El presidente guerrillero
Pasados ya los a?os de presidio y tortura, Jos¨¦ Mujica, el nuevo jefe del Estado uruguayo, es uno de los casos m¨¢s representativos de ¨¦xito de la nueva izquierda latinoamericana
Muchos argentinos contemplan a su vecino Uruguay con una cierta envidia. "?Un pa¨ªs en el que los sindicalistas no son ricos!", ironiza en televisi¨®n el periodista Pepe Eliaschev. "?Un pa¨ªs en el que la izquierda ha sido capaz de formar un Frente Amplio y gobernar unida y razonablemente!", comenta el gobernador de Santa Fe, el socialista Hermes Binner. "Si yo tuviera 15 a?os menos, me voy para Argentina y me pongo a hacer pol¨ªtica", asegur¨® el nuevo presidente uruguayo, Jos¨¦ Mujica, durante la campa?a electoral. "All¨ª son totalmente irracionales. (...) Tienen reacciones de hist¨¦rico, de loco. El problema es pol¨ªtico", a?adi¨®. Y casi nadie se enfad¨® en Argentina porque miran al peque?o Uruguay y se asombran de su estabilidad y de su sensatez y porque adoran a Mujica. "Yo dije un d¨ªa a los argentinos que ten¨ªan que quererse m¨¢s, y a partir de ah¨ª soy Dios en la Argentina", bromea Mujica.
Mujica promete que su mandato se basar¨¢ en "negociar, negociar y negociar. Hasta que resulte insoportable"
"Yo soy de los que se equivocan. Meto la pata por excesivamente sincero. ?Pero no tengo precio!". El Pepe, como llaman afectuosamente a Mujica muchos uruguayos, no tiene precio, efectivamente, en ninguno de los sentidos de la expresi¨®n. Es, fuera de toda duda, un hombre honrado. Y tambi¨¦n, un personaje inusitado, no s¨®lo por las cosas extraordinarias que ocurrieron en su complicada vida, sino por la incre¨ªble capacidad que tiene para mantener una imagen de sencillez. Sus cr¨ªticos le reprochan una frase que repite con alguna frecuencia: "Como digo una cosa, digo la otra", pero Mujica no cree que represente incoherencia, sino voluntad de negociar, de llegar a acuerdos que permitan avances estrat¨¦gicos para Uruguay. Y promete que su presidencia se caracterizar¨¢ precisamente por "negociar, negociar y negociar. Hasta que resulte insoportable".
"Estoy tomando dos cursos: uno para aprender a callarme un poco m¨¢s la boca, porque ahora tengo otras responsabilidades pol¨ªticas; Y otro, intensivo, para no ser tan nabo (ingenuo). Parece incre¨ªble que a estas alturas me agarre un periodista y me tenga hablando durante 28 horas", dijo, a ra¨ªz del esc¨¢ndalo provocado por la publicaci¨®n de un libro en el que arremet¨ªa contra todo el mundo.
El Pepe es capaz, efectivamente, de hablar durante 28 horas sobre lo divino y lo humano y de hacerlo, adem¨¢s, con su extenso vocabulario de tacos y con su aguda e independiente mirada. Pero Jos¨¦ Mujica, de 74 a?os, es cualquier cosa menos un nabo. M¨¢s bien es uno de los casos m¨¢s representativos del ¨¦xito de la nueva izquierda latinoamericana, que pas¨® de defender sus objetivos con las armas a considerar que de las revoluciones de los a?os sesenta y setenta "no qued¨® ni la ceniza" y que los programas de lucha contra la desigualdad pueden ser compatibles con el respeto a las reglas b¨¢sicas del mercado y de la democracia. En definitiva, que el gradualismo tambi¨¦n puede ser de izquierda.
El mayor s¨ªmbolo en toda Am¨¦rica Latina de esa nueva izquierda es el brasile?o Luiz In¨¢cio Lula da Silva, pero Mujica significa todav¨ªa algo m¨¢s, porque Lula fue un sindicalista, que pele¨® con huelgas y manifestaciones, y el uruguayo, un guerrillero tupamaro, que defendi¨® la lucha armada y que, con un fusil en la mano, secuestr¨® y combati¨® a la Polic¨ªa y al Ej¨¦rcito no s¨®lo durante la dictadura, sino tambi¨¦n, al principio, durante la democracia.
Mujica pag¨® muy caro. Estuvo once a?os en la c¨¢rcel. Dos, directamente enterrado en una especie de pozo, con muy poca movilidad. Siete a?os sin leer nada. Fue uno del llamado "grupo de los rehenes", nueve dirigentes tupamaros que el Ej¨¦rcito uruguayo amenazaba con fusilar en cuanto se produjera alg¨²n acto que amenazara la seguridad de la dictadura.
Otro de esos rehenes, Mauricio Rosencof, cont¨® en un libro su alegr¨ªa cuando consigui¨® comunicarse, gracias a una especie de morse propio, con un colega al otro lado del muro. La primera palabra entera que le hizo llegar fue: "Felicidades". Recordaba que era Navidad. Mujica, como Rosencof, pertenece a ese formidable tipo de personas que es capaz de conservar el sentido del humor y la capacidad de dialogar en condiciones infrahumanas.
"Durante aquellos dos a?os en el pozo, descubr¨ª que las hormigas gritan: basta con acercarlas al o¨ªdo para comprobarlo", relat¨® Mujica en una famosa entrevista que concedi¨® al poco de salir de la c¨¢rcel, en 1985. Pero los propios soldados encargados de la custodia no eran capaces de soportar ese tratamiento y, poco a poco, empezaron a intercambiar unas palabras con los detenidos y, algo m¨¢s adelante, incluso a pedirles que les escribieran cartas para sus enamoradas.
"Nosotros tuvimos una experiencia que no buscamos ni planeamos. No podemos vivir esclavizados por las cuentas pendientes de la vida. Yo tengo memoria y recuerdos, pero una cosa est¨¢ bien clara: es importante mirar el pasado, pero tambi¨¦n es necesario perderle el respeto", explic¨® en una entrevista con el periodista brasile?o Marco Aurelio Weissheimer. "La vida es porvenir", insisti¨®.
A la llegada de la democracia, con ahorros familiares y de su compa?era de toda la vida, Luc¨ªa Topolansky, que tambi¨¦n fue tupamara y tambi¨¦n estuvo encarcelada, Mujica se compr¨® una peque?a chacra (granja) a 20 minutos de Montevideo. All¨ª vive la pareja y all¨ª quiere seguir viviendo, incluso durante la presidencia, porque su mayor alegr¨ªa es cultivar flores, plantar verduras y fabricar un vino casero con las uvas de sus parras. Pese a sus 74 a?os, Mujica mantiene la granja en producci¨®n y no es extra?o encontrarle subido a un tractor, con ropa de faena, con una de sus dos perras (Victoria y Manuela) en el regazo. Manuela se meti¨® un d¨ªa entre el tractor y perdi¨® una pata. Ahora est¨¢ casi todo el tiempo encima de uno de sus amos. La chacra es muy importante, asegura Mujica. "No soy ning¨²n tarado. Cuando acabe mi etapa pol¨ªtica, llegar¨¢ el momento de dejar de ser figura p¨²blica. Yo admiro al general Giap y a Moshe Dayan, que se borraron y se fueron a vivir a aldeas perdidas", explic¨® en la campa?a electoral.
Es precisamente ese aspecto algo desali?ado de Mujica lo que m¨¢s irrita a algunos sectores de la sociedad uruguaya, que le reprochan "no vestir el cargo". Claro que la acusaci¨®n b¨¢sica contra Mujica es la posible existencia de una agenda autoritaria, que el nuevo presidente ha desmentido una y otra vez. Hay quienes le reprochan no haber condenado expl¨ªcitamente la violencia de los tupamaros, lo que es verdad, pero siempre ha dicho que, a su juicio, lo ¨²nico que ha quedado de la izquierda no ha sido su lucha armada ni la imposici¨®n del Estado sobre todas las cosas, sino el fen¨®meno socialdem¨®crata. "Yo le digo a Hugo Ch¨¢vez: mir¨¢ que vos no vas a construir ning¨²n socialismo con eso. Lo que va a quedar a favor ac¨¢, en Uruguay, es que van a tener mejor casa, van a comer m¨¢s y va a ser una reforma decente". Para Mujica, el mayor peligro de la izquierda es que "tiene la mala costumbre de perder de vista ese pensamiento estrat¨¦gico".
Abrazado y zarandeado por sus seguidores, El Pepe se lamenta de que un exceso de cari?o tambi¨¦n le puede matar. "Yo aguanto por temperamento. Los buenos matungos (pencos) un d¨ªa se mueren con los arreos puestos...", coment¨® cuando fue elegido senador.
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