El cuarto de jugar
La IV Conferencia de Presidentes Auton¨®micos celebrada el pasado lunes concluy¨® con decepcionantes resultados, fuera de dos rutinarios acuerdos menores sobre la violencia de g¨¦nero y la presidencia espa?ola de la UE: las comunidades del PP se negaron a respaldar una inocua propuesta gen¨¦rica del Gobierno (era necesaria al menos una mayor¨ªa de dos tercios) para combatir la crisis. El posterior cruce de reproches entre socialistas y populares a fin de echarse mutuamente la culpa del fracaso tuvo el aire de una escena teatral interpretada de manera inconvincente por actores aburridos de recitar cientos de veces el mismo papel. Mientras la izquierda critic¨® al PP por utilizar su minor¨ªa de bloqueo para sabotear los planes del Gobierno, los conservadores acusaron al PSOE de aplicarles el mismo tr¨¢gala que los progresistas decimon¨®nicos a los servilones.
El Gobierno y el PP se reprochan mutuamente el fracaso de la IV Conferencia de Presidentes Auton¨®micos
La conferencia de presidentes no es el desarrollo de un mandato constitucional sino un uso pol¨ªtico -inspirado en la estructura de algunos Estados federales- inaugurado por el presidente Zapatero en 2005. Pero las piezas importadas de otros ordenamientos pol¨ªticos, aunque contin¨²en conservando siempre su denominaci¨®n, terminan mutando cuando quedan aisladas de su contexto. La conferencia de presidentes es uno de esos espejismos nominalistas condenados a evaporarse al contacto con los hechos. Ideado como expediente provisional en espera de la reforma del Senado como C¨¢mara de representaci¨®n territorial, no tiene sentido llevar a su ¨¢mbito de competencias (donde cabr¨ªan, en cambio, el control del d¨¦ficit auton¨®mico y las pol¨ªticas activas de empleo transferidas) el debate sobre la adopci¨®n de pol¨ªticas de alcance general contra la crisis, cuya sede es el Congreso como C¨¢mara de representaci¨®n ideol¨®gica.
La hier¨¢tica resistencia de Aznar durante los ocho a?os de su presidencia a plantearse siquiera la posibilidad de reforma del Senado o de cualquier otro precepto constitucional reflej¨® su r¨ªgida fobia a cualquier mudanza del mobiliario del Estado. Zapatero ha mostrado la voluntad de superar las inercias y las resistencias de esas estructuras institucionales a ser modificadas. La propuesta gubernamental de emprender una minirreforma de la Constituci¨®n (incluido el Senado) fue boicoteada por el PP.
Pero el presidente Zapatero no se ha limitado a propugnar infructuosamente la reforma de la Constituci¨®n, sino que a veces da la impresi¨®n de concebir el Estado como el cuarto de jugar de los gobernantes. Sirvan de ejemplo las pr¨¢cticas presidencialistas sobrepuestas al r¨¦gimen parlamentario y al Consejo de Ministros, la torturada v¨ªa para modificar de manera impl¨ªcita algunos preceptos constitucionales mediante el articulado del nuevo Estatuto catal¨¢n o el continuo hacer y deshacer del organigrama de departamentos ministeriales. Tal vez la conferencia de presidentes auton¨®micos forme parte tambi¨¦n de esos entretenimientos l¨²dicos.
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