"Hay que hacer autocr¨ªtica, pero sin flagelarnos"
Con un arroz a banda delante y sin agua en la mesa, no hay asunto que se le resista. Carmen Alborch hace regresi¨®n a la infancia y a los sentidos delante de la paella. Pide cuchara de palo y anima a picar directamente del recipiente. "Si nos ponemos, lo hacemos bien. Esto se come as¨ª", comenta. ?Guarreando como es debido? "Por supuesto".
Acaba de publicar La ciudad y la vida (RBA), unas memorias pol¨ªticas y callejeras en las que la que fuera ministra de Cultura en los noventa y candidata opuesta por el PSOE a Rita Barber¨¢ en las ¨²ltimas municipales, canta a la calle como la casa p¨²blica que defend¨ªa Tierno Galv¨¢n.
Perdi¨®. Pero el entusiasmo es como las angulas. Un ingrediente muy caro que ella misma se fabrica. A Alborch le sale por los poros. Cuando se ha sido miembro del Gobierno, pocos est¨¢n dispuestos a descender a la oposici¨®n municipal. Pero a ella no se le caen los anillos por eso. Ni en Valencia: la tierra de la luz, las naranjas, el amor y las tramas ocultas. "Valencia: ?qu¨¦ paciencia!, dice el dicho. All¨ª vamos de la verg¨¹enza ajena a la ilusi¨®n, por no decir esperanza, que me pueden interpretar mal...".
La ex ministra reivindica la calle, la soledad y la vejez sin estigmas
Seg¨²n Alborch, su tierra necesita remedios mediterr¨¢neos: "Una gran conversaci¨®n, por ejemplo. Ahora se hace todo por las bravas". Pero en algo habr¨¢ fallado su partido a la hora de perder y perder, como en Madrid. "Soy partidaria de hacer autocr¨ªtica, pero no de autoflagelarme", comenta. Entonces... "Seguramente no sabemos transmitir bien nuestro discurso, ni hacernos suficientemente visibles".
Por el recipiente del arroz se van notando las marcas que cada uno deja, como en una carrerilla lenta en la que se comparten los granos y las gambitas. Tambi¨¦n el placer y la alegr¨ªa de vivir. "Yo reivindico a Epicuro. Cuanto m¨¢s felices seamos nosotros, mejor estar¨¢n quienes nos rodean. He querido escribir una celebraci¨®n de la vida", afirma. "Incluso en el esfuerzo, en el trabajo, soy capaz de encontrar un lado placentero que conviene para que todo marche bien en equipo".
Y mezclar pol¨ªtica, m¨²sica y amigos. Por poco no le caben todos en el libro. "Soy expansiva", comenta. Algo que puede no cuadrar con su reivindicaci¨®n de una cierta independencia tan serena como radical, que plasm¨® en su libro Solas. "Ahora estoy trabajando sobre la vejez. No deber¨ªamos verla como antesala de la muerte, sino como una etapa vital a aprovechar. ?Por qu¨¦ la vejez y la soledad tendr¨¢n tan mala prensa?", pregunta. "Ahora voy a chupar yo esta cabeza de cigala". Es su grito de guerra antes de intentar responderse: "Estamos educados en un lenguaje terrible que las desprecia. La soledad como angustia, la soledad como tristeza. Seguro que hay personas que viven en pareja y se sienten mucho m¨¢s solas que si no estuvieran con nadie".
?Quiere decir que ha renunciado a la vida compartida? "En absoluto... Si surge algo, estoy dispuesta". A lo mejor es que se siente ya rarita para vivir con alguien. ?Mani¨¢tica? "No me acuerdo...", responde. Mientras, duerme entre Madrid y Valencia, donde conoce al dedillo el d¨ªa, la noche y los mercados. "En mi ciudad son la celebraci¨®n de los sentidos de forma absolutamente moderna, con dat¨¢fonos y tecnolog¨ªa punta. Ese olor de la verdura, el color de los tomates, de la huerta. No tiene precio".
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