Copenhague: medidas y costes
No deja de ser una casualidad que Obama vaya a Oslo a recibir el Nobel de la Paz el pr¨®ximo jueves, mientras cerca, en Copenhague (donde tambi¨¦n estar¨¢ el presidente de EE UU), se celebra a partir de hoy y durante 12 d¨ªas una de las m¨¢s decisivas reuniones sobre el futuro del planeta en relaci¨®n a un cambio clim¨¢tico (CC) que le amenaza con fen¨®menos como la variaci¨®n de las temperaturas, el aumento del nivel del mar, fen¨®menos meteorol¨®gicos m¨¢s extremos, disminuci¨®n de la superficie de los glaciares, p¨¦rdida de la biodiversidad, aumento de la probabilidad de enfermedades infecciosas o movimientos masivos de las migraciones. Obama sustituye en ese galard¨®n -con el intervalo del ex primer ministro finland¨¦s, Martti Ahtisari- al ex vicepresidente de EE UU, Al Gore, por su divulgaci¨®n sobre las consecuencias del CC, y al Panel Intergubernamental del Cambio Clim¨¢tico (IPCC, en sus siglas en ingl¨¦s), un grupo creado por la ONU hace m¨¢s de dos d¨¦cadas, con dos millares de cient¨ªficos de todas las tendencias que eval¨²an el riesgo de CC originado por las actividades humanas. El IPCC relaciona las decisiones p¨²blicas con la comunidad cient¨ªfica.
No se discute el cambio clim¨¢tico, sino el reparto de sus consecuencias y los costes que se deben asumir
?Qu¨¦ sabemos del CC?: que hay una subida de la temperatura media mundial y de la altura media del mar; que baja constantemente la cubierta de nieve del hemisferio norte; que hay alteraciones clim¨¢ticas que conllevan serios impactos en el ambiente planetario y en el sistema socioecon¨®mico; que las fuentes de los gases de efecto invernadero son la quema de combustibles, los procesos industriales, la agricultura, la deforestaci¨®n, el turismo o la vivienda, es decir, la acci¨®n del hombre; y que los efectos de esas emisiones sobre el sistema clim¨¢tico son independientes del pa¨ªs en que se encuentra la fuente, por lo que requieren soluciones multilaterales y globales.
La cumbre de Copenhague no es s¨®lo una reuni¨®n para resolver un problema ambiental, sino en la que se van a repartir los poderes en el nuevo orden econ¨®mico internacional, con una presencia estrat¨¦gica de los pa¨ªses emergentes, sobre todo China, India, Brasil o Rusia. De ella puede salir un acuerdo global pol¨ªticamente vinculante en todos los ¨¢mbitos de la negociaci¨®n (sobre todo en la reducci¨®n de gases de efecto invernadero y en la financiaci¨®n necesaria para la misma), que dar¨¢ lugar a un calendario en el que los elementos del pacto ser¨¢n transformados en un instrumento jur¨ªdicamente vinculante.
En la negociaci¨®n hay dos aspectos que superan a los dem¨¢s: el concierto multilateral puro y duro, y la negociaci¨®n particular entre EE UU y China, lo que indica el papel central que va adquiriendo este ¨²ltimo pa¨ªs en el concierto internacional. Uno no va a avanzar sin el otro de una manera u otra. De hecho, tras la reciente visita de Obama a China, EE UU anunci¨® sus objetivos para la cumbre de Copenhague (una reducci¨®n de los gases del 17% en 2020 respecto a los emitidos en el a?o 2005), y un d¨ªa despu¨¦s China hizo lo propio. En cuanto a la negociaci¨®n multilateral, parte de reducir las emisiones globales en un 50% en el a?o 2050 respecto a las de 1990, para que disminuyan las probabilidades de que la temperatura media global no aumente m¨¢s de dos grados. Europa se ha comprometido a disminuir sus emisiones en un 20% en el a?o 2020 respecto a 1990 de manera independiente, objetivo que podr¨ªa aumentar al 30% en caso de que se alcanzase un acuerdo suficientemente ambicioso en Copenhague. Los pa¨ªses en desarrollo son renuentes a que se establezcan cifras globales de reducci¨®n porque entienden que ellos no han generado el problema al emitir muchos menos gases que los industrializados, y sin embargo son los que m¨¢s est¨¢n sintiendo ya los efectos del CC. En cuanto a la financiaci¨®n, hay un baile de cifras: la Comisi¨®n Europea, por ejemplo, estima que las necesidades globales para la reducci¨®n de emisiones y las necesidades de adaptaci¨®n ser¨¢n de 100.000 millones de euros al a?o.
Los dirigentes del mundo tienen la oportunidad de corregir una tendencia maligna del cambio de clima en el planeta. Ya no se trata de polemizar sobre si hay o no CC y las causas de este cambio, suficientemente contrastadas, sino las medidas que hay que tomar y los costes (y su reparto) que se est¨¢n dispuestos a asumir.
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