Una pensi¨®n clandestina que resiste
Los inquilinos la consideran un 'piso patera' y el Ayuntamiento quiere cerrarla
Un piso de la calle de Robador, en el barrio barcelon¨¦s del Raval, el pasado d¨ªa 22. En la sala de estar de una vivienda situada en la tercera planta, esa ma?ana, la atenci¨®n de todos los inquilinos se centra en la misma cantinela que se oye en tantos otros hogares espa?oles ese d¨ªa: la de los ni?os de San Ildefonso. En ese piso son muchas, seis, las personas que se sientan ante el televisor, con sus n¨²meros de loter¨ªa en la mano, por si les toca el gordo. La vivienda aloja en total a siete personas, todos ellos hombres, paquistan¨ªes e indios. Pueden seguir el sorteo en casa de milagro. El Ayuntamiento cree que el inmueble funciona como una pensi¨®n clandestina y por eso orden¨® su precinto, que deber¨ªa haberse ejecutado el pasado d¨ªa 16. Funcionarios municipales y la Guardia Urbana intentaron expulsar ese d¨ªa a los inquilinos. Ellos se negaron a abandonar el piso y s¨®lo por eso siguen all¨ª. Abdul, el titular de la vivienda niega la acusaci¨®n: "No quiero problemas Y una pensi¨®n ilegal trae problemas" dice, y aduce que s¨®lo se trata de un piso patera.
Los inquilinos dicen que la precariedad genera la alta rotaci¨®n de gente
No tuvieron tanta suerte sus vecinos del piso de encima. Ese mismo d¨ªa 16, los funcionarios se presentaron en la puerta del cuarto con una orden de cese de actividad y precinto casi id¨¦ntica. La puerta de esa vivienda muestra ahora varias pegatinas que indican que el inmueble est¨¢ cerrado por orden municipal. Es uno de los 12 pisos que acabaron clausurados esa jornada, en la que el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa, Mossos y Guardia Urbana inspeccionaron 15 pisos del Raval con el objetivo de atajar la venta ambulante e ilegal de latas de cerveza. Buscaban los pisos que serv¨ªan como almac¨¦n para las bebidas. Fuentes policiales explicaron que en algunos de ellos se encontraron enormes frigor¨ªficos industriales. De paso, los agentes precintaron la docena de viviendas. Todas ellas, asegura el Ayuntamiento, eran pensiones ilegales.
"Eso no es cierto, es indignante la acusaci¨®n. Yo s¨¦ que Abdul comparte el piso con seis personas m¨¢s, y no tengo ning¨²n problema", se queja Julio Hern¨¢ndez, el propietario de los dos pisos de esa finca de la calle de Robador, que al d¨ªa siguiente de la redada present¨® una queja ante el S¨ªndic de Greuges.
En la denuncia, Hern¨¢ndez explica que declar¨® ante responsables municipales que la gente "no pod¨ªa entrar en su casa, por lo que les inst¨¦ a que retirasen el precinto de forma inmediata. No consegu¨ª nada". Los habitantes del cuarto piso, como los de las otras 11 viviendas, tuvieron que buscarse la vida en casas de amigos.
Son casas que comparten muchos paquistan¨ªes e hind¨²es para poder asumir los elevados alquileres barceloneses. El del piso que comparte Abdul asciende a 730 euros. S¨®lo dos inquilinos han conseguido una oferta de trabajo y podr¨¢n regularizar su situaci¨®n. El resto carece de permisos de residencia y, por tanto, no tiene empleo fijo. As¨ª que cuesta reunir los alrededor de 150 euros que cada inquilino paga al mes para cubrir los gastos. M¨¢s el millar de euros que, dice Abdul, han costado las reformas del ba?o y la cocina, ahora interrumpidas. Por eso, se agolpan tres camas en las dos habitaciones m¨¢s amplias de este piso de poco menos de 100 metros cuadrados, y otra cama ocupa un cuartucho. Como en tantos otros pisos del barrio.
La diferencia aqu¨ª no est¨¢ en la higiene -el piso est¨¢ limpio y ventilado- ni en las molestias a los vecinos. Fueron los candados en los armarios y en las puertas de las habitaciones las que molestaron a los inspectores municipales el pasado 20 de mayo. Desaparecieron tras la segunda inspecci¨®n, el 8 de diciembre. El Ayuntamiento adujo, adem¨¢s, que los compa?eros de piso no formaban una unidad familiar habitual.
Los m¨¢s veteranos del piso, Abdul y Zulifgar, admiten que en los tres a?os que llevan viviendo en ¨¦l han visto pasar a muchos compa?eros, todos ellos hombres que inmigran solos y o son solteros o mandan dinero a sus familias, que se han quedado en Pakist¨¢n o en India. Pero la rotaci¨®n no es alta por tratarse de una pensi¨®n ilegal. A?aden: la precariedad en la que viven hace que algunos inquilinos no pasen m¨¢s de un mes en la casa. "Si les sale un trabajo en Valencia, se van all¨ª", pone un ejemplo Abdul.
Hern¨¢ndez prev¨¦ reescribir hoy los contratos de alquiler que mantiene con Abdul y con el arrendatario del cuarto piso, Ahmed Sheikh, para acabar con esa temporalidad. Los nuevos acuerdos nombrar¨¢n a las personas que habitan las viviendas. El propietario explica que fue un abogado municipal quien le sugiri¨® esta soluci¨®n, que permitir¨¢ que la polic¨ªa pueda comprobar que en la casa viven, efectivamente, las personas que nombra el contrato. Hern¨¢ndez espera lograr as¨ª la reapertura del cuarto piso y evitar el precinto del tercero, unas medidas que califica de "aberraci¨®n".
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