Haciendo m¨¦ritos
Coincido con los juristas que, como Javier P¨¦rez Royo, defienden que la reforma de los Estatutos del art¨ªculo 151 de la Constituci¨®n (Catalu?a, Euskadi, Galicia y Andaluc¨ªa) ¨²nicamente pueden convertirse en norma jur¨ªdica mediante el acuerdo del Parlamento aut¨®nomo correspondiente y el Parlamento del Estado, siempre que dicho acuerdo sea aceptado por el cuerpo electoral de la comunidad aut¨®noma afectada. En consecuencia, el pacto entre los dos Parlamentos ratificado en refer¨¦ndum no puede ser residenciado en el Tribunal Constitucional, porque tal cosa es incompatible con la definici¨®n del n¨²cleo esencial del derecho a la autonom¨ªa que contiene la Constituci¨®n.
Ahora bien, para que dicho pacto no dependa de mayor¨ªas pol¨ªticas coyunturales y para que el Estado pueda operar de manera estable y con legitimidad indiscutible e indiscutida es preciso dotarlo de una estructura constitucionalizada. Algo de lo que hoy carece porque no hubo un ejercicio expreso del poder constituyente sobre la articulaci¨®n territorial del Estado. Las Cortes Constituyentes elegidas en junio de 1977 no abordaron de manera frontal este problema y, por tanto, tampoco pudo pronunciarse sobre ¨¦l el pueblo espa?ol en el refer¨¦ndum celebrado el 6 de diciembre de 1978. Por eso la estructura del Estado arrastra un d¨¦ficit de legitimidad de origen, algo que s¨®lo puede ser corregido mediante una reforma constitucional. De lo contrario, el Estado Auton¨®mico seguir¨¢, como hasta ahora, al albur de los resultados electorales y de los pactos pol¨ªticos que dichos resultados obliguen a realizar. Reforma constitucional que debe afectar tanto al T¨ªtulo VIII como al T¨ªtulo III de la Constituci¨®n, con el fin de permitir la participaci¨®n efectiva de las autonom¨ªas en el dise?o estrat¨¦gico del Estado, tal como contempla el art¨ªculo 69 de la Carta Magna.
Feij¨®o atiza la confrontaci¨®n con Catalu?a para seguir haciendo carrera pol¨ªtica
Este ser¨ªa, junto a la reforma pendiente de su Estatuto de Autonom¨ªa, el dise?o que favorecer¨ªa a Galicia en contraste con la din¨¢mica de acuerdos exclusivamente bilaterales entre el Gobierno y las diferentes comunidades aut¨®nomas. Porque debemos comprender que si no cambia la actual estructura en la toma de decisiones, Galicia, que en el pasado jug¨® un importante papel en la definici¨®n del Estado, acabar¨¢ en el rinc¨®n del olvido y ver¨¢ sus intereses marginados. Por eso es pertinente recordar que N¨²?ez Feij¨®o, subordinando los intereses de Galicia a la estrategia electoral del PP, bloque¨® en su d¨ªa la reforma del Estatuto de Galicia, dej¨¢ndonos en inferioridad de condiciones respecto a comunidades como Catalu?a, Valencia, Madrid o Andaluc¨ªa, que adem¨¢s de poseer un mayor peso econ¨®mico y demogr¨¢fico, reformaron sus normas estatutarias para respaldar legalmente sus aspiraciones pol¨ªticas y econ¨®micas.
Y tampoco conviene olvidar que el PP se opuso siempre a la necesaria reforma constitucional. En una primera etapa intent¨® patrimonializar la Constituci¨®n. Para ello desempolv¨® y tergivers¨® el concepto de patriotismo constitucional, que Habermas hab¨ªa desarrollado con el fin de dotar a Alemania de una nueva identidad democr¨¢tica, aquella que, antit¨¦tica con el "patriotismo nazi", no pudo consumarse durante la Rep¨²blica de Weimar. Pero pronto comprendi¨® que el verdadero n¨²cleo constitucional no se pod¨ªa utilizar como arma arrojadiza contra sus adversarios (la izquierda y los nacionalistas), pues ¨¦stos ten¨ªan m¨¢s cr¨¦dito y antig¨¹edad en la defensa de los valores constitucionales que los dirigentes del PP, tard¨ªos defensores de la Constituci¨®n unos, dem¨®cratas sobrevenidos otros. Eso explica que el PP haya decidido centrar su atenci¨®n en la defensa de la unidad de Espa?a, que no est¨¢ ni estuvo nunca amenazada, proponi¨¦ndose como su ¨²nico garante, relanzando la confrontaci¨®n con los nacionalismos, muy rentable electoralmente, e intentando establecer un principio inaceptable, seg¨²n el cual cualquier discrepancia con su particular concepci¨®n de Espa?a es presentada como una debilidad o una claudicaci¨®n. Todo ello con el ¨²nico prop¨®sito de subordinar al resto de las fuerzas democr¨¢ticas a su estrategia electoral.
Y en eso anda N¨²?ez Feij¨®o, recorriendo los circuitos radiof¨®nicos y televisivos del pa¨ªs, tirando piedras contra nuestro tejado, atizando la confrontaci¨®n con los representantes del pueblo de Catalu?a y haciendo m¨¦ritos para seguir progresando en su carrera pol¨ªtica. Todo menos ejercer como presidente de Galicia.
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