Copenhague, una cumbre fallida
La decepci¨®n causada por la fallida Cumbre de Copenhague pone de manifiesto un problema de fondo, acaso m¨¢s grave que el propio cambio clim¨¢tico: la falta de un sistema operativo para resolver las graves dificultades internacionales que nos desbordan.
Desde hace tiempo tenemos un mercado y unas finanzas globales, pero la globalizaci¨®n de la democracia brilla por su ausencia. Entretanto venimos observando las penas de la ONU para llegar a resoluciones, como por ejemplo la del refer¨¦ndum para el S¨¢hara Occidental. La necesidad de consenso para llegar a acuerdos vinculantes y la aberraci¨®n del derecho a veto de las grandes potencias nucleares lastran a una ONU que es urgente reformar.
Los ciudadanos de pa¨ªses democr¨¢ticos cedemos parte de nuestra soberan¨ªa personal a cambio del derecho a voto. Si no nos gusta el mandatario que sale de las urnas nos aguantamos, asumiendo que el bien com¨²n est¨¢ por encima del inter¨¦s individual y que ¨¦ste es el menos malo de los sistemas conocidos.
?Por qu¨¦ los Estados no hacen lo propio? ?Por qu¨¦ no una ONU sin vetos donde los acuerdos fuesen vinculantes si obtienen los votos que representen, por ejemplo, a dos tercios de los ciudadanos del mundo? ?Para cu¨¢ndo debatir una reforma semejante en la Asamblea General? Muchos pensar¨¢n que la idea es muy na?ve, pero al menos as¨ª sabr¨ªamos qu¨¦ Estados tienen la poca verg¨¹enza de rechazar una democracia global.
Una democratizaci¨®n interna de las empresas tampoco estar¨ªa de m¨¢s, dicho sea de paso.
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