enciclopedia urbana que es mi amiga Lola, son fundamentalmente sexuales y, en alg¨²n caso extraordinario, se transforman en algo s¨®lido. Las se?oras suelen pagar la cuenta en los restaurantes y cada parte obtiene aquello que busca. Por otra parte, en una sociedad en la que las relaciones entre hombres y mujeres se han hecho tan dif¨ªciles esta especie de contrato t¨¢cito s¨®lo presenta ventajas para los esp¨ªritus pr¨¢cticos y poco sentimentales. Adem¨¢s, no hay que marear mucho la perdiz para llegar a la cama, como suele ocurrir cuando intervienen intenciones amorosas. Mi amiga me contaba y yo escuchaba, observaba, tomaba nota. Lo que no pod¨ªa imaginar es que ellos no se daban cuenta de que yo miraba con ojos de columnista. Para los muchachos yo era ?una m¨¢s! Cuando me levant¨¦ para marcharme, se me acerc¨® un jovencito y me dijo: "?Te tomas una copa conmigo?". Y esta mujer pantera se puso colorada y sali¨® corriendo, seguida por su amiga, que se mor¨ªa de risa.
Los listos tienen prestigio. Los pedantes viven abrum¨¢ndote por sus conocimientos
Hay una gu¨ªa, que se difunde en Internet, de lugares donde se?oras de buen ver pueden ir a ligar jovencitos
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