Sospechas injustas
Espa?a entera est¨¢ consternada por la muerte de la ni?a de Tenerife y las terribles circunstancias que la han rodeado. Quiz¨¢ este ¨²ltimo y lamentable caso de imputaci¨®n, err¨®nea o maliciosa, de un grav¨ªsimo delito deber¨ªa abrirnos los ojos sobre la ligereza y la temeraria imprudencia con que a veces juzgamos y condenamos a los supuestos delincuentes.
No es una conducta que yo adjudique a los dem¨¢s: ayer mismo, al ver la imagen de este joven esposado en televisi¨®n, yo ya le conden¨¦ de antemano.
Ahora todo ese s¨®lido andamiaje de pruebas incriminatorias se ha venido abajo. Siento verg¨¹enza de m¨ª mismo, no por haber sospechado del "sospechoso perfecto", sino por no haberle dado aunque fuera en el rinc¨®n m¨¢s peque?o de mi coraz¨®n un m¨ªnimo beneficio de duda.
Seguramente todos -la polic¨ªa, los m¨¦dicos, los medios- tienen justificaciones para hacer lo que hicieron. Yo no tengo ninguna, y siento tristeza y verg¨¹enza.
La autopsia ha salvado, parece que irrefutablemente, a alguien a quien yo ya hab¨ªa condenado.
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