La patrulla de la solidaridad
Una legi¨®n de voluntarios cubre en Ja¨¦n la atenci¨®n p¨²blica a los inmigrantes
Son las diez de la noche de un jueves de contrasentidos en Ja¨¦n. Las calles c¨¦ntricas de la capital bullen de adolescentes, j¨®venes universitarios y plantillas enteras de empresas que, con sus mejores trajes y una cartera entregada al consumismo, inundan los lugares de ocio en los tradicionales encuentros para celebrar la Navidad. Ajenos a ese jolgorio, en una angosta y rec¨®ndita calle del casco antiguo, decenas de inmigrantes, desorientados y exhaustos de tanto esfuerzo por sortear a la miseria que les persigue, se agolpan a las puertas del albergue habilitado por C¨¢ritas en el antiguo convento de Santa Clara. Junto a ellos, un grupo de voluntarios se prepara para atenderlos, unos dentro del edificio y otros patrullando las calles en busca de personas sin un techo.
Se estima en 5.000 el n¨²mero de inmigrantes que deambula por Ja¨¦n
La red p¨²blica de albergues no responde a la realidad social
Son personas an¨®nimas que se entregan durante varias horas a los temporeros que cada a?o ponen las sombras al paisaje olivarero de Ja¨¦n. Personas como Jos¨¦ Enrique Solas, enfermero en un centro de salud; Francisco Javier G¨®mez o Francisco Manuel Calleja, j¨®venes desempleados; las hermanas Amparo y Sheila Aguilar, que han acabado hace poco su jornada como dependientas; Pedro Palomeque, abogado; o Francisco Pacheco, un jubilado que se afana para que no les falten mantas a los usuarios de este albergue. Todos pertenecen a alguna cofrad¨ªa de la capital. Otras noches les tocar¨¢ el turno a voluntarios de Maristas, la Universidad, la HOAC o de alguna parroquia.
"Es un trabajo con una enorme carga emocional, son personas que muestran mucha gratitud por el simple hecho de tratarles como personas", explica ?ngel Ruiz, un funcionario que admite haber llorado en alguna ocasi¨®n por la marginaci¨®n que sufren estos inmigrantes. "Son gente muy agradecida", remarca Antonio Jim¨¦nez, un parado jiennense que ha dejado en casa a su esposa y sus cuatro hijos para echar una mano en el albergue. Esa noche, apenas duermen en ¨¦l unas 40 personas, un tercio de la capacidad de este centro abierto a principios de mes como dispositivo de emergencia al saturarse el albergue municipal. Uno de ellos, Antoine Francis, de 60 a?os, el ¨²nico franc¨¦s en un grupo donde abundan los subsaharianos y magreb¨ªes, lleva un mes en Ja¨¦n sin haber encontrado trabajo en la aceituna.
Aunque la presi¨®n migratoria en la capital ha descendido en los ¨²ltimos d¨ªas, las patrullas de los voluntarios de C¨¢ritas encuentran a gente durmiendo en la calle. Unos se refugian junto a unos columpios del parque de La Alameda, otros en un pasaje de Navas de Tolosa y otros en la estaci¨®n de autobuses. Pero s¨®lo cuatro senegaleses acceden a irse al albergue de C¨¢ritas; el resto prefiere seguir donde est¨¢, quiz¨¢ para no tener que identificarse ante nadie. Con todo, Jos¨¦ Enrique Solas cree que su labor "ha valido la pena".
"La red p¨²blica de albergues no responde a una realidad social, ni su capacidad ni los tres d¨ªas de estancia m¨¢xima son suficientes", dice, apesadumbrado, Juan Carlos Escobedo, presidente de C¨¢ritas Diocesana en Ja¨¦n, que despliega cada d¨ªas m¨¢s de 500 voluntarios por toda la provincia intentando suplir las lagunas de la atenci¨®n institucional hacia los inmigrantes. El Foro Social es otra organizaci¨®n que se involucra en la atenci¨®n a los inmigrantes que llegan a Ja¨¦n, aunque este a?o no se ha visto obligado a abrir su alojamiento de emergencia en la capital. "Hay menos tensiones que en a?os anteriores", admite Alfredo Infantes.
No ocurre lo mismo en la comarca m¨¢s oriental, en la Sierra de Segura, donde ha surgido por segundo a?o consecutivo una plataforma ciudadana para atender al centenar de inmigrantes que, seg¨²n sus c¨¢lculos, est¨¢n durmiendo en la calle en pueblos como Puente de G¨¦nave, La Puerta de Segura, Siles o Beas de Segura, y eso que las temperaturas nocturnas han rondado las ¨²ltimas noches los cinco grados bajo cero. "Los ayuntamientos les pagan billetes de autob¨²s a los inmigrantes, pero con eso s¨®lo logran volcar la presi¨®n a otros pueblos vecinos", critica Jos¨¦ Laso, portavoz del colectivo Segura Solidaria, que forman unos 40 voluntarios, entre ellos agricultores, m¨¦dicos, funcionarios y amas de casa.
Aunque el Gobierno andaluz sostiene que la red p¨²blica de albergues -con capacidad para 800 plazas- no ha rebasado el 85% de su capacidad en los ¨²ltimos d¨ªas, algunos de la veintena de centros de pueblos peque?os est¨¢n desbordados. Ocurre, por ejemplo, en la Sierra de Segura, donde la campa?a olivarera es m¨¢s tard¨ªa y muchos inmigrantes se agolpan con la esperanza de encontrar un trabajo. Esta comarca soporta ahora la mayor presi¨®n migratoria de la provincia, donde los voluntarios estiman que hay unos 5.000 inmigrantes deambulando de pueblo en pueblo. La plataforma estudia incluso ocupar las instalaciones del hospital comarcal de Puente de G¨¦nave para protestar por la "pasividad" de las autoridades, tanto las locales como las provinciales.
La Cruz Roja es otra instituci¨®n que se vuelca cada a?o en la atenci¨®n a los temporeros. En ?beda, uno de los puntos calientes, su vicepresidente es Antonio del Moral, un jubilado que tuvo que lidiar con el fen¨®meno migratorio en los 10 a?os en que fue concejal y ahora lo hace como un voluntario m¨¢s. "Alguien tiene que atenderlos, lo que no puede ser es dejarlos a su suerte", explica Del Moral mientras lamenta que el polideportivo municipal -abierto hace unos d¨ªas como recurso de emergencia- tuviera que cerrar sus puertas este fin de semana para dar cabida a los conciertos ya programados. Otro contrasentido dif¨ªcil de entender en este paisaje ole¨ªcola lleno de claroscuros.
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