Triste, solitario y definitivo
La personalidad de Philip Marlowe ocupar¨¢ siempre un lugar de privilegio en el coraz¨®n de mucha gente. Fatalista, esc¨¦ptico, l¨²cido y amargo, el personaje de Raymond Chandler es un ganador moral por mucho que le rompan la cabeza y el alma
Si no est¨¢ previamente avisado de la gozosa novedad, al mit¨®mano que haya salido a la calle con escaso dinero de bolsillo y sin tarjetas de cr¨¦dito le puede dar un ataque de ansiedad al observar el escueto t¨ªtulo de un libro con 1.400 p¨¢ginas: Todo Marlowe. Sentir¨¢ la inaplazable necesidad de llev¨¢rselo a su casa, rob¨¢ndolo si no hay otro remedio. No hace falta que se fije en el nombre del autor para saber qui¨¦n lo protagoniza. Tambi¨¦n existe otro apellido parecido e igualmente ilustre en la historia de la literatura. Lo invent¨® Joseph Conrad, se llamaba Marlow, ejerc¨ªa de sombr¨ªo narrador en El coraz¨®n de las tinieblas y en Lord Jim. Pero Marlowe, de nombre Philip, s¨®lo hay uno para varias generaciones de enamorados lectores.
Tuvieron las primeras noticias de su problem¨¢tica existencia en 1939 y a partir de 1958 no se volvi¨® a saber m¨¢s de personaje tan entra?able. Marlowe estaba convencido de que si alg¨²n d¨ªa y en cualquier callej¨®n alguien le enviaba al otro barrio, nadie tendr¨ªa la sensaci¨®n de que a su vida le faltaba de pronto el suelo. Su fatalismo, su escepticismo, su lucidez, su amargura, o la constataci¨®n de su soledad, se equivocaban en la previsi¨®n. La personalidad de este detective de Los ?ngeles ocupar¨¢ siempre un lugar de privilegio en el coraz¨®n de mucha gente, pertenece a su so?ada familia, se han alegrado con sus triunfos p¨ªrricos, han sentido su intemperie, se han regocijado con la incomparable mordacidad de su lengua y la arriesgada chuler¨ªa con la que se enfrenta a los poderosos, est¨¢n de acuerdo con su c¨ªnica certidumbre de que "la vida es una palmada en el hombro, hoy, un pu?etazo en los dientes, ma?ana", desean que sus resacas no sean feroces y que no se sienta demasiado perdido, que la traici¨®n de la poca gente en la que conf¨ªa (la de Terry Lennox fue la m¨¢s salvaje) no ara?e perdurablemente su coraz¨®n, que alguna mujer enamorada ("hab¨ªa un cabello largo y oscuro sobre una de las almohadas, hab¨ªa una bola de plomo en la boca de mi est¨®mago", confiesa Marlowe), con tanta comprensi¨®n como paciencia, se atreva a envejecer con ¨¦l.
Est¨¢ claro que a pesar de toda nuestra admiraci¨®n y nuestro amor a Sherlock Holmes es improbable que a lo largo de nuestra vida conozcamos a un sabueso tan anal¨ªtico y genial como ¨¦l. Su personalidad pertenece exclusivamente a la maravillosa ficci¨®n. Pero a Marlowe siempre le vamos a sentir muy cerca. Te reconoces en su vulnerabilidad y te encantar¨ªa poseer sus virtudes. Es un profesional de la resistencia aunque sepa que no puede ganar, es inevitablemente honrado, no permite que su dignidad se manche aunque siempre se mueva por el barro, es incomprable aunque constate una y otra vez que casi todo est¨¢ en venta, mantendr¨¢ sus c¨®digos a un precio muy alto, se negar¨¢ a la autocompasi¨®n cuando el derrumbe es absoluto, posee una causticidad que le sirve de coraza, sabe re¨ªrse de s¨ª mismo y de su ruina. Tiene madera de h¨¦roe cotidiano, da igual que las etiquetas convencionales le encuadren en los antih¨¦roes, es un ganador moral por mucho que le rompan la cabeza y el alma.
Quieres imaginar que los creadores se parecen a sus criaturas. No es dif¨ªcil identificar a Dashiell Hammett con Sam Spade, con Ned Beaumont, con el hombre de La Continental. El maestro de la prosa dura sab¨ªa de lo de que hablaba. Hab¨ªa trabajado como detective en la Pinkerton, en un tiempo de canallas patri¨®ticos mand¨® al infierno a McCarthy y a su reba?o de inquisidores cuando le exigieron que confesara su izquierdismo y delatara a sus colegas, chup¨® c¨¢rcel por ello, el lugar m¨¢s indeseable para alguien masacrado por la tuberculosis y el alcoholismo, cuentan que era gran¨ªtico, aut¨¦ntico y secreto. Sin embargo, la imagen de Raymond Chandler re¨²ne escasas afinidades con la de Philip Marlowe.
Releo despu¨¦s de mucho tiempo la biograf¨ªa de Chandler que escribi¨® Frank MacShane y encuentras pocas cosas exaltantes en ella. Este se?or que fuma en pipa y viste siempre de tweed, con inequ¨ªvoca pinta de profesor ingl¨¦s, desprende toneladas de tristeza, lacerante introversi¨®n, permanente inseguridad, un car¨¢cter emparentado con el tormento. Poco antes de morir escribe a su agente en Londres: "He vivido mi vida al borde de la nada". Sorte¨® aparentemente ese pozo negro trabajando como directivo de compa?¨ªas petrol¨ªferas hasta los 45 a?os, trabajo del que le despiden por su volc¨¢nica relaci¨®n con la botella. Se impondr¨¢ en nombre de la supervivencia ¨¦pocas de abstemia, pero las reca¨ªdas ser¨¢n salvajes. Billy Wilder, que trabaj¨® tortuosamente en el gui¨®n de la maravillosa Perdici¨®n, cuenta que hizo la sombr¨ªa D¨ªas sin huella pensando en Chandler, para intentar comprender los demonios que habitaban en el alcoholizado cerebro de ese artista al que admiraba.
Chandler, que hab¨ªa hecho vanos pinitos con la poes¨ªa en su juventud, comienza a escribir relatos policiacos para la revista Black Mask a ra¨ªz de su despido. Son la base de esa creaci¨®n magistral llamada Philip Marlowe, conmovedor protagonista de siete novelas, algunas irregulares o confusas en la trama, pero todas dotadas de un estilo deslumbrante, capacidad descriptiva, di¨¢logos memorables, sarcasmo de altura, emoci¨®n contagiosa, un tono desesperadamente l¨ªrico. Dos de ellas son perfectas: El largo adi¨®s y Adi¨®s mu?eca.
Conoce el ¨¦xito, pero ese b¨¢lsamo tampoco es duradero. Enviuda de su eterna esposa, se?ora veinte a?os mayor que ¨¦l y que ha constituido el mayor refugio para un hombre indeseablemente familiarizado con el v¨¦rtigo. Hay un desolado y grotesco intento de suicidio porque Chandler no acierta a disparar con la pistola. La cirrosis se complica con una pulmon¨ªa. Todo ya es triste, solitario y definitivo, hab¨ªa certificado Marlowe en El largo adi¨®s. Refiri¨¦ndose a su propia obra, Chandler escribi¨®: "Tiene que haber algo de magia en eso de escribir, pero no me atribuyo ning¨²n m¨¦rito. Ocurre. Simplemente. Como el cabello rojizo. Pero encuentro bastante humillante coger un libro m¨ªo para leer un pasaje y sorprenderme ley¨¦ndolo de nuevo veinte minutos despu¨¦s, como si lo hubiera escrito otra persona".
Todo Marlowe. Raymond Chandler. RBA. Barcelona, 2009. 1.392 p¨¢ginas. 35 euros.
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