Menos virtuales y m¨¢s virtuosos
?Por qu¨¦ la misma derecha que quiere expulsar al Estado de las calles, la salud o la educaci¨®n se suma ahora a la campa?a contra una iniciativa para evitar el robo en Internet del trabajo intelectual?
Cuando el senador republicano Chuck Grassley afirm¨® que, con su reforma sanitaria, Obama pretend¨ªa que el Gobierno decidiera cu¨¢ndo hab¨ªa que "desconectar a la abuelita", tuve claro que aquello no era fruto de un problema de comunicaci¨®n de la Administraci¨®n Obama. Es muy improbable un malentendido de ese calibre, incluso entre una administraci¨®n de un partido y un senador de otro. La explicaci¨®n m¨¢s sencilla es que el senador republicano estaba poniendo en marcha una vez m¨¢s la estrategia de las llamadas "nobles mentiras" que el movimiento neocon ha tomado del pensamiento de Leo Strauss. Por otra parte, no parec¨ªa que al senador Grassley la conexi¨®n de las abuelitas a la vida le preocupara m¨¢s que la conexi¨®n de las grandes aseguradoras m¨¦dicas a sus beneficios.
La derecha sataniza a autores y sindicatos, su ataque a la propiedad intelectual es pol¨ªtico
Se ve normal que las operadoras cobren por navegar y no recurran al juez para cortar el servicio
Cuando hace unos d¨ªas el Gobierno de Espa?a dio a conocer el anteproyecto de Ley de Econom¨ªa Sostenible, vivimos una situaci¨®n parecida. Personas que tienen un nivel de formaci¨®n y de informaci¨®n en lo relativo al mundo de Internet por encima de la media, lanzaron de inmediato una se?al de alarma denunciando que el Gobierno pretend¨ªa desconectar al nieto. Tampoco me pareci¨® esta vez que la reacci¨®n se debiera a un malentendido.
Es dif¨ªcil confundir una medida dirigida contra las p¨¢ginas que se apropian sin permiso y para lucrarse de las obras de otros, con la desconexi¨®n de los internautas que accedan a esas p¨¢ginas. Es dif¨ªcil confundir la actuaci¨®n de una comisi¨®n a instancias de un autor que denuncie que alguien ha colgado sus obras en Internet sin su autorizaci¨®n, con la de una polic¨ªa cultural que nos vigile como un gran hermano de Internet. Tampoco es f¨¢cil confundir la petici¨®n de la identificaci¨®n del titular de una web con la petici¨®n de informaci¨®n sobre su vida privada. Por ¨²ltimo, no es f¨¢cil confundir la libertad de expresi¨®n con el robo. Demasiada confusi¨®n para ser fruto de un malentendido.
Sin duda estamos ante un debate sobre la libertad, pero no s¨®lo. Tambi¨¦n asistimos a un debate sobre el poder y sobre la propiedad. La extensi¨®n de Internet ha coincidido con la hegemon¨ªa pol¨ªtica del neoliberalismo y su concepci¨®n de la libertad como no interferencia. Una concepci¨®n de la libertad que conf¨ªa tan ciegamente en el mercado como desconf¨ªa de la pol¨ªtica y del Estado. Lo que defienden los neoliberales para Internet es lo mismo que hemos visto defender a los Gobiernos del PP para la sociedad espa?ola, por ejemplo cuando predicaban la seguridad para quienes pudieran pag¨¢rsela. La exclusi¨®n del Estado en Internet no es diferente de la expulsi¨®n del Estado de las calles, de la salud o de la educaci¨®n. No se trata ni exclusiva ni principalmente de un debate tecnol¨®gico. La batalla es pol¨ªtica, y bastante antigua. Frente a la Internet neoliberal, particularista, privada, habitada por vecinos, por idiotes, deberemos levantar una Internet republicana, universalista, p¨²blica, poblada por ciudadanos, por polites.
Es una batalla por el poder pol¨ªtico. De ah¨ª la parad¨®jica actitud de la derecha espa?ola, tan proteccionista con la propiedad inmobiliaria, y tan ambigua, cuando no abiertamente cr¨ªtica con los derechos de propiedad intelectual. No se encontrar¨¢ una explicaci¨®n en la filosof¨ªa, en el derecho o en la econom¨ªa para semejante contradicci¨®n. El ataque de la derecha a la propiedad intelectual es un ataque pol¨ªtico. La derecha condena la politizaci¨®n de la cultura, en especial del cine o de la m¨²sica, porque quiere una cultura ideol¨®gicamente neutra y pol¨ªticamente neutralizada. La simple visi¨®n de los equivalentes espa?oles de Scarlett Johansson, Kate Walsh o Herbie Hancock cantando Yes we can, les resulta insoportable. Por eso no han dejado de intentar intimidar a quienes apoyaron a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, o a todos los que se opusieron a la guerra de Irak. Las organizaciones que defienden los intereses de los creadores culturales y los sindicatos son dos objetivos que la derecha no dejar¨¢ de batir con toda su artiller¨ªa pol¨ªtica, econ¨®mica y medi¨¢tica.
Es una pr¨¢ctica poco liberal arrasar y sembrar de sal los campos de los adversarios pol¨ªticos. La politizaci¨®n de la cultura forma parte de la libertad de expresi¨®n, pero la politizaci¨®n de la propiedad intelectual es un ataque a la libertad de expresi¨®n. Los mismos que han sometido al conflicto banderizo la lucha antiterrorista lo hacen ahora con los derechos de propiedad. Ni el respeto a la patria, ni al patrimonio, detiene a la derecha espa?ola.
En su estrategia la derecha se est¨¢ encontrando con extra?os aliados, siempre pasa. Una vez me reun¨ª con una familia de la burgues¨ªa republicana que trataba de recuperar sus propiedades incautadas por los jerarcas del franquismo. Una de las principales dificultades para recuperar esos bienes era que los anarquistas hab¨ªan quemado el Registro de la Propiedad de su ciudad. Aquellos anarquistas no pudieron imaginar el amable servicio que estaban haciendo a los fascistas contra los que lucharon y perdieron. Salvando las distancias, como met¨¢fora puede servir, ?para qui¨¦n trabajan algunos de nuestros transversales y libertarios internautas?
?sta es tambi¨¦n una batalla por la propiedad. La l¨®gica del capitalismo es de concentraci¨®n. En la econom¨ªa actual hay una verdadera pugna por apoderarse de los beneficios que produce el trabajo de los creadores, ya sea por sus editores y distribuidores cl¨¢sicos o por otros nuevos. Se habla mucho de que la cultura debe cambiar su modelo de negocio. Tambi¨¦n las operadoras de telefon¨ªa cambiar¨¢n el suyo. Hasta ahora su negocio es cobrar peaje por navegar, muy despacio, por sus redes. Pero no se navega por navegar, se navega en busca de contenidos. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando las operadoras de telefon¨ªa compren a precio de saldo los mil veces violados derechos de propiedad de libros, canciones y pel¨ªculas? ?Habr¨¢ m¨¢s libertad para producir y para distribuir en Internet? Si ahora no van al juez para cortar la l¨ªnea de Internet a quien no paga, ?por qu¨¦ habr¨ªan de ir al juez para cortar el acceso a quienes les roben los contenidos? Si el problema es la existencia de grandes poderes no controlables por los ciudadanos, ?qui¨¦nes son los poderes m¨¢s grandes e incontrolables? Si en Internet no nos gobiernan las leyes, ?lo har¨¢n las ciegas fuerzas del sistema econ¨®mico y tecnol¨®gico, o quiz¨¢ la voluntad de un d¨¦spota ilustrado y benevolente?
La mayor¨ªa pensamos que el desarrollo tecnol¨®gico ofrece posibilidades de extensi¨®n de la informaci¨®n, la cultura y el conocimiento a toda la Humanidad, posibilidades que no pueden ser desaprovechadas. Un editor no puede, por capricho o por desidia, dejar que una generaci¨®n entera se quede sin leer a determinado autor, o sin ver determinada pel¨ªcula. La propiedad debe atender a sus deberes sociales. Tampoco parece razonable que la evoluci¨®n de los precios sea tan indiferente como hasta ahora al abaratamiento de los costes de reproducci¨®n y distribuci¨®n de libros, m¨²sica y pel¨ªculas. Y es verdad que cuando se ve el desarrollo de los programas de intercambio, alguien podr¨ªa pensar con un cl¨¢sico de la sociolog¨ªa como Robert K. Merton que cierto tipo de delincuencia no es m¨¢s que una forma de innovaci¨®n. Pero nada de eso justifica el robo, y ning¨²n modelo de econom¨ªa sostenible se puede basar en el robo.
Se puede razonar que el anteproyecto de Ley de Econom¨ªa Sostenible aborde algunos aspectos controvertidos de Internet relacionados con la propiedad intelectual. Esa controversia existe en la sociedad y parece l¨®gico que los representantes de los ciudadanos aporten una propuesta para su examen democr¨¢tico. Lo que es m¨¢s dif¨ªcil de razonar es la pretensi¨®n de expulsar a la pol¨ªtica democr¨¢tica del debate y la regulaci¨®n del ciberespacio. En todo caso, sea f¨¢cil o dif¨ªcil, razonar es el ¨²nico camino.
No siempre la libertad de expresi¨®n es una expresi¨®n de libertad. Muchas veces lo es de dominaci¨®n. Para ser un espacio de libertad hay demasiada gente en Internet que hace pol¨ªtica bajo la capucha del anonimato. Ser¨ªa bueno que al entrar en el espacio del debate democr¨¢tico se la quitaran como quien se lava las manos al sentarse a la mesa com¨²n. Ese espacio com¨²n es el de la pol¨ªtica, una pol¨ªtica hecha a cara descubierta por ciudadanos menos virtuales y m¨¢s virtuosos.
Jos¨¦ Andr¨¦s Torres Mora es diputado y secretario ejecutivo de Cultura del PSOE.
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