Por qu¨¦ cuesta automotivarse
Pronto har¨¢ un a?o cuando en Navidad nos hicimos unos cuantos prop¨®sitos que, se supon¨ªa, nada ni nadie impedir¨ªa su ejecuci¨®n desde ese lugar llamado "el mundo de las posibilidades". Puede que el tema no consistiera en prop¨®sitos, sino en aut¨¦nticas necesidades que no admit¨ªan demora: bajar ese sobrepeso para evitar indicios de enfermedad. Hacerles hueco a esos estudios imposibles de resolver si se dejan para ¨²ltima hora. Ponerse las pilas en el trabajo para no quedar fuera de servicio o, incluso, apostar definitivamente por esa relaci¨®n que, de tanto darle tumbos, se encuentra a un paso del precipicio.
Todas estas situaciones apelan a una de las caracter¨ªsticas m¨¢s importantes de la inteligencia emocional: la automotivaci¨®n.
"La voluntad no es innata. El proceso correcto para automotivarse se basa en inhibir el impulso, deliberar, decidir y mantener el esfuerzo"
O, lo que es lo mismo, esa capacidad de motivarse por uno mismo, de encontrar las fuerzas movilizadoras en nuestro interior, sin tener que esperar a que est¨ªmulos externos nos pongan las pilas. Acostumbrados a una sociedad altamente sofisticada precisamente en el arte de proporcionarnos ese tipo de est¨ªmulos; a un sistema educativo que premia los resultados finales y a la competitividad; a un sistema productivo basado hist¨®ricamente en el palo y la zanahoria..., es f¨¢cil deducir que no hemos sido entrenados en la tolerancia a la frustraci¨®n, a la espera paciente y al esfuerzo disciplinado.
Intenciones sin estrategia
Nadie se desembaraza de un h¨¢bito o?de un vicio tir¨¢ndolo de una vez por?la ventana; hay que sacarlo
por la escalera, pelda?o a pelda?o
(Mark Twain)
?Por qu¨¦ fallan los prop¨®sitos? La respuesta requiere una observaci¨®n y otra pregunta: ?Cu¨¢ndo nos hacemos esos prop¨®sitos? Cuando una parte de nosotros reconoce lo que deber¨ªa estar haciendo y no hace. Dicho de otro modo, un prop¨®sito suele ser una obligaci¨®n que nos imponemos. Pero no nos gusta hacer nada por obligaci¨®n, y menos a¨²n si es por y para nosotros mismos. Ah¨ª es donde se echa en falta la automotivaci¨®n.
Este a?o ser¨¦ puntual; voy a dedicar m¨¢s tiempo a la familia; har¨¦ m¨¢s deporte; aprender¨¦ ingl¨¦s; me tomar¨¦ las cosas con m¨¢s tranquilidad... Todas son frases que apuntan a un escenario futuro, al que pretendemos acceder por mero convencimiento. Sinceramente, la cosa as¨ª no funciona. Las intenciones sin estrategia son meros brindis al sol.
Si a todo ello le a?adimos que los prop¨®sitos se suelen plantear coincidiendo con ¨¦pocas de inicio, ese recomenzar se asemeja a un marcador que se pone a cero, como si el tiempo se aliara con nuestros prop¨®sitos para darnos un empujoncito. Se trata de un espejismo m¨¢s. Volveremos a nuestros h¨¢bitos adquiridos a no ser que pongamos en ello algo m¨¢s que buenas intenciones.
La capacidad de motivarnos tiene mucho que ver con nuestra aut¨¦ntica voluntad. Pero ?es lo mismo la voluntad que la intenci¨®n? Muchas personas dicen, por ejemplo, que quieren dejar de fumar. ?sa es su intenci¨®n. Se han cargado de excelentes motivos para dejarlo, pero al mismo tiempo reconocen que no tienen suficiente fuerza de voluntad. Por tanto, voluntad e intenci¨®n son cosas diferentes. Quiz¨¢ sea ¨²til distinguir entre aquello que hemos convertido en un deseo y aquello que en realidad estamos dispuestos o no a hacer.
Para san Agust¨ªn, la voluntad era el centro vital, la vida misma, "la incomprensible certidumbre ¨ªntima, la firme seguridad del querer irrevocablemente enderezado a su meta". Pero nuestras mentes tienen el defecto del enredo; nuestros cuerpos se ci?en a la inmediatez del deseo; nuestros estados de ¨¢nimo nos adormecen ante lo inapetente, desalojando a la voluntad del primer plano de nuestra visi¨®n.
El fil¨®sofo Jos¨¦ Antonio Marina observa la voluntad como la motivaci¨®n inteligentemente dirigida. Marina va m¨¢s all¨¢ de aquella vieja voluntad, entendida como una facultad innata, y la redefine m¨¢s como un proceso que como un concepto: inhibir el impulso, deliberar, decidir y mantener el esfuerzo. ?se podr¨ªa ser el proceso para automotivarse.
hacer lo que nos da la gana
?Por qu¨¦ aguardas con impaciencia las cosas? Si son in¨²tiles para tu vida, in¨²til es tambi¨¦n aguardarlas. Si son necesarias, ellas vendr¨¢n, y vendr¨¢n a?tiempo (Amado Nervo)
Dice Abraham Maslow que estamos motivados cuando sentimos deseo, anhelo, voluntad, ansia o carencia. O, lo que es lo mismo, cuando necesitamos resolver nuestras necesidades. Algunas son b¨¢sicas, pero muchas otras se generan por nuestra capacidad de crearnos todo tipo de expectativas. Dicho de forma menos elegante: vamos detr¨¢s de lo que nos da la gana aunque probablemente no nos haga falta alguna. Pero se nos ha metido entre ceja y ceja y ahora s¨®lo queda consumirlo, de lo contrario nos parecer¨¢ morir de un ataque de angustia. Ese problema se llama inmediatez e incapacidad de controlar los impulsos, muy propio de nuestra contemporaneidad.
En una investigaci¨®n sobre la motivaci¨®n humana, propusieron a unos ni?os un curioso dilema. Los dejaban solos en una habitaci¨®n con una golosina encima de la mesa. Les dec¨ªan: "Si quieres, te la puedes comer ahora mismo y ya est¨¢. Pero si tienes un poco de paciencia, m¨¢s tarde te daremos dos. Las im¨¢genes fueron muy reveladoras entre aquellos ni?os que no resist¨ªan la tentaci¨®n y aquellos otros que desplegaron un sinf¨ªn de estrategias para aguantar. Eso diferencia a unos de otros, la capacidad de tolerar la ansiedad de la espera, de postergar la gratificaci¨®n en lugar de responder al primer impulso.
De mayores seguimos haciendo lo mismo, luchamos entre hacer lo que nos da la gana o adaptarnos a las exigencias del medio cuando nos impone un esfuerzo personal. Eso cuesta m¨¢s mientras circulen mensajes publicitarios del tipo "Lo quieres, lo tienes". Hace falta mucho autocontrol y tener muy claras nuestras motivaciones si queremos sobrevivir a la vor¨¢gine social, haya m¨¢s o menos crisis. Que la motivaci¨®n venga de fuera es lo m¨¢s f¨¢cil. En cambio, nos fortalecemos cuando somos capaces de motivarnos por nosotros mismos.
M¨¢s fluir, menos sufrir
El pesimismo conduce a la debilidad; el optimismo, al poder (Williams James)
Qu¨¦ sentido puede tener hacerse prop¨®sitos que no vamos a cumplir, si no es para autocastigarnos un ratito y retomar ese viejo discurso que nos acompa?a hace a?os, consistente en demoler nuestra identidad por nuestras incapacidades. Nos infligimos un cierto sufrimiento como para expiar la culpa de no tener m¨¢s voluntad a mano. Entonamos un mea culpa por el des¨¢nimo que sentimos ante el esfuerzo que nos hemos ahorrado.
Automotivarse, como todo, es un aprendizaje. Y aprendemos entren¨¢ndonos. Y nada mejor para lograrlo que unas cuantas peque?as frustraciones, para darnos cuenta de que podemos sobrevivir al ataque de nuestras compulsiones. La automotivaci¨®n se ejercita cuando somos capaces de orientarnos hacia el logro, obteniendo como beneficio la satisfacci¨®n por el esfuerzo realizado, por la ilusi¨®n y el optimismo que hemos generado en la aventura de conquistar nuestros retos cotidianos. Cuando, en definitiva, fluimos con lo que hacemos. Ese fluir es impagable.?
Satisfacci¨®n del esfuerzo
1. Pel¨ªculas
- 'El guerrero pac¨ªfico', de V¨ªctor Salva (imprescindible).
- 'Forrest Gump', de Robert Zemeckis (incre¨ªble ejemplo de fluir).
- 'Jerry Maguire', de Cameron Crowe (interesante cambio de motivaci¨®n).
2. libros
- 'La pr¨¢ctica de la inteligencia emocional', de Daniel Goleman (cap¨ªtulo VI). Kair¨®s.
- 'El hombre autorrealizado', de Abraham Maslow. Kair¨®s.
- 'El misterio de la voluntad perdida', de Jos¨¦ Antonio Marina. Anagrama.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.