24 horas con Roman Polanski
Mientras los procedimientos judiciales siguen en curso, el director de cine, que vive encerrado en una casa rodeada permanentemente por los fot¨®grafos, trabaja d¨ªa y noche en su nueva pel¨ªcula
Evidentemente, sobre los momentos compartidos con Roman Polanski la semana pasada en su chalet suizo no tendr¨ªa, por principio, nada que decir. Pero dado que la prensa no se ha privado de comentar mi visita y que, aunque yo no haya hablado de ella, ha hecho como si hubiera hablado, quisiera aprovechar la circunstancia para puntualizar dos o tres cosas.
1. Roman Polanski es libre, al menos en cierto modo. Est¨¢ en su casa, rodeado de los suyos, puede ver a sus amigos y a sus defensores y, por tanto, se puede decir que, en efecto, es libre. Pero quisiera recordar que los ubuescos procedimientos judiciales que algunos resucitaron o instruyeron contra ¨¦l siguen su curso. Y yo sigo manteniendo, aunque haya escandalizado y siga escandalizando a muchos, que el brazalete electr¨®nico -en realidad, lo lleva en el tobillo- es una humillaci¨®n, adem¨¢s de una infamia. Y, sobre todo, ?qu¨¦ libertad es esa que no puede poner un pie en el umbral de su puerta ni asomarse a la ventana, que no puede entreabrir un postigo ni una cortina, que s¨®lo puede vivir con sus hijos en la oscuridad, porque un pelot¨®n de fot¨®grafos lo esp¨ªan permanentemente, acechan el menor signo de vida apostados en una loma o detr¨¢s de un arbusto, desde donde tendr¨¢n, creen ellos, un mejor ¨¢ngulo de vista y, por qu¨¦ no, de tiro? Primero, prisionero de sus carceleros; ahora, de la sociedad del espect¨¢culo. Acosado por la jaur¨ªa como pocos de nuestros contempor¨¢neos. Esto tiene que acabar. Roman Polanski y el mundo tienen que despertar de esta pesadilla. Y Suiza, entre otros, tiene que comprender, escuchar, recuperar la calma: un pa¨ªs en el que un condenado a cadena perpetua a menudo queda en libertad al cabo de quince a?os no puede perseguir a un hombre, ni encerrarlo, ni humillarlo, por un delito de corrupci¨®n de menores cometido hace treinta y dos a?os.
El brazalete electr¨®nico -en realidad lo lleva en el tobillo- es una humillaci¨®n, adem¨¢s de una infamia
En la prensa de Ginebra y Z¨²rich ya no se le trata, como en los primeros d¨ªas, como un apestado o un paria
2. Hablando de Suiza, precisamente, la situaci¨®n es m¨¢s contrastada de lo que yo imaginaba desde Par¨ªs o Nueva York. Y, sin entrar en detalles, qu¨¦ extra?a ambivalencia la de este pa¨ªs que le tendi¨® una trampa as¨ª a Roman Polanski, que abus¨® de su confianza, que traicion¨® su propia palabra y, al mismo tiempo, seis semanas y pico despu¨¦s, empieza a darse cuenta, o eso creo, de lo absurdo de la situaci¨®n. Roman Polanski recibe cada d¨ªa montones de cartas de apoyo enviadas por simples ciudadanos. Roman Polanski ve llegar a cada momento, o casi, mil testimonios concretos de solidaridad, de compasi¨®n, de pesar, de excusa, de parte de sus vecinos m¨¢s o menos inmediatos. Roman Polanski ya no es exactamente, en la prensa de Ginebra y Z¨²rich, el apestado, el paria, el perseguido, el autor de cr¨ªmenes contra la humanidad que era durante los primeros d¨ªas, tanto en Suiza como en Estados Unidos. Muchos periodistas, editorialistas y comentaristas empiezan a encontrar extra?o que un hombre que estaba en ese pa¨ªs como en su casa, que llevaba d¨¦cadas pasando el invierno y las vacaciones escolares en ¨¦l, de la noche a la ma?ana sea tratado como un terrorista o un bandido. ?Escuchar¨¢n los jueces suizos -que tienen que pronunciarse sobre la validez de la demanda de extradici¨®n- lo que empieza a murmurar la opini¨®n p¨²blica? ?El Departamento Federal de Justicia de Berna -que foment¨®, aquel famoso y maldito 27 de septiembre, la alucinante caza al hombre- se habr¨¢ dado cuenta del error que ha cometido, del perdurable deshonor en el que ha incurrido, del da?o que le ha hecho a su propia tradici¨®n de acogida y refugio? ?sa es la cuesti¨®n. Ser¨ªa la v¨ªa de la sensatez y la raz¨®n. Curiosamente, tengo esperanzas de que as¨ª sea. No s¨¦ por qu¨¦, pero tengo esperanzas.
3. Y, luego, sobre el mismo Roman Polanski, me gustar¨ªa decir al menos una cosa. Una sola. Pero que me dej¨® tan at¨®nito, tan impresionado y conmovido que me siento obligado a compartirla. Mientras tanto, Roman Polanski trabaja. Roman Polanski se pasa los d¨ªas, y las noches, y otra vez los d¨ªas, y de nuevo las noches, intentando terminar su pel¨ªcula y, de hecho, creo que la est¨¢ terminando. Por extraordinario que parezca, se dir¨ªa que a Roman Polanski le preocupa menos ese baile de ¨ªncubos, s¨²cubos, tar¨¢ntulas y dem¨¢s vampiros que, en la vida real, se afanan a su alrededor, intentando destruirlo, que esos otros personajes que pueblan su cerebro de artista y un d¨ªa habitar¨¢n esa pel¨ªcula que, como es sabido, se titular¨¢ The Ghost; y eso que yo jurar¨ªa que, en realidad, para ¨¦l son mucho menos fantasmales, est¨¢n mucho m¨¢s vivos que los espectros y los zombis que lo acosan. ?Se puede terminar una pel¨ªcula as¨ª? ?Puede uno etalonar sus colores a distancia? ?Cortar una imagen o medio segundo de sonido por tel¨¦fono? ?Se puede retrabajar un cielo, recuadrar una sonrisa o un movimiento, reescribir una emoci¨®n desde el fondo de la c¨¢rcel? ?Se puede materializar una obra mediante el pensamiento, la imaginaci¨®n, la Idea? S¨ª, si se es Polanski. S¨ª, si se es ese ser inquebrantable, ese indomable que es, hoy como ayer, Roman Polanski. S¨ª, si se ha recorrido todos los c¨ªrculos del infierno, si se ha pasado por todas las pruebas que el destino puede infligir a un hombre y se sigue siendo Roman Polanski. Esta pel¨ªcula, si es la gran obra que presiento, ser¨¢ la prueba del nueve, el teorema de Polanski. Ser¨¢ -como una nueva Memorias del subsuelo- la lecci¨®n de valor, y de verdad, de Roman Polanski.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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