'About'
Cada cual acuna un anhelo fetichista que sue?a con cumplir: dormir en la misma cama de Lincoln en la Casa Blanca, visitar la tumba de Karl Marx en el cementerio londinense de Highgate o abrazar la imagen de Santiago en Compostela. Propenso infantilmente a esas latr¨ªas, he incurrido en numerosas peregrinaciones: por ejemplo, nunca paso por Ginebra sin acercarme a Plainpalais y recogerme un momento ante la l¨¢pida de Borges. Pero hasta el pasado mes de agosto no logr¨¦ realizar mi homenaje m¨¢s deseado: recorrer de comienzo a fin la pista del hip¨®dromo de Epsom, en la que desde hace m¨¢s de dos siglos -exactamente desde 1780- se viene disputando el Derby. Me ha brindado esta gloriosa oportunidad la inauguraci¨®n de un hotel dentro del propio circuito h¨ªpico. Naturalmente, resulta in¨²til tratar de reservar habitaci¨®n en v¨ªsperas de la gran carrera, pero para mi prop¨®sito lo indicado era ir fuera de la temporada alta. En esas fechas m¨¢s tranquilas, el hotel s¨®lo est¨¢ ocupado por familias con ni?os que quieren pasar una jornada campestre en los Downs y por parejas m¨¢s o menos clandestinas -?benditas sean!- en busca de una guarida er¨®tica lejos del indiscreto gent¨ªo urbano.
Mi homenaje m¨¢s deseado era recorrer de comienzo a fin la pista del hip¨®dromo de Epsom
El establecimiento en s¨ª mismo no es nada del otro mundo -cada cuarto est¨¢ lleno de ominosas y por mi parte desatendidas exhortaciones a no fumar- pero al abrir la ventana en la ma?ana temprano podemos extasiarnos con la silueta augusta del Queen Stand y, a lo lejos, los peraltes de la curva de Tattenham.
Hac¨ªa un glorious day veraniego, soleado pero fresco, cuando comenc¨¦ mi paseo conmemorativo. Lo inici¨¦ en la meta, recordando lo dicho por el genial Federico Tesio: "La categor¨ªa de los purasangres s¨®lo la establece un simple trozo de madera, el poste de llegada del Derby en Epsom". Despu¨¦s recorr¨ª sin apremio los dos kil¨®metros y medio que me separaban del comienzo de la pista, pr¨®diga en subidas y bajadas casi perversas: correr all¨ª no s¨®lo es cosa de aliento y rapidez, sino tambi¨¦n de estabilidad. Los desgarbados con poco equilibrio lo tienen crudo. De vez en cuando me cruzaba con una hilera de caballos que hac¨ªan su desentumecimiento matutino: en fila india, encabezada por el entrenador o primer mozo y luego los aprendices de ambos sexos. Como su formaci¨®n incluye no s¨®lo aprender a montar sino tambi¨¦n buenas maneras, uno tras otro al pasar me dedicaban un ritual "Good morning, sir".
Vac¨ªa de veh¨ªculos y del bullicio de la gente, la ondulada pradera parec¨ªa m¨¢s inocente y hasta m¨¢s fragante. Seg¨²n iba avanzando, encontraba los mojones que marcan las salidas de las distancias a recorrer: seis furlongs (cada uno equivale a 200 metros), siete furlongs, la milla, etc¨¦tera. Finalmente llegu¨¦ a la milla y media, el punto de partida del Derby. Me volv¨ª y contempl¨¦ el afelpado reto de la pista como la ven los participantes al empezar la prueba. Siempre me ha parecido curioso que en el programa las distancias a recorrer aparezcan formuladas con un toque de incertidumbre: "one mile about two furlongs", "about seven furlongs"... "About", o sea alrededor de, aproximadamente, m¨¢s o menos. Una vacilaci¨®n ins¨®lita, porque otros atletas nunca compiten sobre "cien metros m¨¢s o menos" ni "aproximadamente tres mil metros vallas". Tampoco en los hip¨®dromos de otros pa¨ªses aparece nunca semejante reserva. Es cosa de los ingleses, que saben que es preciso aceptar la imprecisi¨®n de la vida y de cuanto en ella se disputa. Seguros tambi¨¦n de que a fin de cuentas el Derby lo ganar¨¢ s¨®lo uno y ah¨ª ya no cabe vacilaci¨®n ninguna...
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