Haidar, en t¨¦rminos exactos
La fisura abierta en las relaciones entre Espa?a y Marruecos por la situaci¨®n de Aminetu Haidar parece condenada a seguir creciendo, con el agravante de que, entre tanto, empiezan a aflorar los viejos fantasmas que regularmente pugnan por entorpecerlas. Poco a poco, las declaraciones a uno y otro lado del Estrecho van trasluciendo las viejas invectivas sobre la soberbia de los espa?oles o el car¨¢cter traicionero de los marroqu¨ªes. Adem¨¢s, por descontado, de empezar la exhibici¨®n de la respectiva lista de agravios, desde el S¨¢hara a Perejil, pasando por Ceuta, Melilla y el inabarcable n¨²mero de roces que inevitablemente se produce entre pa¨ªses que comparten frontera. Esta insensata pendiente deber¨ªa cesar de inmediato, no s¨®lo porque el deterioro de las relaciones entre Espa?a y Marruecos puede resultar desastroso para los intereses compartidos, entre ellos, los de seguridad, sino tambi¨¦n porque se complicar¨ªa la urgente soluci¨®n de un contencioso que podr¨ªa acabar cost¨¢ndole la vida a la activista de derechos humanos saharaui.
Lo peor que puede hacer Espa?a para encontrar una salida es echarse en brazos de soluciones imaginativas
Marruecos adopt¨® una decisi¨®n intolerable contra Haidar, como fue retirarle el pasaporte y forzar, de hecho, su deportaci¨®n y puede que su exilio por haber escrito "S¨¢hara Occidental" en la casilla correspondiente a la nacionalidad de un formulario administrativo de frontera. No es s¨®lo que el castigo impuesto a Haidar no guarde proporci¨®n alguna con su acci¨®n; es que para que exista un castigo tiene que existir previamente una norma que lo establezca. Pero, adem¨¢s, se da la circunstancia de que, aun en el supuesto de que el ordenamiento marroqu¨ª incluyera semejante norma, el castigo impuesto a Haidar ser¨ªa contrario a un derecho humano b¨¢sico, como es el derecho a la nacionalidad y a regresar al propio pa¨ªs. Poco importa, a estos efectos, que Haidar no se considere marroqu¨ª y estime que su pa¨ªs no es Marruecos. La Declaraci¨®n de Derechos Humanos no establece una obligaci¨®n para los sentimientos de Haidar, sino para las acciones de Marruecos, mucho m¨¢s desde que ¨¦ste considera que el S¨¢hara Occidental pertenece a su territorio.
Pero, junto a la decisi¨®n intolerable de Marruecos, existen graves inc¨®gnitas sobre la respuesta del Gobierno espa?ol. Haidar fue rechazada en el aeropuerto de El Aai¨²n, despojada de su pasaporte e introducida en un avi¨®n espa?ol. Seg¨²n las informaciones publicadas, el piloto solicit¨® autorizaci¨®n para embarcar a una pasajera sin documentaci¨®n y alguien se la concedi¨®. Es dif¨ªcil suponer que fuera la propia compa?¨ªa, no s¨®lo porque hubiera ido contra la normativa internacional bajo su propia responsabilidad, sino tambi¨¦n porque, una vez en Lanzarote, la polic¨ªa franque¨® el paso a Haidar aunque, siempre seg¨²n informaciones de prensa, carec¨ªa de documentos. Es preciso saber si, en efecto, Haidar lleg¨® o no documentada y qui¨¦n, c¨®mo y por qu¨¦ autoriz¨® su entrada en territorio espa?ol en el caso de que no lo estuviera. De esos datos depende, ni m¨¢s ni menos, la responsabilidad del Gobierno espa?ol en este caso; en concreto, la responsabilidad de haber colaborado voluntaria o involuntariamente con el Gobierno marroqu¨ª en la ejecuci¨®n de un castigo arbitrario y contrario a los Derechos Humanos como es la deportaci¨®n y puede que el exilio de una persona. Aparte de la condena que merecer¨ªa en el caso de que estos extremos se confirmaran, en el error, o algo m¨¢s que el error, lleva la penitencia: es ¨¦l quien est¨¢ pagando las consecuencias de un atropello cometido por Marruecos.
Lo peor que puede hacer Espa?a para encontrar una salida es echarse en brazos de soluciones imaginativas, por no decir de argucias de corto alcance como la que, al parecer, se intent¨® el viernes pasado, cuando hubo que abortar en plena pista un vuelo especial rumbo a El Aai¨²n en el que ya hab¨ªa embarcado Haidar. Es tanto como sumar al error la verg¨¹enza de ser descubiertos haciendo trampas. No se trata de encontrar una manera ingeniosa para devolver a Haidar a El Aai¨²n como si fuera una patata caliente; se trata de plantear el problema en sus t¨¦rminos exactos. Y los t¨¦rminos exactos son que, al margen del error, por llamarlo de este modo, que se pudo cometer al colaborar directa o indirectamente en la expulsi¨®n de Haidar, y que exige una inmediata clarificaci¨®n por parte del Gobierno espa?ol, el Gobierno marroqu¨ª no puede en ning¨²n caso actuar como lo ha hecho contra esta saharaui. Mientras no se le haga llegar a Rabat este reproche y esta condena, tanto bilateralmente como en los foros internacionales que sea preciso, todas cuantas medidas humanitarias adopte el Gobierno espa?ol en favor de Haidar s¨®lo ser¨¢n formas adicionales de complicidad con una deportaci¨®n y puede que un exilio. Algo inconcebible para un Gobierno que, seg¨²n dice, pretende comportarse internacionalmente de acuerdo con principios y valores.
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