Guant¨¢namo quema
El plan de Obama para trasladar presos islamistas a EE UU est¨¢ lleno de incertidumbres
Barack Obama firm¨® una orden ejecutiva, un d¨ªa despu¨¦s de tomar posesi¨®n, ordenando el cierre para enero de 2010 de la prisi¨®n de Guant¨¢namo, una de las m¨¢s pesadas herencias de George W. Bush. El nuevo presidente de Estados Unidos, empe?ado en romper dr¨¢sticamente con su predecesor, calcul¨® mal sus posibilidades, y el mes pasado admiti¨® la imposibilidad de cumplir la promesa. Obama se ha enfrentado durante este tiempo a dificultades legales y a una firme oposici¨®n del Congreso, no s¨®lo en las filas republicanas.
En Guant¨¢namo, convertida en c¨¢rcel ignominiosa para sospechosos de terrorismo islamista tras el 11-S, permanecen todav¨ªa en un limbo jur¨ªdico m¨¢s de 200 presos, con los que Obama no sabe qu¨¦ hacer, aparte de los que han sido puestos t¨¦cnicamente en libertad, a la espera de Gobiernos dispuestos a acogerlos. Washington planea ahora trasladar una parte de ellos a una gran prisi¨®n vac¨ªa de m¨¢xima seguridad, a 300 kil¨®metros de Chicago. All¨ª habr¨¢ tambi¨¦n otros reclusos federales, pero s¨®lo un ala, bajo jurisdicci¨®n del Departamento de Defensa, albergar¨¢ a los sospechosos de terrorismo islamista. La medida requiere la aprobaci¨®n del Legislativo y promete un acalorado debate parlamentario, que ya calientan los l¨ªderes republicanos voceando sus peligros para la seguridad estadounidense.
Nadie en EE UU quiere a los radicales islamistas como vecinos. Por eso el Congreso prohibi¨® este a?o que los internados en Guant¨¢namo sean llevados a territorio estadounidense salvo para ser procesados. La Casa Blanca prev¨¦ que los trasladados a Thomson, se supone que en torno a un centenar, comparezcan lo antes posible ante tribunales militares. Y conf¨ªa en que la mayor¨ªa parlamentaria dem¨®crata pueda cambiar esa ley y echar una mano al atribulado Obama. El cebo de la Administraci¨®n pone el acento en los numerosos puestos de trabajo que alumbrar¨¢ la superprisi¨®n.
El problema de fondo, sin embargo, permanece intacto. En siete a?os, ni el Gobierno de EE UU ni sus ¨®rganos antiterroristas han sido capaces de fundamentar acusaciones concretas contra la mayor¨ªa de los presos que permanecen en la base cubana. Si no se maneja con enorme escr¨²pulo jur¨ªdico, la decisi¨®n de la Casa Blanca puede acabar convirtiendo Thomson en un nuevo Guant¨¢namo, pero ahora en suelo estadounidense.
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