Aquella Redacci¨®n de 'Cuadernos para el Di¨¢logo'
Todav¨ªa arrasados por la muerte de Jordi Sol¨¦ Tura, y conmovidos por el documental Bucarest que narra su vida y su cruel enfermedad ("?No te vayas, capit¨¢n Trueno!") nos llega la noticia de la desaparici¨®n de Pedro Altares (Caraba?a, 1935-Madrid, 2009), el amigo, el director de nuestra juventud. Una desaparici¨®n fulminante, sin apenas sufrimiento. No unimos en vano los nombres de Sol¨¦ Tura (que colabor¨® en Cuadernos para el Di¨¢logo) y de Altares, pues han representado en buena parte los mismos valores: un sentido progresista de la vida, el poder del di¨¢logo y la aversi¨®n al sectarismo, la Constituci¨®n, el resquemor hacia una Espa?a jacobina y centralizada. Cuando el pasado viernes, Adolfo Su¨¢rez Illana, visitaba la capilla ardiente de Sol¨¦ Tura, declaraba que estaba all¨ª para rendir homenaje en nombre de su padre, Adolfo Su¨¢rez, a los padres de la Constituci¨®n y a todas aquellas personas an¨®nimas que propiciaron su llegada y trabajaron para que los ¨²ltimos 30 a?os hayan sido los mejores de la historia de Espa?a.
Hay que recordar a Pedro Altares por su contribuci¨®n al consenso de 1978
Pedro Altares no fue un padre de la Constituci¨®n de 1978, pero tampoco precisamente un personaje an¨®nimo. Su obra magna, la revista Cuadernos para el Di¨¢logo, fue uno de los medios de comunicaci¨®n esenciales no s¨®lo para su llegada sino para la maduraci¨®n a lo largo de d¨¦cadas del esp¨ªritu que la hizo posible. No fue casualidad que en uno de sus ¨²ltimos n¨²meros, Cuadernos fuera el que avanz¨® el proyecto de Constituci¨®n que se estaba negociando, con la voluntad de no representar s¨®lo a media Espa?a como ocurri¨® en otros momentos constitucionales de los siglos XIX y XX. Por tanto, con vocaci¨®n de ser duradera y no un acto fallido. En los d¨ªas previos a su muerte, Pedro maduraba un homenaje de los cuadern¨ªcolas al primer presidente y promotor de Cuadernos para el Di¨¢logo, Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez, tambi¨¦n recientemente fallecido.
Nosotros no somos qui¨¦nes para valorar la figura generosa de Pedro Altares en el mundo de la pol¨ªtica (militante del PSOE), la cultura (tambi¨¦n fue editor de libros) o del periodismo (prensa, radio y televisi¨®n), pero quiz¨¢ s¨ª tenemos la representatividad y podemos ser testigos de aquella Redacci¨®n que Pedro conform¨® (sustituyendo a F¨¦lix Santos) a mitad de los a?os setenta, cuando Cuadernos para el Di¨¢logo dej¨® de tener periodicidad mensual y pas¨® a semanal, de la que ya faltan, entre otros, compa?eros tan entra?ables como Eduardo Barrenechea, Jos¨¦ Antonio Gabriel y Gal¨¢n, Luis Carandell, Miguel Bil-bat¨²a o Toni Garc¨ªa M¨¢rquez (el militar dem¨®crata). Una Redacci¨®n en la que coexistieron, haciendo honor a la cabecera de la publicaci¨®n, socialistas de todas las tendencias, ugetistas, comunistas, anarquistas, mao¨ªstas, democristianos, militares de la Uni¨®n Militar Dem¨®crata (UMD) e incluso alg¨²n periodista sin militancia. Pedro dirigi¨® aquel milagroso grupo ideol¨®gico, con una sola idea-fuerza: un proyecto democr¨¢tico, un periodismo cr¨ªtico y abierto. En aquella peque?a Redacci¨®n, en el subsuelo del chal¨¦ de la calle de Jarama de Madrid, recibimos la madrugada del 15 de junio de 1977, fecha de las primeras elecciones generales, a Felipe Gonz¨¢lez, secretario general del PSOE y a partir de esa fecha jefe de la oposici¨®n, que ven¨ªa a agradecer al papel de Cuadernos en la consecuci¨®n de una sociedad libre y progresista. Poco antes lo hab¨ªamos conocido como Isidoro, en el reservado de La Ancha de Madrid, donde se reuni¨® con toda la Redacci¨®n de Cuadernos.
Despu¨¦s de 336 n¨²meros, Cuadernos desapareci¨® apenas a?o y medio despu¨¦s de esas elecciones. En parte cerr¨® por el ¨¦xito de otros medios de comunicaci¨®n como EL PA?S, que lo sustituyeron. Muchos de los periodistas y colaboradores cuadern¨ªcolas nos volvimos a encontrar en la Redacci¨®n o en las p¨¢ginas de Opini¨®n de EL PA?S, incluido Pedro Altares. Entonces escribi¨® un art¨ªculo en este peri¨®dico, titulado Que nadie lamente nuestra suerte. En ¨¦l dec¨ªa: "Di¨¢logo es una palabra gastada en un pa¨ªs que quema etapas velozmente. Las que ahora se llevan son otras. Tales como poder, alternativa de poder, consenso, etc¨¦tera. Con Cuadernos para el Di¨¢logo se va un reflejo de lo que ha sido la vida pol¨ªtico-cultural de estos ¨²ltimos 15 a?os. Tambi¨¦n algunas ilusiones de quienes (...) hablaron sin ira y con esperanza de un tiempo y de un pa¨ªs, que cre¨ªan que el hombre, aunque fuese espa?ol, era el ¨²nico animal capaz de dialogar, que fue durante muchos a?os plataforma de opini¨®n de los que por decreto no ten¨ªan derecho a darla y escuela de convivencia y racionalidad. Y por supuesto, trinchera contra la opresi¨®n y la injusticia". Nosotros sentimos que Cuadernos, con todas sus deficiencias, fue as¨ª.
Hay quien piensa que este pa¨ªs necesita archivar peri¨®dicamente la memoria para sobrevivir. Nosotros pensamos que no, que hay que recordar a Pedro Altares y a aquel grupo de hombres y mujeres que convoc¨® Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez para encontrar la salida a la dictadura franquista. Sacrificaron muchas cosas en aquel empe?o y su obra ha sido en parte cruelmente silenciada (en beneficio de la de otros), pese a que el famoso y alabado consenso constitucional de 1978 hubiera sido imposible sin su aportaci¨®n personal y pol¨ªtica.
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