2. Mil a?os de maestros y peregrinos
Hay un momento glorioso en la infancia de Europa que es llamado impropiamente "siglos oscuros del Medievo". Un tiempo memorable donde lo sagrado y lo profano se daban la mano en el arte rom¨¢nico, el tiempo que amas¨® las lenguas romances e ilumin¨® los beatos y los c¨®dices miniados. Es la hora de los monjes benedictinos, la de veneraci¨®n de reliquias y del resurgir de Roma. En aquella ¨¦poca, la principal autov¨ªa de Europa era el Camino de Santiago, y por ¨¦l transitaron, como ahora hacen los peregrinos, los maestros que sembraron nuestras tierras de unas iglesias y monasterios que perduran y nos maravillan.
EL PRIMER PEREGRINO CONOCIDO
Cierto d¨ªa de primavera, cien a?os despu¨¦s de que Beato de Li¨¦bana inventara la venida de Santiago Ap¨®stol a tierras hispanas, una comitiva de hombres de iglesia, con sus siervos y algunos soldados, cruzaba el Ebro entrando en las amables tierras riojanas despu¨¦s de dejar atr¨¢s las de los fieros vascones. Corre el a?o 950 y al frente del grupo va Godescalco, obispo de Le Puy-en-Velay, en la Aquitania francesa, que se dirige en peregrinaci¨®n a los extremos del mundo conocido, "a los confines de Galicia para implorar humildemente la misericordia de Dios y la intercesi¨®n del ap¨®stol Santiago". El grupo se aparta unas millas del camino habitual para llegar al monasterio de San Mart¨ªn de Albelda, donde hay una biblioteca de cierta fama y un prestigioso escritorio donde los monjes se dedican a copiar e ilustrar viejos c¨®dices y beatos. Godescalco quiere uno de estos codiciados libros, el que habla de la virginidad de Mar¨ªa y cuyo autor fue el obispo visigodo Ildefonso. De este episodio da cuenta G¨®mez, el escriba de Albelda que asumi¨® el encargo y que dej¨® escrito en el propio libro -conservado en la Biblioteca Nacional de Francia- noticia del paso del obispo, de su solicitud y de c¨®mo se llev¨® consigo el c¨®dice cuando, a su regreso desde Compostela, pas¨® de nuevo por Albelda el invierno del a?o 951.
los monjes benedictinos nos trajeron la organizaci¨®n y la eficiencia
icono del camino es San Mart¨ªn de Fr¨®mista, que interpreta La Orestiada
MONJES E INGENIEROS
Un siglo despu¨¦s del paso de Godescalco, la antigua v¨ªa Aquitana de los romanos se convierte, con muchos puntos de peaje, en una autopista de peregrinos. Santo Domingo de la Calzada, por algo es el patrono de los ingenieros de caminos, y su disc¨ªpulo san Juan de Ortega construyen puentes para facilitar el tr¨¢nsito de los peregrinos, principalmente franceses. Muchos se quedan atra¨ªdos por la demanda de buenos artesanos, comerciantes o constructores de los que tan necesitados andan los reinos hispanos cristianos en pleno proceso de repoblaci¨®n. Con ellos llegan tambi¨¦n monjes y abades ultrapirenaicos, con el empe?o de implantar la regla benedictina en todos los monasterios, de sustituir el aut¨®ctono rito hispano en las iglesias por el rito romano, de cambiar costumbres y de imponer modas, incluso hasta en la escritura, donde la tradicional letra visig¨®tica va cediendo ante el empuje de la letra carolina que se hab¨ªa desarrollado en la corte de Carlomagno y de sus sucesores.
LAS CINCO REINAS BORGO?ONAS
Grandes impulsores y promotores del Camino fueron Sancho el Mayor de Navarra y el monasterio borgo?¨®n de Cluny, la primera empresa multinacional conocida que, a partir de la reforma benedictina, situ¨® bajo su dominio e influencia a las principales abad¨ªas hispanas, entre ellas San Fructuoso de Sahag¨²n o San Zoilo de Carri¨®n. De sus celdas proceder¨¢n algunos de los abades y obispos que asumir¨¢n las nuevas sedes episcopales, como la de la Toledo reci¨¦n conquistada, a cuyo frente puso a Bernardo de S¨¦dirac el rey Alfonso VI. ?ste, queriendo consolidar la alianza, que le serv¨ªa para afrancesar y modernizar sus reinos, patrocin¨® con ingentes sumas de dinero, procedente de los tributos musulmanes, la renovaci¨®n del citado monasterio de Cluny, que gracias a ello se convirti¨® en una gigantesca abad¨ªa capaz de albergar en su iglesia varios miles de fieles. Para sellar el pacto fue el propio abad cluniacense Hugo de Semur quien se acerc¨® en 1090 a Burgos, donde el rey castellano confirm¨® una aportaci¨®n anual de dos mil dinares y el franc¨¦s le ofreci¨® oraciones por su alma y la de su padre, Fernando I, a perpetuidad, y por si eso no fuera bastante, los de Cluny facilitaron al rey hasta cinco sucesivas esposas procedentes de la nobleza borgo?ona.
LA EFICIENCIA EN EL TRABAJO
Los monjes benedictinos traen con ellos, a partir del ora et labora, la divisi¨®n del tiempo y del espacio, la eficiencia, la organizaci¨®n y la log¨ªstica, y sobre todo el arte rom¨¢nico. Ninguna otra manifestaci¨®n ha estado tan asociada a este itinerario, tan bien representada y tan equitativamente distribuida a lo largo de su recorrido. Durante su vigencia en Espa?a, desde mediados del siglo XI hasta los primeros a?os del XIII, se conocieron momentos de bonanza nunca vistos: creci¨® la poblaci¨®n, se expandieron los reinos cristianos a costa de los musulmanes, se colonizaron nuevas tierras, hubo estabilidad econ¨®mica y social y un pu?ado de importantes monarcas aseguraron sus dominios y dieron cohesi¨®n a sus reinos. Con tan favorable situaci¨®n se fundaron nuevas poblaciones y se renovaron casi todos los templos, desde las m¨¢s humildes parroquias hasta las grandes catedrales y monasterios, intentando cada cual mejorar lo anterior y lo vecino. Y gracias a la V¨ªa Jacobea, los reinos peninsulares pudieron compartir con las dem¨¢s monarqu¨ªas europeas los grandes movimientos culturales y art¨ªsticos que caracterizaron a la Edad Media: el rom¨¢nico y el g¨®tico.
EL ROM?NICO DE IDA Y VUELTA
Un ejemplo claro de las influencias art¨ªsticas y emblema del Camino es San Mart¨ªn de Fr¨®mista, la m¨¢s francesa de las iglesias, en uno de cuyos capiteles un avispado cantero interpret¨® una de las escenas de La Orestiada, asombrado de la perfecci¨®n cl¨¢sica de las figuras desnudas que contaba el mito griego en un sepulcro romano de la cercana abad¨ªa de Husillos. En Fr¨®mista tom¨® apuntes otro cantero, que copi¨® el capitel en la catedral de Jaca, y otro, a su vez, en el castillo de Loarre, y algunos m¨¢s trasladaron la escena a iglesias francesas, entre ellas Saint-Sernin de Toulouse, haciendo del Camino un itinerario de ida y vuelta, al contrario de hoy, que s¨®lo es un camino de ida.
Son rom¨¢nicos los m¨¢s significativos edificios que jalonan la ruta jacobea: San Juan de la Pe?a, la catedral de Jaca, Sang¨¹esa, Santa Mar¨ªa de Eunate, Estella, Santo Domingo de la Calzada, San Juan de Ortega, Fr¨®mista, Sahag¨²n, San Isidoro de Le¨®n, Santiago de Villafranca del Bierzo, San Nicol¨¢s de Portomar¨ªn, Vilar de Donas... y, por supuesto, la gran catedral de Santiago, levantada en honor del Ap¨®stol por su representante en la tierra, el obispo Diego Gelm¨ªrez, activo personaje tanto bajo palio como sobre el caballo, que dej¨® a su muerte en 1140 un templo que semejaba no poco a un verdadero castillo flanqueado por torres y al que en 1188 rematar¨ªa con toda su habilidad el maestro Mateo, cincelando el P¨®rtico de la Gloria. Una maravilla actualmente semioculta entre los andamios por mor de la restauraci¨®n que sufraga la Fundaci¨®n Barri¨¦ de la Maza. Aymeric Picaud, un peregrino del Poitou que visit¨® Compostela a mediados del siglo XII, dej¨® constancia del esplendor de la ciudad y de la magnificencia de la catedral, "espaciosa, luminosa, armoniosa, bien proporcionada en anchura, longitud y altura, y de admirable e inefable f¨¢brica", un b¨¢lsamo para los peregrinos, pues "quien recorre por arriba las naves del triforio, aunque suba triste, se vuelve alegre y gozoso al contemplar la espl¨¦ndida belleza del templo".
CATEDRALES G?TICAS
Aunque durante los siglos bajomedievales las peregrinaciones mantuvieron cierta presencia, m¨²ltiples problemas sociales (la consolidaci¨®n de una nobleza que necesitaba m¨¢s y m¨¢s recursos, largas guerras y ocasionales hambrunas y epidemias) empobrecieron muchos pueblos y comarcas. Con la progresiva reconquista de Andaluc¨ªa, el foco de atenci¨®n de los reyes y de la sociedad y la b¨²squeda de oportunidades se desplazan a tierras m¨¢s ricas y benignas. En muchas aldeas norte?as ya no hay ni recursos ni necesidad de renovar los templos. S¨®lo algunas peque?as poblaciones se atreven a embarcarse en proyectos desmesurados, como Villalc¨¢zar de Sirga, en Palencia, que dej¨® inacabado un templo grandioso que se divisa desde la distancia emergiendo sobre el bajo caser¨ªo.
A pesar de ello, se construyen extraordinarias catedrales g¨®ticas a la vera del Camino, en Burgos sustituyendo a la precedente rom¨¢nica, y en Le¨®n. Estos templos que aspiran a tocar el cielo con sus agujas son el icono del lugar, la expresi¨®n del poder de unas ciudades que se alejan del esp¨ªritu jacobeo en un momento en que las tierras del norte peninsular empiezan su lenta decadencia. A finales del g¨®tico y durante el renacimiento, y para atender a los que enfermaban, se construyen grandes edificios civiles: el hospital del Rey en Burgos, el de San Marcos en Le¨®n o el de los Reyes Cat¨®licos en Compostela, estos dos ¨²ltimos convertidos en el siglo XX en paradores de turismo.
RENACIMIENTO DEL CAMINO
A finales del siglo XVII, el peregrino italiano Domenico Laffi da cuenta de la miseria que padecen muchos de los pueblos del Camino, como el burgal¨¦s de Hontanas, que vive acosado por los lobos y donde ¨¦l y sus compa?eros se fueron "a la cama en tierra, porque no hab¨ªa otra", o el leon¨¦s de San Miguel del Camino, donde duermen igualmente sobre el suelo, "siendo los habitantes tan pobres que tienen necesidad de que se les d¨¦ una limosna y despu¨¦s se les pague la posada que dan bajo su caba?a". En esos tiempos, una Espa?a exhausta pretende vivir de las glorias del pasado, pero ni el pa¨ªs, ni el Camino, ni las gentes est¨¢n para desaf¨ªos art¨ªsticos a excepci¨®n de la fachada del Obradoiro compostelana, obra de Fernando Casas Novoa, de la primera mitad del siglo XVIII. Y despu¨¦s del barroco, el silencio, el vac¨ªo, sin otros constructores que los alba?iles locales haciendo torpes reparaciones. Ya no hay escultores que trabajen la piedra o la madera, ni pintores que cuenten los milagros de las reliquias. Desinter¨¦s absoluto por la veneraci¨®n de ¨¦stas, pobreza secular, guerras continuas casi llegan a extinguir el Camino. Entre todo ello, s¨®lo un resplandor: el santuario de la Virgen del Camino en Le¨®n, obra del arquitecto dominico Francisco Coello y del escultor Jos¨¦ Mar¨ªa Subirachs, iniciada en 1957 y que sorprende por su espl¨¦ndida modernidad en unas tierras que art¨ªsticamente parec¨ªa que hab¨ªan dejado de existir hac¨ªa al menos dos siglos y medio.
Pero el A?o Santo de 1993 supuso un cambio en esta deprimente evoluci¨®n, al menos para el Camino, que desde entonces ha vivido una revitalizaci¨®n inusitada que parece acrecentarse de Xacobeo en Xacobeo.
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