Todas las l¨¢grimas de Dora Maar
Pintora, fot¨®grafa, poeta, la amante de Picasso prest¨® sus ojos a su cuadro m¨¢s famoso, el Guernica
En el cuadro del Guernica aparecen cuatro mujeres entre los escombros del bombardeo, todas con la boca abierta por un grito de terror, las cuatro mujeres son la misma, Dora Maar, la amante de Picasso en aquel tiempo. Hay un detalle a?adido: los ojos del toro erguido en el ¨¢ngulo izquierdo tambi¨¦n son los de Dora Maar, que en la realidad eran de un azul p¨¢lido y alg¨²n psicoanalista lacaniano sabr¨¢ explicar el significado de un toro con ojos de mujer, que a su vez son id¨¦nticos a los del guerrero, cuyo cuerpo se halla destrozado en la base del cuadro.
Picasso conoci¨® a Dora Maar a principios de 1936. Su encuentro se ha convertido ya en una f¨¢bula excelsa de sadomasoquismo. Estaba el pintor una noche en el caf¨¦ Deux Magots de Par¨ªs con el poeta Paul ?luard y vio que en la mesa vecina una joven parec¨ªa entretenerse dejando caer la punta de una navaja entre los dedos separados de su mano enguantada, abierta sobre el m¨¢rmol del velador. No siempre acertaba, puesto que el guante estaba manchado de sangre. El pintor se dirigi¨® a ella en franc¨¦s y la joven le contest¨® en un espa?ol gutural, la voz un poco ronca, temblorosa, con acento argentino. Despu¨¦s de una excitada conversaci¨®n el pintor le pidi¨® la prenda ensangrentada como recuerdo y ella le dio a Picasso no s¨®lo el guante sino la mano y el resto del cuerpo, sin excluir su alma atormentada, no en ese momento, puesto que Picasso, presintiendo la tempestad amorosa que se avecinaba, ech¨® tierra por medio y se fue a la Costa Azul, pero all¨ª en casa de unos amigos comunes se volvi¨® a encontrar con la mujer ese verano y ya no tuvo escapatoria. Bajo el esplendor m¨®rbido del sol de Mougins, filtrado por los sombrajos de ca?izo, sus cuerpos comenzaron a cabalgar en busca de la violenta alma contraria.
Dora Maar no era una ne¨®fita en esta batalla con los hombres. Ven¨ªa de los brazos de Georges Bataille, rey de la transgresi¨®n er¨®tica, con quien hab¨ªa experimentado todos los sortilegios de la carne. Seg¨²n su teor¨ªa los burdeles deber¨ªan ser las verdaderas iglesias de Par¨ªs. Bataille, junto con Breton, lideraba el grupo surrealista de izquierdas Contre-Attaque, que se reun¨ªa en un ¨¢tico muy amplio de la Rue des Grands Agustins, 7, y se hab¨ªa hecho famoso por el libro Historia de un ojo, una mezcla de pornograf¨ªa y lirismo con aditivos de violencia, autodestrucci¨®n y ceguera: el ojo -huevo que se introduce en la vagina-. En ese mundo se mov¨ªa Dora Maar, ex¨®tica, bella y radical, siempre coronada con sombreros extravagantes.
Dora Maar era pintora, fot¨®grafa y poeta, hija de madre francesa y de un arquitecto croata, instalado en Par¨ªs, que encontr¨® trabajo durante algunos a?os en Argentina. Con ella atraves¨® Picasso los a?os de la Guerra Civil espa?ola y la ocupaci¨®n nazi de Par¨ªs, desde 1936 a 1943, un tiempo en que el pintor viv¨ªa en medio de un vaiv¨¦n de mujeres superpuestas. Su esposa Olga hab¨ªa sido suplantada por la dulce y paciente Marie Th¨¦r¨¨se Walter, de la que le hab¨ªa nacido su hija Maya, y ese oleaje le hab¨ªa tra¨ªdo, como el madero de un naufragio, a Dora Maar, que tuvo que desplegar todas las artes para agarrar y no soltar los test¨ªculos de aquel toro espa?ol del Guernica, que seg¨²n algunos cr¨ªticos es el autorretrato del pintor.
A inicios del a?o 1937 el Gobierno de la Rep¨²blica espa?ola le encarg¨® un mural a Picasso para la Exposici¨®n Internacional de Par¨ªs, que iba a inaugurarse en el mes de mayo. El contrato lo formaliz¨® el cartelista Josep Renau, director general de Bellas Artes, en un bistr¨® de la Rue de B?etie, sobre una servilleta de papel y despu¨¦s se fue a jugar al futbol¨ªn con Trist¨¢n Tzara. La tragedia espa?ola estaba en su apogeo. Picasso s¨®lo quiso cobrar los materiales, el lienzo y las pinturas, que, por cierto, fueron de una evidente mala calidad, como demuestra el deterioro en que se encuentra la obra. Dora Maar conoc¨ªa el ¨¢tico de la Rue des Grans Agustins, donde hab¨ªa celebrado diversas ceremonias demoniaco-surrealistas. Se lo mostr¨® a Picasso para que lo alquilara. El local era famoso porque Balzac hab¨ªa situado all¨ª la novela La Obra Maestra Desconocida, que trata de la obsesi¨®n de un pintor por representar lo absoluto en un cuadro. Dora Maar pens¨® que en el local hab¨ªa espacio suficiente para trabajar en un cuadro de gran tama?o. Y en ese ¨¢tico comenz¨® Picasso una doble lucha. Durante los primeros meses no se le ocurr¨ªa nada. Comenz¨® a realizar bocetos en torno a una especie de tauromaquia en medio de la convulsi¨®n de los desastres de una guerra, mientras Dora Maar iba levantando acta con la c¨¢mara de los esfuerzos y arrepentimientos del artista. En unos bocetos el caballo relinchaba abajo, en otros el toro mug¨ªa de otro lado. Dora Maar era a la vez testigo y protagonista, puesto que su rostro de frente ovalada y grandes ojos como l¨¢grimas se repet¨ªa en todos los intentos en distintas figuras femeninas. Picasso incluso dej¨® que su amante pintara algunas rayas.
Mientras el Guernica tomaba la forma definitiva, alrededor del lienzo se hab¨ªa establecido otra suerte de bombardeo, que caus¨® una cat¨¢strofe amorosa. En el ¨¢tico entr¨® un d¨ªa la dulce y paciente Marie Th¨¦r¨¨se Walter y se enzarz¨® a gritos con Dora Maar. Con insultos que se o¨ªan desde la calle, le ech¨® en cara el haberle robado a su amante, al que ella hab¨ªa dado una hija. A esta escena violenta de celos se uni¨® Olga, la compa?era legal, y mientras las tres mujeres gritaban, Picasso segu¨ªa alegremente pintando el Guernica, muy divertido. Esta reyerta explosiva se hizo famosa en el Barrio Latino. El d¨ªa 26 de abril de 1937, cuando el cuadro ya estaba casi terminado, sucedi¨® el espantoso bombardeo de Guernica por la Legi¨®n C¨®ndor. En homenaje a esa villa bilba¨ªna, donde se conservaban los s¨ªmbolos de un pueblo vasco, Picasso titul¨® el cuadro con su nombre. A partir de ese momento el Guernica se convirti¨® en un cartel universal contra la barbarie.
La batalla la hab¨ªa ganado Dora Maar. Ese mismo verano de 1937 se les ve muy felices en las playas de Antibes en compa?¨ªa de otros seres maravillosos, desnudos en sillones y hamacas, Nush y su marido ?luard, Man Ray y su novia Ady, bailarina de Martinica, Lee Miller y Rolland Penrose, Jacqueline Lamba y Andr¨¦ Br¨¦ton. Jugaban a intercambiarse los nombres y las parejas a la hora de la siesta y el m¨¢s vanguardista en el sexo tambi¨¦n era Picasso, que, seg¨²n contaba Marie T¨¦r¨¨se, sol¨ªa practicar la coprofagia con sumo arte.
Picasso ejerci¨® sobre Dora Maar otra suerte de sortilegio a la manera de su antiguo amante Georges Bataille. La convirti¨® en La Mujer Que Llora: as¨ª aparece, erizada por el llanto en casi todos los cuadros en que ella le sirvi¨® de modelo. Hasta su separaci¨®n sumamente traum¨¢tica Dora Maar fue la Dolorosa traspasada por siete navajas, que eran todas la misma que ella usaba el d¨ªa en que se conocieron en el caf¨¦ Deux Magots, un s¨ªmbolo del dolor de la guerra y del placer de la carne.
"Despu¨¦s de Picasso, s¨®lo Dios", exclam¨® Dora Maar ante Lacan, el psicoanalista que la ayud¨® soportar el abandono del pintor. La mujer entr¨® en una fase m¨ªstica, se retir¨® del mundo, se encerr¨® en su apartamento de Par¨ªs y sobrevivi¨® un cuarto de siglo al propio artista. Muri¨® en 1997, a los 90 a?os. En el Guernica sus ojos en forma de l¨¢grimas se repiten en el toro, en el guerrero, en la madre que grita de terror con un ni?o muerto en los brazos, en la mujer que huye desnuda bajo las bombas, tal vez, desde un lavabo con un papel en la mano y en la que saca una l¨¢mpara por la ventana e ilumina todas las tragedias de la historia.
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