Haidar
El caso Haidar tuvo sin duda una vertiente externa, que concierne a las relaciones internacionales, con especial incidencia sobre las bilaterales entre Espa?a y Marruecos, que a juicio de un especialista como Juan Goytisolo son dos Estados que parecen condenados a no entenderse, y otra que afect¨® directamente a Espa?a, atrapada por ingenuidad por una tela de ara?a en la cual fue enred¨¢ndose m¨¢s d¨ªa a d¨ªa. Es veros¨ªmil que, ante la negativa de las autoridades marroqu¨ªes a permitir la entrada de la patriota saharaui -lo de activista suena mal-, Moratinos quiso ejecutar una jugada de billar, haciendo, de un lado, el favor a Rabat con la admisi¨®n en Lanzarote y, de otro, proporcionando asilo a Haidar. No cont¨® con la tenacidad de una mujer dispuesta a sostener sus derechos y tampoco con la rigidez de un monarca decidido por su parte a no "ennegrecer" (perder) la cara -en el sentido del t¨¦rmino wajh- por mucha justicia que est¨¦ en juego, aprovechando de paso la ocasi¨®n para poner en un brete a Espa?a y para reafirmar urbi et orbi su soberan¨ªa irreversible sobre el S¨¢hara.
Esta tr¨¢gica historia ha revelado la intensidad de la represi¨®n policial en el S¨¢hara
No es que Marruecos y Espa?a dejen de entenderse por incomprensi¨®n de ambos, o por el contencioso saharaui; de faltar ¨¦ste, pasar¨ªan a primer plano Ceuta y Melilla. As¨ª sucedi¨® con la visita del rey Juan Carlos. Mohamed VI hered¨® de su padre la propensi¨®n a utilizar las reivindicaciones ante Espa?a como medio para apuntalar el consenso de sus s¨²bditos. Por eso, desde el principio era casi impensable que cediera. La mediaci¨®n privada de Juan Carlos hubiese podido tener efectos positivos, pero al salir a la luz p¨²blica esa salida de emergencia, con el cruce de cartas Rey-Llamazares y la posterior declaraci¨®n de Zapatero, qued¨® cerrada, salvo que llevara aparejada una humillaci¨®n. Tal como se pusieron las cosas, todo intento de alzar la voz desde Espa?a en t¨¦rminos oficiales, y m¨¢s a¨²n si de un modo u otro era mencionada la autodeterminaci¨®n saharaui, reforzaba la condena a muerte de Aminetu. Al optar por dicha opci¨®n Moratinos, luego de reconvenir a Haidar por su actitud, achicaba el espacio para que el emir cediese. As¨ª que, al lado de Estados Unidos, restaba s¨®lo la acci¨®n europea, y en su centro, Sarkozy, gran protector de Rabat, y siempre que Mohamed VI pudiera salir victorioso. De ah¨ª la necesidad de conjugar una presi¨®n firme con la discreci¨®n en las gestiones y en las palabras. No hay duda de que ¨¦se fue el camino de la soluci¨®n con un importante triunfo legal para el Rey.
Sobraron aqu¨ª tantos esfuerzos por mostrar cada pol¨ªtico que hab¨ªa intervenido para evitar la muerte de Haidar. No deb¨ªa morir, pero al tiempo se hab¨ªa obligado ella misma a mantener en pie su causa, que es la de todo un pueblo sometido por la fuerza y contra las normas internacionales a un Estado cuya forma de gobierno conserva buenas dosis de despotismo. S¨®lo as¨ª dej¨® la huelga de hambre. Resulta secundario que nuestros gobernantes salgan mejor o peor parados, aun cuando, parad¨®jicamente, su suerte estuvo unida a la de Haidar. Ante todo, por humanidad y democracia, importaba Haidar, importaba una poblaci¨®n que por muy m¨ªsera, instrumentalizada por Argelia y anegada por la inmigraci¨®n marroqu¨ª que se encuentre, conserva ¨ªntegros sus derechos, como T¨ªbet ante China. Su miseria, adem¨¢s, no es end¨®gena, sino fruto de una opresi¨®n pol¨ªtica.
Lamento discrepar de Goytisolo: ?qu¨¦ sentido tiene propugnar un "amplio margen" de autonom¨ªa de S¨¢hara dentro del reino de Marruecos? Si Marruecos no es democr¨¢tico, si se dan persecuciones reiteradas de periodistas, de homosexuales y del proselitismo de cristianos, bajo el dominio ilimitado de un monarca que resulta ser adem¨¢s el Gran Propietario del reino, ?qu¨¦ cabe esperar de un autogobierno sobre el papel? De existir algo positivo en esta tr¨¢gica historia es haber revelado la intensidad de la represi¨®n policial en el S¨¢hara, el menosprecio de los derechos humanos.
El gesto de Aminetu Haidar no puede ser visto como un empecinamiento suicida. Era preciso encontrar una f¨®rmula pol¨ªtica que le permitiera salvaguardar su dignidad y su vida, ya que estamos ante una manifestaci¨®n de "insistencia en la verdad", tal y como defini¨® Gandhi la satyagraha, de sacrificio de s¨ª mismo hasta la muerte, de afirmaci¨®n de la fuerza del esp¨ªritu frente a la tiran¨ªa. En este sentido, la saharaui no s¨®lo luch¨® por su patria. Los amigos de Marruecos, es decir, del pueblo y no del Rey, debieran entender que la lucha de Haidar lo fue tambi¨¦n por la libertad de Marruecos.
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