Constituci¨®n o 'pau de buxo'?
Recuerdo a un pol¨ªtico, al que de alguna forma compleja ten¨ªa que asesorar sobre temas propios de mi especialidad, arrojando simb¨®licamente la Constituci¨®n sobre sus adversarios, a modo de cachaba de boj, en los m¨ªtines, con el mismo ¨ªmpetu con que un funcionario-poeta decidi¨® perseguirnos a m¨ª y a un amigo por A Ferradura de Santiago y arrojarnos una enorme faca o navaja de Albacete, que no me alcanz¨®, gracias a lo cual estoy aqu¨ª.
Mi amigo y yo ¨¦ramos unos chavales y aquel hombre escrib¨ªa unos poemas espantosos y yo, como un ni?o sin contenci¨®n, tuve la mala ocurrencia de re¨ªrme. Los poetas es lo que tienen, ese pronto peligroso, como Lord Byron, camino de alguna batalla rom¨¢ntica. ?ramos dos delincuentes juveniles y a¨²n hablamos de eso cada vez que nos vemos. A Ferradura era un mundo: veo que los nacionalistas le llaman en sus pasquinas A Alameda, pero era, sobre todo, A Ferradura. Nunca o¨ª A Choupeira, que es una alternativa real.
El intento de retroceso en derechos nacionales y ling¨¹¨ªsticos es anticonstitucional
Mis intentos de convencer a aquel pol¨ªtico de que la Constituci¨®n era un peque?o texto a leer y, si acaso, a debatir, no encontraban mucho eco: la Constituci¨®n era un objeto para atizarle en la cabeza a los dem¨¢s a poco que se movieran. As¨ª se us¨® muchas veces, y as¨ª se sigue usando.
Me acord¨¦ de todo esto con la lectura de unas encuestas sobre el tema constitucional en las que una parte importante de la poblaci¨®n, probablemente y sobre todo la que habita en territorios centrales del Estado, ped¨ªa sangre en el tema de las autonom¨ªas, mientras d¨ªa a d¨ªa se incrementa en Catalu?a el esp¨ªritu federal, viejo esp¨ªritu de la izquierda que vuelve a inquietar a esas buenas gentes de orden que s¨®lo piensan el mundo desde el centro en el que habitan (cualquiera que sea este centro).
La Constituci¨®n habla de nacionalidades, ni m¨¢s ni menos, y de lenguas cooficiales en algunos territorios. Todo ello sigue siendo muy debatible y la tensi¨®n b¨¢sica es la de siempre: reducirlo, eliminarlo o ampliarlo. Por reducirlo o eliminarlo est¨¢n los ciudadanos "centralizados", cuya geograf¨ªa empieza y acaba en si mismos. Para ampliarlo est¨¢n algunos o muchos ciudadanos de esas periferias, a¨²n fieles a la Constituci¨®n, que quieren que todo se haga conforme a ley. Ya no son todos, y se van reduciendo.
Crece, por tanto, un desencuentro importante, y se radicalizan las posiciones. Para colmo y para echar le?a al fuego vienen los habitantes de esas encuestas diciendo disparates sobre las autonom¨ªas a ver a quien asustan. A nadie. La Constituci¨®n reconoce derechos nacionales (nacionalidades) y ling¨¹¨ªsticos (lenguas propias), y el intento (real) de que todo retroceda es anticonstitucional, aunque un importante anticonstitucionalismo se pasea hoy por la derecha hispana, e incluso por alguna peque?a parte de la izquierda, dispuestas, en algunos de de sus voceros, a acabar con esas veleidades perif¨¦ricas e incluso, en algunos casos, con la misma democracia, que todo puede ir en el mismo paquete.
Es bueno debatir sobre eso y es bueno que nadie lance la navaja como aquel iracundo rom¨¢ntico de A Ferradura a ver si pilla cuerpo, porque puede pillarlo y entonces todo se ti?e de otro color y todo se hace imposible. Hablar es muy importante, y es el habla y la palabra lo que va a definir el car¨¢cter humano del prehombre primitivo. El que habla actualiza sus circuitos cerebrales, los ampl¨ªa y pule, y as¨ª mantiene la evoluci¨®n en el dif¨ªcil nivel de la inteligencia, al que cost¨® millones de a?os llegar. Es cierto que le miras la cara a alg¨²n pol¨ªtico y no puedes creer que haya nada detr¨¢s, pero lo hay, aunque s¨®lo sea una cachaba de boj in mente, una amenaza. Pero ya no son mayor¨ªa, ni entre los pol¨ªticos ni entre la gente normal, por m¨¢s que alguna encuesta diga lo contrario (las encuestas las carga el diablo, y el diablo, a veces, es de carne y hueso).
Recuerdo aquella inmensa navaja golpeando en el suelo a unos pocos metros a mi espalda y c¨®mo supe entonces que a aquel hombre no le hubiera importado mucho darme matarile, y todo por el honor perdido en un mal poema (horrendo, incluso para un ni?o). Matar por un poema, matar por un art¨ªculo de la Constituci¨®n, matar por un mal rollo machista, o matar por 500 pesetas (conoc¨ª en la c¨¢rcel a un sujeto que mat¨® a su madre por 500 pesetas, y parec¨ªa feliz). No estoy seguro de que fuera por 500, quiz¨¢ eran 100. Me falla la memoria, pero me persigue aquella sonrisa imb¨¦cil del asesino, que me present¨® en la c¨¢rcel de A Coru?a Pepe Caama?o, otro estudiante santiagu¨¦s, ya fallecido, que ocupaba celda en aquel 68. Nosotros s¨®lo quer¨ªamos cambiar el mundo, pero aquel sujeto lo ten¨ªa m¨¢s claro y hab¨ªa empezado por su madre.
Por cierto, aquel pol¨ªtico al que te¨®ricamente asesoraba (los pol¨ªticos hacen siempre lo que les da la gana, en la tradici¨®n europea de la Comunicaci¨®n Pol¨ªtica) no acab¨® de emerger con la fuerza que hubiera podido hacerlo, por m¨¢s que ¨¦l era un tipo de una inteligencia y una preparaci¨®n excepcionales. Creo que ten¨ªa el mismo defecto de ciertos futbolistas con la pelota: no trataba bien a la Constituci¨®n, es decir, a la misma pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.