'Mister' Blair tiene una pandereta
La crisis del emirato de Dubai muestra las verg¨¹enzas de un capitalismo desaforado, mientras el ex primer mandatario brit¨¢nico, tras una dura pugna, se hace acreedor al premio 'infame del a?o'
Jos¨¦ K. anda tocado: ha adquirido un sombrero de fieltro y ala ancha. Casa bien con el bast¨®n que ya acostumbra y cumple a la perfecci¨®n con los fines -dos, mayormente- para los que se procur¨® el chapeo. Por un lado, le resguarda del constante centelleo de tanta bombillita de navidad, estrellas destellantes y papanoeles intermitentes, ristra de baratijas luminiscentes, adornos melifluos, ornatos rid¨ªculos, gastos provocadores en tiempos de penuria. Por otro, se protege preventivamente de la llegada del gran acontecimiento: se acerca el d¨ªa en que se producir¨¢ la conjunci¨®n Obama-Zapatero, y no quiere nuestro amigo que la explosi¨®n de rayos, fulgores, resplandores y fucilazos le pille con el entendimiento al descubierto.
Lo m¨¢s gracioso de esta gigantesca tomadura de pelo de Dubai es que pedir¨¢n ayuda p¨²blica
?Todo acabar¨¢, como siempre, en la exigencia de una reforma del mercado de trabajo?
El equipo de protecci¨®n de Jos¨¦ K. frente a la agresi¨®n navide?a se completa con unos auriculares que le ha prestado el joven Pepito K., que ¨¦ste utiliza bien para el Ipod nano, le dice, o bien el Shuffle, le ilustra, aunque ¨¦l los lleva conectados con la nada. As¨ª pertrechado, comprueba satisfecho que no le alcanzan las distorsionadas ondas de los altavoces escupiendo los sofisticados instrumentos -pandereta y zambomba- de los villancicos, cuya permanencia tan preocupada tiene a la se?ora Cospedal, pues ya se sabe que este Gobierno de masones, al igual que va a hacer con la defenestraci¨®n de crucifijos, decretar¨¢ en breve la prohibici¨®n de tan singulares c¨¢nticos, as¨ª como de los nacimientos, tan evocadores de tamborileros y/o pastorcillos.
?Tendr¨¢n los ciudadanos laicos que seguir aguantando la imposici¨®n de tanta cruz, de tanta sotana, de tanta iglesia, de tanto bel¨¦n? ?Por qu¨¦ los cat¨®licos -se pregunta indignado Jos¨¦ K., ap¨®stata que es- se creen con derecho a tanto privilegio durante tantos siglos?
Tras unos momentos de recuperaci¨®n del pulso adecuado, quiere nuestro hombre, en broma consigo mismo, ponerse unos paquetitos de regalo al pie de su arbolito de la raz¨®n. Simula, as¨ª, celebrar el fin de a?o con esta particular chanza, remedo bufonesco de su rechazo a las empalagosas fiestas navide?as. Y elige una gavilla de tontunas patrias e internacionales. Incluso se apresta a elegir al personaje p¨²blico que m¨¢s le asquea. Dura competici¨®n ¨¦sta por la inn¨²mera presencia de candidatos, advierte, pero a ella se lanza con valent¨ªa, decisi¨®n y coraje. Anciano s¨ª, pero audaz y arrojado.
?Qu¨¦ tal comenzar por el extranjero muy extranjero? ?Dubai, por ejemplo? Le gusta este caso especialmente a nuestro hombre porque re¨²ne algunas de las caracter¨ªsticas que tan bien han definido a los sinverg¨¹enzas que han poblado las peores realidades de la crisis: rapi?a a cielo abierto, impunidad para los culpables.
En 4.400 kil¨®metros cuadrados de tierra calcinada, extensi¨®n menor que La Rioja, se han construido en los ¨²ltimos a?os el edificio m¨¢s alto del mundo -el Burj Dubai, 818 metros-, el centro comercial, el parque de diversiones, el hotel o la tienda de dulces m¨¢s grandes del orbe.
Hay un centro con cinco pistas de esqu¨ª, o complejos de islas artificiales en forma de palmeras o mapamundi. Todo ello en un derroche de lujo desorbitado, de car¨ªsimo dise?o y derroche sin cuento. Se ha construido en menos de una d¨¦cada una burbuja descomunal, monstruosa, a la vista de todo el mundo, con enormes campa?as de publicidad, de presencia de famosos y, obviamente, de inversiones multimillonarias de las mayores entidades financieras mundiales, soltando euros y d¨®lares contando con que aquellos ostentosos dirigentes que esquilman las tierras y las aguas de sus golfos, que gastan integrismo religioso y grifer¨ªa de oro, responder¨ªan de esas enloquecidas inversiones.
Un d¨ªa, la empresa clave de Dubai dice que no puede pagar a sus acreedores. El antes agasajado emir se hace el sueco con kefia, y s¨®lo en el ¨²ltimo momento, con los acreedores al borde del infarto, el resto de emires, unidos, s¨ª, pero renuentes al pago a escote, deciden finalmente poner unos milloncitos de d¨®lares para seguir tirando, y aqu¨ª paz y despu¨¦s un ed¨¦n lleno de hur¨ªes.
Lo m¨¢s gracioso de esta gigantesca tomadura de pelo es que ahora llegar¨¢, a no tardar, la petici¨®n de ayuda p¨²blica para aquellos que ten¨ªan delante de sus jetas tal c¨²mulo de desprop¨®sitos y nada advirtieron. Jos¨¦ K., airado como siempre, fren¨¦tico en su enfado, se pregunta: ?Habr¨¢ tambi¨¦n que ayudar a los bancos que tienen pillados miles de millones de esos 26.000 que quiere renegociar Dubai World? ?Tambi¨¦n con dinero de los contribuyentes? ?O todo acabar¨¢, como siempre, en la exigencia de una reforma del mercado de trabajo que, como se observa, es la culpable de la crisis?
Jos¨¦ K. sit¨²a en la base del arbolito paquetitos m¨¢s peque?os. Le hace gracia, ya saben de su maldad, el contradi¨®s de que a nuestro joven y modern¨ªsimo presidente la Ley de Econom¨ªa Sostenible, esa especie de catedral de Le¨®n hecha con mondadientes sacados de aqu¨ª y de all¨¢, como mostraban en el No-Do r¨²sticos artesanos, le explote precisamente por la Red.
?C¨®mo no van a protestar esos tiernos z¨¢nganos que nada hacen, si les impiden chupar la sangre y el talento a los que s¨ª han trabajado, invertido, compuesto o escrito? A?ade nuestro amigo dos min¨²sculos paquetitos: el espect¨¢culo de encopetados se?ores y se?oras discutiendo durante horas y mediante miles de folios sobre la est¨²pida distinci¨®n entre naci¨®n o nacionalidades, o el caso Rodrigo Rato y la presidencia de Caja Madrid. Cuando mandaba, Aznar coloc¨® a un amiguete. Ahora que gobiernan los socialistas entronizamos a su todopoderoso vicepresidente. Para el pr¨®ximo relevo le daremos a elegir entre Flavio Briatore o su patrono Rupert Murdoch.
Jos¨¦ K. quer¨ªa, por fin, en este se?alado momento navide?o, elegir al tipo m¨¢s despreciable entre los despreciables de un a?o que ha sido un disloque, un sin vivir. Aquel al que reconforta insultar de forma grosera, tirarle copas de vino de Jumilla en la camisa blanca y pisarle los zapatos reci¨¦n lustrados. Prescinde de Camps o G¨¹rtel en general, por el sucio pringue que rebosan, as¨ª como de tantos y tantos corruptos que nos han amargado la ¨¦tica en Valencia, Madrid, Catalu?a o Baleares, y echa nuestro hombre, otra vez, una mirada al amplio mundo. Duda. El magullado Berlusconi le llama, tentador, desde Vila Certosa, payaso peligroso, con un pie en el fascismo y otro en la corrupci¨®n: tachado por obvio.
Opta, finalmente, por Tony Blair. ?Ah, qu¨¦ personaje! Ya en el Gobierno de Su Majestad tuvo su punto, con las Azores y su taxista esp¨ªa. Pero lo mejor lleg¨® despu¨¦s. El tipo acepta ser nombrado enviado especial para Oriente Pr¨®ximo por los Estados Unidos, la Uni¨®n Europea, Rusia y la ONU. A continuaci¨®n, crea un laberinto de sociedades para llevarse las maletas de euros a para¨ªsos fiscales -?se puede ser m¨¢s desvergonzado?- y no pagar a la Hacienda brit¨¢nica.
En esa tela de ara?a enmascara sus ganancias, desde los seis millones de euros que va a cobrar por sus memorias o los 100.000 d¨®lares que se embolsa por conferencia, a los m¨¢s lustrosos, ping¨¹es -y opacos- contratos de asesor¨ªa con JPMorgan o Tesco, una cadena de supermercados que quiere expandirse... en Oriente Pr¨®ximo. Por si algo le faltaba, se convierte al catolicismo -oh, my god- tras su salida de Downing Street, y pone en marcha la Fundaci¨®n Tony Blair para la Fe.
As¨ª que un d¨ªa cualquiera, mister Blair se re¨²ne con los emires de Abu Dhabi o Dubai, claro, bien por la cosa del Cuarteto, bien por la cosa de la religi¨®n. Al d¨ªa siguiente, con corbata distinta, pero la misma cara de piedra, los asesorados por Tony firman sustanciosos contratos en esos mismos pa¨ªses. ?Alabado sea el se?or (cualquiera que sea)!
Jos¨¦ K. se sirve del g¨¹ito reci¨¦n comprado para esconder el rojo escarlata que le alumbra de rabia la cara cuando describe a este rufi¨¢n. Lo dicho, mister Blair: los cabellos son de oro, el peine de plata fina. Y a pasar la pandereta, brib¨®n.
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