Una tierra inc¨®gnita
El norte de Mal¨ª se ha convertido en escondite de Al Qaeda del Magreb, que mantiene retenidos a tres espa?oles
"El norte de Mal¨ª es una tierra inc¨®gnita", dicen los habitantes de Bamako, la capital del pa¨ªs, que rara vez se aventuran hacia el desierto. "Polvo, piedras, saqueadores y criminales". No hay nada m¨¢s, seg¨²n ellos, entre las dunas del inmenso S¨¢hara, que se extiende desde las orillas del r¨ªo N¨ªger hasta una frontera que est¨¢ y no est¨¢: la de Argelia y Mauritania.
En estas zonas fronterizas, donde la autoridad del Estado es escasa o nula, se esconden mil peligros: est¨¢n los islamistas de Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico (AQMI), que han convertido el secuestro de occidentales en una industria y que retienen desde el pasado 29 de noviembre a tres cooperantes espa?oles. Est¨¢n los combatientes tuareg que, de vez en cuando, se alzan en armas contra el Gobierno. Est¨¢n los narcotraficantes, que transportan droga e inmigrantes a lo largo del eje Gao-Kidal-Tamanraset. A finales de 2008 -cuando este periodista visit¨® la zona-, la sensaci¨®n era que, ilimitado aunque poblado, el S¨¢hara asusta.
Desde la ¨²ltima revuelta tuareg en 2006, el turismo se ha apagado
"Los barbudos [terroristas isl¨¢micos] han sido el desastre de este regi¨®n"
Gao, tendida sobre la orilla izquierda del N¨ªger, es el ¨²ltimo reducto de civilizaci¨®n: el desierto llama a sus puertas, pero el r¨ªo est¨¢ ah¨ª, con el puerto, el mercado y las mujeres haciendo la colada en las fangosas aguas. Antigua capital del glorioso imperio songhai, Gao es hoy una ciudad fronteriza: los tuareg la frecuentan pero no la aman. La consideran demasiado civilizada. En cambio, para los habitantes del verde sur es demasiado salvaje. Ciudad de todos y de nadie, Gao es el punto de partida.
Aqu¨ª se han reunido siempre las caravanas de turistas blancos en busca de exotismo y los grupos de inmigrantes de toda el ?frica Occidental en busca de fortuna m¨¢s al norte, en el Magreb, y desde all¨ª quiz¨¢s a Europa. Pero hoy los viajes se han interrumpido. La duna rosa, el monte de arena tan alto como un palacio que domina la ciudad y que hasta hace tres a?os era la meta de los viajes organizados, se alza solitaria. No hay pr¨¢cticamente rastro de turistas desde 2006, cuando el estallido de una nueva revuelta tuareg la convirti¨® en "zona desaconsejada".
En cuanto a los inmigrantes, tambi¨¦n ellos casi han desaparecido. Las pol¨ªticas de control, puestas en marcha por Argelia con financiaci¨®n de la Uni¨®n Europea, han cerrado de hecho la ruta. En Gao se agolpan s¨®lo los refoul¨¦s, inmigrantes arrestados en el pa¨ªs vecino y deportados de cualquier manera al otro lado de la frontera, donde son acogidos en el patio de la misi¨®n cat¨®lica. Nadie sabe cu¨¢ntos son, cu¨¢ntos vuelven y cu¨¢ntos se marchan. La polic¨ªa, sin ordenador ni los m¨¢s elementales instrumentos de modernidad en comisar¨ªa, no parece capaz de controlar nada.
Ahora que se ha acabado el tr¨¢nsito, la ciudad vive al ritmo de su nueva decadencia. Suspendida entre el r¨ªo y el desierto, Gao se ahoga. Como, por otra parte, toda la regi¨®n. El poco dinero que circula es el del tr¨¢fico de cigarrillos y el del nuevo comercio de coca¨ªna latinoamericana. La revuelta tuareg ha dejado huella, la amenaza de Al Qaeda limita los movimientos. Incluso las ONG francesas han evacuado al personal extranjero.
"Los barbudos han sido el aut¨¦ntico desastre de esta regi¨®n", sostiene Al Hadj, un ex rebelde tuareg que se ha puesto a trabajar en el turismo y desde hace meses no hace nada. Ellos, los militantes de AQMI, se mueven discretamente entre los pliegues del S¨¢hara. Los rumores los dan por refugiados al norte, en el Adrar des Ifoghas, el macizo monta?oso junto a Argelia. O mucho m¨¢s al oeste, por Tombuct¨².
Y as¨ª, toda la regi¨®n se convierte en zona prohibida. Tombuct¨², la "perla del desierto", Patrimonio de la Humanidad, tambi¨¦n est¨¢ en crisis. "En Tombuct¨² ya no queda ni un alma", sentencia desconsolado Al Hadj. Las callejuelas arenosas de la m¨ªtica "ciudad de los 333 santos" est¨¢n desiertas. Los negocios est¨¢n parados. Las antiguas y misteriosas bibliotecas, sumidas en el abandono. Libros precios¨ªsimos, Coranes del siglo XV, yacen en los armarios a merced del tiempo y la carcoma.
Nada m¨¢s salir de Tombuct¨², un gran monumento de m¨¢rmol destaca entre las dunas. La Llama de la paz recuerda la firma del tratado de paz con el Gobierno en 1996, cuando los tuareg arrojaron sus armas al fuego. El fin de la guerra anunciaba una nueva era de prosperidad. Hoy, la ceremonia anual de conmemoraci¨®n parece cada vez m¨¢s incongruente. Porque el norte ha vuelto a ser esa "tierra inc¨®gnita" que desde Bamako se mira con sospecha, si no con miedo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.