Terrorismo de ida y vuelta
Espa?a est¨¢ en el punto de mira inmediato del terrorismo global. La justicia, aunque no sola, tiene una obligaci¨®n hist¨®rica frente a ello
Que Espa?a es un objetivo de Al Qaeda, primero como punto de referencia de un imperio perdido y luego como objetivo de ataques (el ¨²ltimo, el secuestro de cooperantes en Mauritania), es algo sabido y demostrado.
Sin embargo, nadie en la d¨¦cada de los noventa se tom¨® en serio lo que, despu¨¦s del terrorismo pol¨ªtico internacional, comenzaba a ser la amenaza fundamentalista-salafista en Europa y en Espa?a. Hasta tal punto esto fue as¨ª que tendr¨ªa que llegar el a?o 1997 para que la justicia espa?ola comenzara a percibir la realidad que se nos ven¨ªa encima. Hasta entonces, la Audiencia Nacional hab¨ªa estimado que las personas y grupos de esta ideolog¨ªa, en su versi¨®n extrema, no deb¨ªan ser considerados como terroristas fuera de las fronteras del pa¨ªs en el que las organizaciones a las que estaban vinculados comet¨ªan los atentados, sino como meros falsificadores o delincuentes habituales y, por ende, su sanci¨®n no deb¨ªa ser grave. En una forma inconsciente se permiti¨®, absortos como est¨¢bamos con la lucha contra el terrorismo aut¨®ctono, que estos grupos o redes de personas arraigaran en Espa?a. Ciertamente, el esfuerzo policial y judicial por investigar estas redes, entonces incipientes, era m¨¢s un acto de puro voluntarismo que de efectividad institucional. Inteligencia exterior era la hermana pobre de los servicios de informaci¨®n en nuestro pa¨ªs.
Quer¨¢moslo o no, ha habido dos percepciones distintas para el terrorismo local (ETA) y el global ('yihadista')
Cuando no se prestaba atenci¨®n a Al Qaeda, su acci¨®n nos golpea a cientos de kil¨®metros y con la guardia baja
Esta inercia se rompi¨® en 1997, cuando la Comisar¨ªa General de Informaci¨®n detuvo a un grupo de personas vinculadas al GIA (Grupo Isl¨¢mico Armado), aunque el hecho no estuvo exento de dificultad, ya que hubo un juez que fr¨ªvolamente puso a todas las personas en libertad en la regi¨®n donde fueron detenidas, lo que motiv¨® que la nueva captura de algunos por toda Europa se retrasara m¨¢s de dos a?os y que otros escaparan y volvieran a su actividad terrorista en Argelia.
Finalmente, la justicia hizo su trabajo y la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, en julio de 2001, conden¨® a aquellas personas por integraci¨®n en la organizaci¨®n terrorista GIA, la misma que tiempo antes no hab¨ªa sido considerada tal porque no desarrollaba actividad violenta en Espa?a. En este caso fueron condenados, entre otros, dos procesados que posteriormente ser¨ªan tristemente c¨¦lebres en Espa?a, Allekema Lamari, que se suicid¨® en Legan¨¦s tras haber sido uno de los autores de los atentados del 11-M, y Abdelkrim Benesmail, condenado en la Operaci¨®n Nova junto con otros que, seg¨²n qued¨® indiciariamente acreditado, pretend¨ªan volar la Audiencia Nacional con un cami¨®n lleno de explosivos y cuya formaci¨®n o adoctrinamiento yihadista se hab¨ªa producido en el interior de la c¨¢rcel salmantina de Topas.
Por su parte, el Tribunal Supremo, en el mismo caso en su sentencia de 7/7/02, hablaba del GIA como una organizaci¨®n terrorista de car¨¢cter fundamentalista que recurr¨ªa a la yihad o guerra santa para lograr el acceso al poder pol¨ªtico y al establecimiento de la shar¨ªa o ley isl¨¢mica, y que usaba los pa¨ªses occidentales, entre ellos Espa?a, como lugar de refugio de los huidos de Argelia, como mercado para abastecerse de armas y explosivos, captaci¨®n de militantes y falsificaci¨®n de documentos; es decir, lo que unos a?os antes no se hab¨ªa considerado terrorista. Y es que siempre, quer¨¢moslo o no, ha habido dos percepciones diferentes para el terrorismo local (ETA) y para el internacional o global (yihadista).
Hasta cierto punto esto es comprensible en los ciudadanos, pero resulta inaceptable y muy peligroso cuando esa sensaci¨®n se instala en las instituciones, porque ello conlleva una menor presi¨®n y una menor inversi¨®n en esfuerzos y recursos para hacer frente a este tipo de terrorismo. Es decir, si hay atentados se visualiza inmediatamente la necesidad de acci¨®n frente al mismo y se act¨²a, y si no los hay -como ocurr¨ªa al principio y ahora- no se percibe como una amenaza y se reh¨²sa actuar e incluso se hacen interpretaciones peregrinas tanto sobre el fen¨®meno como sobre la intencionalidad de los que ejecutan actos bajo el paraguas de Al Qaeda.
Con esta postura se desconoce que este tipo de terrorismo es de ida y vuelta. Es decir, al ser global, el teatro de operaciones es mucho mayor y por ende debemos percibirlo -si no se quieren perder sus verdaderos perfiles- como un crimen universal con independencia del lugar de comisi¨®n o la nacionalidad de las v¨ªctimas.
Tampoco es cierta la afirmaci¨®n de que en nuestro pa¨ªs o en Europa no existan, jur¨ªdicamente hablando, atentados, porque, seg¨²n dicha concepci¨®n universal, los que suceden, aunque se produzcan en lugares m¨¢s o menos remotos, tienen una incidencia pr¨®xima o inmediata al ser las v¨ªctimas universales y porque la acci¨®n criminal que los integra pudo formarse y desarrollarse en Espa?a u otros pa¨ªses a trav¨¦s de la constituci¨®n de grupos que, sin aparente relaci¨®n de causa efecto inmediatas, fueron los que suministraron los medios materiales y humanos. Por tal raz¨®n, lo mismo que sucede en el crimen transnacional organizado, esta forma de actuar es mucho m¨¢s compleja y dif¨ªcil de descubrir y combatir si no se asume que las vinculaciones e interrelaciones entre esos grupos y c¨¦lulas terroristas no son aleatorias ni caprichosas, sino que responden a una l¨®gica del terror cuyo fin es la consecuci¨®n de objetivos tan globales como aparentemente irrealizables, lo que favorece la indiferencia y la incredulidad, o incluso el escepticismo de los ciudadanos y las instituciones, y la convicci¨®n de que no existe riesgo alguno, coadyuvando con ello, en forma involuntaria, a otorgar patente de impunidad en la primera y m¨¢s decisiva fase de formaci¨®n.
Lo cierto es que, desde el momento inicial (adoctrinamiento), los ide¨®logos o emires tienen prevista la actuaci¨®n del grupo, aprovechando -sin excepci¨®n- esas contradicciones de nuestra sociedad y el miedo que en la misma existe a asumir la realidad del problema, lo que se traduce a veces en opiniones publicadas tan banales como temerarias y peligrosas porque ser¨¢n aprovechadas para golpearnos como, cuando y donde les interese.
El d¨ªa 11 de septiembre de 2001 todos nos quedamos inermes y espantados ante la magnitud de la cat¨¢strofe del terrorismo de ida y vuelta yihadista. Los r¨ªos de tinta sobre las imprevisiones que facilitaron la ejecuci¨®n del mayor ataque terrorista de la historia y las consecuencias del mismo para el mundo contin¨²an aliment¨¢ndose a la vez que perdura el dolor de las v¨ªctimas, aunque no su recuerdo y reconocimiento, que languidece escondido en meros actos protocolarios. A pesar de esta evidencia, cuando en nuestro pa¨ªs se concretaron investigaciones iniciadas antes de aquellos hechos, algunos se permitieron la frivolidad de afirmar que, pese a la existencia de redes yihadistas en Espa?a desde 1994, s¨®lo se trataba de una burda emulaci¨®n de aquellos atentados, y continu¨® sin prestarse atenci¨®n a un fen¨®meno cada vez m¨¢s presente y cuyos actores se mostraban m¨¢s animados por el ¨¦xito de sus hermanos terroristas en el coraz¨®n de Occidente.
Para entonces, los mismos que a?os antes hab¨ªan salido de Afganist¨¢n (los llamados ¨¢rabes afganos) tras la expulsi¨®n de los sovi¨¦ticos y que al parecer hab¨ªan estado a sueldo de la CIA, y que hab¨ªan formado el GIA en Argelia, dieron vida al Grupo Salafista para la Predicaci¨®n y el Combate y a los Grupos Isl¨¢micos Combatientes Marroqu¨ª y Libio. Y junto a ellos los que se hab¨ªan sumado a la llamada de Osama Bin Laden volver¨ªan a los centros de Afganist¨¢n y a las zonas de conflicto para recibir entrenamiento y de nuevo regresar, a partir de 1998, a sus pa¨ªses de origen para hacer la yihad global proclamada por el l¨ªder de Al Qaeda, y regresar, estableciendo bases intermedias -por ejemplo, en Espa?a- all¨¢ donde se les requer¨ªa para suicidarse, matando en lugares como Irak. Tambi¨¦n se agruparon bajo el mando de Al Zarqawi para atacar nuevos objetivos y finalmente crear, en 2007, Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico (AQMI), con sus nuevas bases en el desierto del Sahel. Ahora la yihad est¨¢ a las puertas de Occidente con Al Andalus m¨¢s pr¨®xima y m¨¢s presente en las reivindicaciones de AQMI, no como mera ilusi¨®n program¨¢tica, sino con finalidad en s¨ª misma focalizada en la conquista de Ceuta y Melilla.
Durante todo este tiempo los grupos y redes, con la marca o franquicia de Al Qaeda, sin nombre ni jerarqu¨ªa, o con cualquier sigla de conveniencia, se formaron como c¨¦lulas durmientes y sus miembros asumieron una vida normal, integrados en la sociedad occidental y, aprovechando el camuflaje, hicieron lo que saben, aglutinar fuerzas y medios para continuar la guerra santa o yihad global cuando sea necesario o fueren requeridos para ello.
Entre tanto y a diferentes niveles, la sociedad espa?ola se ha debatido en estos ¨²ltimos ocho a?os entre la ignorancia consciente del problema o el despertar doloroso y lacerante, con cuatro atentados mort¨ªferos, el 11 de marzo de 2004 en Madrid; o entre la conciencia temporal del fen¨®meno terrorista y el olvido de sus efectos y existencia hasta que, ahora, de improvisto y cuando a Al Qaeda no se le prestaba atenci¨®n ni en los informativos, su acci¨®n nos golpea en plena cara a cientos de kil¨®metros y con la guardia baja.
De nuevo, ante la amenaza, con la perspectiva pendular que tenemos frente a cualquier fen¨®meno que nos oprime y atenaza, reaccionamos en la misma forma atropellada y torpe, con an¨¢lisis prematuros, sin aprender de lo sabido o debido conocer, y sin asumir que a los terroristas no se les pueden ofrecer ni pistas, ni flaquezas, porque las aprovechar¨¢n en nuestra contra.
En este contexto, nos enfrentamos a una situaci¨®n singular. Espa?a, Al Andalus, el anillo m¨¢s preciado del califato universal, otra vez est¨¢ en el punto inmediato de mira del terrorismo global y frente a este hecho se nos plantea el mismo dilema de siempre, o continuar, como otras veces, discutiendo si existe o no la acci¨®n terrorista del islamismo radical en Espa?a o si los grupos y redes aqu¨ª presentes act¨²an con fines terroristas o simplemente religiosos; o reconocer que este fen¨®meno no ha dejado de existir ni un solo momento y que sus ac¨®litos han hecho, hacen y har¨¢n su trabajo y, por ello, nosotros debemos actuar con contundencia en todos los frentes contra ellos.
Como creemos que frente a este fen¨®meno no podemos ser indiferentes, debemos se?alar algo que, a veces, se olvida y que sin embargo todos tendr¨ªamos que tener presente como verdad judicial establecida en m¨²ltiples sentencias de nuestros tribunales: que Espa?a es lugar de adoctrinamiento, preparaci¨®n e integraci¨®n en redes terroristas internacionales; que en diferentes centros religiosos se han desarrollado actividades il¨ªcitas tendentes a la ejecuci¨®n de la yihad; que, en nuestro pa¨ªs, se han reclutado individuos pertenecientes a la colonia siria, paquistan¨ª o magreb¨ª para enviarlos a campos de entrenamiento, financiar acciones o a luchar en Irak o Afganist¨¢n al servicio de la red terrorista de Al Qaeda; que aqu¨ª, en comunidades como Catalu?a o Madrid, se han creado infraestructuras para proporcionar a tales individuos documentaci¨®n que facilitara sus traslados y acciones terroristas; que en zonas pr¨®ximas a la capital de Espa?a se han impartido y recibido cursillos de armas y explosivos y se han inmolado personas; que desde Santa Coloma se envi¨® a Irak a Bellil Belgacem, que acabo suicid¨¢ndose con un cami¨®n bomba y matando a 38 personas en Nasiriya; que reventaron cuatro trenes con explosivos y segaron la vida de 192 personas e hirieron a otras 1.500; que un grupo de paquistan¨ªes, residentes en nuestro pa¨ªs, intentaba atacar con explosivos el metro de Barcelona "para causar un gran n¨²mero de v¨ªctimas", seg¨²n dice la sentencia del 14/12/09; que los grupos espa?oles se financian con diferentes actividades il¨ªcitas, haciendo buena la teor¨ªa de que no importa el origen il¨ªcito de los fondos si la finalidad es la yihad y que guardan relaci¨®n y se coordinan con otros de la misma ideolog¨ªa; que sus contactos y correos van y vuelven para activar y coordinar las diferentes acciones, desde Casablanca a Madrid, o desde Barcelona a Par¨ªs, Londres y Bruselas, o desde Estambul a Damasco, Bagdad, Kabul o Islamabad; que los escenarios de los asesinatos han sido Afganist¨¢n, pr¨®ximos a la base espa?ola de Herat, pero tambi¨¦n Marruecos, Yemen, Madrid, o Irak; o que un secuestro puede tener lugar en Mauritania, las v¨ªctimas ser espa?olas y francesas, exigir el rescate en Mal¨ª y reivindicar la acci¨®n en Egipto o cualquier otro pa¨ªs, aprovechando al m¨¢ximo las ventajas de Internet, ejemplificando el dominio que tienen de la Red.
Y si todo esto es as¨ª y est¨¢ probado, la pregunta es por qu¨¦ todav¨ªa cuesta tanto trabajo entender este terrorismo silencioso, de ida y vuelta, que tan pronto emerge como desaparece, pero siempre est¨¢, y por qu¨¦ se tienen tantos prejuicios frente al mismo tomando como excusa para no perseguirlo una falsa justificaci¨®n religiosa cuando lo que aqu¨¦l hace es aprovechar y pervertir la propia idea religiosa que dice defender.
La respuesta puede ser sencilla si se parte de que este terrorismo, si bien responde a par¨¢metros distintos, es una actividad criminal organizada m¨¢s, que se nutre de unas fuentes ideol¨®gicas propias, pero que es tan destructivo como cualquier otro practicado por otras organizaciones con ideolog¨ªa diversa pero m¨¦todos similares.
Mientras nosotros debatimos en discernir sesudamente si esas organizaciones, por utilizar sus propios militantes como armas, son diferentes a aquellas otras que buscan preservar la vida de los suyos, unas y otras contin¨²an avanzando, perfilando su campo de acci¨®n y agrandando la distancia que nos separa de ellas para combatirlas.
En este punto, es cierto que hoy d¨ªa disponemos de las normas y medios necesarios para hacer frente al fen¨®meno si se adquiere la voluntad y convicci¨®n de acabar con el mismo desde sus causas hasta sus efectos y si se ejecuta con una perspectiva universal, asumiendo la parte que nos corresponde sin escondernos en aquellos falsos planteamientos. El Estado de derecho facilita la posibilidad de realizarlo, estableciendo los l¨ªmites en los que debemos movernos sin que en esta ocasi¨®n podamos ser indiferentes.
La justicia, aunque no sola, tiene una obligaci¨®n hist¨®rica frente al terrorismo. Las investigaciones de los jueces se interrelacionan, las pruebas confluyen, y por ello debe extraerse de las mismas el m¨¢ximo provecho y, siendo global la acci¨®n terrorista, la cooperaci¨®n internacional debe ser constante, los flujos de informaci¨®n permanentes con un recorrido de ida y vuelta, basados en el principio de solidaridad y confianza, y la coordinaci¨®n entre los diferentes actores nacionales e internacionales, definitiva.
S¨®lo con esa conjunci¨®n de esfuerzos y con la comprensi¨®n de la universalidad del fen¨®meno podremos afirmar que hemos cumplido lo que los ciudadanos nos exigen y nosotros estamos obligados a ofrecer en una sociedad responsable, segura y democr¨¢tica.
Baltasar Garz¨®n es magistrado juez de la Audiencia Nacional. Dolores Delgado es fiscal coordinadora de Terrorismo Internacional.
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