Lorca, un desaparecido
No hay rastro de restos humanos en la fosa de Alfacar. Con este decepcionante resultado, Federico Garc¨ªa Lorca pasa a ser un desaparecido, un estado al que hasta ahora pertenec¨ªa s¨®lo provisionalmente. Dentro de la variopinta tipolog¨ªa de v¨ªctimas, el desaparecido es el que mejor representa la vigencia del crimen pol¨ªtico, lo que equivale a decir que Lorca va a estar ahora m¨¢s presente que antes en la conciencia cr¨ªtica de los espa?oles.
El desaparecido no es s¨®lo un asesinado, sino alguien en quien se consuma la voluntad del criminal de no dejar rastro f¨ªsico con la esperanza de imposibilitar as¨ª la memoria de las v¨ªctimas en las generaciones venideras. La desaparici¨®n forzosa perfecciona hasta el extremo la t¨¦cnica del crimen que se puso en pr¨¢ctica en los campos nazis de exterminio. Tengamos presente, en efecto, que los nazis no s¨®lo quer¨ªan matar los cuerpos, sino privar al crimen de toda significaci¨®n moral. Cuando hablamos de olvido, nos referimos al borr¨®n de los hechos y tambi¨¦n a la indiferencia respecto al significado moral y pol¨ªtico de esos cr¨ªmenes.
Ahora a¨²n somos m¨¢s contempor¨¢neos del momento en que un crimen pol¨ªtico acab¨® con el poeta
Pues bien, los nazis no encontraron mejor estrategia para lograr que el resto del mundo siguiera su curso, sin dar importancia al genocidio, que borrar las huellas y no dejar rastro, por eso los cuerpos deb¨ªan ser quemados, los huesos triturados y las cenizas aventadas o convertidas en abonos de las tierras cercanas. Pensaban que borrando de la faz de la tierra todo rastro f¨ªsico del pueblo jud¨ªo, la humanidad se desentender¨ªa de la aportaci¨®n cultural del pueblo del monote¨ªsmo al patrimonio de la humanidad.
Sin pretender cuestionar la singularidad de la barbarie nazi, lo que s¨ª se puede sostener es que la desaparici¨®n forzosa da un paso m¨¢s en la t¨¦cnica del olvido al hacer desaparecer los cuerpos. En el desaparecido se suspende el tiempo de la v¨ªctima en el preciso instante de la detenci¨®n, sin que haya manera de establecer una relaci¨®n entre el momento de la vida y el de la muerte o, mejor, entre la certeza de la muerte y la incertidumbre de su morir. No hay modo de colocar sobre un trozo de tierra un requiescat in pace que inaugure el tiempo del duelo para los vivos y de paz para los muertos.
Sin la certeza de su muerte que podr¨ªa documentar la exhumaci¨®n de sus restos, el desaparecido toma la forma de un espectro. Su modo de ser es efectivamente espectral, porque en el desaparecido hay algo definitivamente perdido y algo, tambi¨¦n, presente que nos acompa?a como un esp¨ªritu. Una buena muestra de la existencia espectral la da el Manifiesto Comunista, de Karl Marx, que comienza detectando la presencia de un espectro que acosa Europa, el fantasma del comunismo. Ese esp¨ªritu provoca, por un lado, el p¨¢nico entre las fuerzas reaccionarias y pide, por otro, que se le d¨¦ paz construyendo un mundo que haga justicia a los sufrimientos que representa. Angustia a las fuerzas reaccionarias porque con su presencia demuestra que, pese a la muerte f¨ªsica, no han acabado con sus sue?os de felicidad. El espectro hallar¨¢ paz cuando los vivos recojan esos sue?os y los conviertan en principios de acci¨®n.
Tambi¨¦n el espectro de Lorca est¨¢ cargado de significaci¨®n pol¨ªtica porque se?ala con una mano acusadora al pasado y con otra al presente. Se?ala, en efecto, al momento en que a ese ser vivo, que estaba entre los suyos, le quitan violentamente la vida por una raz¨®n pol¨ªtica. Al ser un asesinato pol¨ªtico desvela el car¨¢cter (in)moral del proyecto pol¨ªtico en cuyo nombre se le dio muerte. Lorca, el desaparecido, ser¨¢ siempre un tribunal de la historia dictando sentencia contra un sistema pol¨ªtico, el franquista, que nos ser¨¢ siempre contempor¨¢neo. Tambi¨¦n nos se?ala a nosotros, pregunt¨¢ndonos c¨®mo hemos construido nuestro tiempo, si haciendo memoria del periodo estigmatizado con su muerte y que va de 1936 a 1975, o pasando p¨¢gina.
Hacer memoria de la barbarie no consiste en tener presentes los hechos del pasado, sino entender lo que significa la memoria de la injusticia en la construcci¨®n de la democracia. Todas las razones prudenciales que nos demos para justificar que hemos construido la democracia sin tener en cuenta la experiencia de la Rep¨²blica, con sus luces y sus sombras, no podr¨¢n acallar las preguntas que nos dirige el esp¨ªritu vigilante del desaparecido.
La desaparici¨®n forzada es por definici¨®n un crimen que no prescribe o, como dice el derecho, "un delito permanente de detenci¨®n ilegal", de ah¨ª la responsabilidad de los jueces actuales en investigarlos para depurar responsabilidades. Eso significa que no hay que renunciar a la exhumaci¨®n si se dan las condiciones que la hagan posible. Lo nuevo, sin embargo, en el debate sobre la "memoria hist¨®rica" -por cierto ?por qu¨¦ no llamarla memoria pol¨ªtica, que de eso se trata? ?acaso hay alguna "memoria a-hist¨®rica?- es el punto de actualidad que conlleva el desaparecido. Por supuesto que toda v¨ªctima es actual en tanto en cuanto no se le haga justicia, pero la vigencia del desaparecido a?ade un elemento nuevo: la contemporaneidad de lo anacr¨®nico, la actualidad del momento en que desapareci¨®. Somos contempor¨¢neos del momento en que se par¨® el reloj biogr¨¢fico de la v¨ªctima. Si no contamos con ese pasado, no estaremos a la altura de nuestro tiempo.
Reyes Mate es profesor e investigador del CSIC, autor de La herencia del olvido, premio Nacional de Ensayo.
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