Actores inmovilizados
Reflexionaba Vallesp¨ªn en este diario, d¨ªas pasados, sobre el descr¨¦dito de nuestra clase pol¨ªtica, que es, en opini¨®n general compulsada por el CIS, el tercer problema m¨¢s grave del pa¨ªs. Y citaba dos causas: la primera, que la "casta" pol¨ªtica est¨¢ pendiente sobre todo de sus propios intereses; la segunda, los diferentes conceptos de pa¨ªs o de inter¨¦s general que para unos es el de Espa?a y para otros el de su comunidad aut¨®noma.
Los pol¨ªticos de la transici¨®n parecen, en efecto, gigantes comparados con los de hoy. Su¨¢rez, Felipe Gonz¨¢lez, Manuel Fraga, Carrillo, Sol¨¦ Tura, Tarradellas... eran caracteres y personalidades claramente superiores a los actuales Zapatero, Rajoy, Montilla, Mas et alia... ?Acaso ¨¦stos son tan nulos como parecen? No lo creo. Para hacer carrera en pol¨ªtica, adem¨¢s de manejar bien la faca y ser h¨¢bil en conspiraciones, es casi imprescindible estar dotado de bastante inteligencia.
Entonces, ?por qu¨¦ nos parece que los pol¨ªticos de ahora act¨²an y hablan tan mal, por qu¨¦ cada d¨ªa somos m¨¢s los que los consideramos una r¨¦mora? Adem¨¢s de los motivos que apuntaba Vallesp¨ªn, yo veo ¨¦ste: que hoy esa gente tiene menos poder. En la representaci¨®n democr¨¢tica, lo que el p¨²blico quiere es elegir a personas, a personalidades, a caracteres, una intuici¨®n, un buen actor... Pero hoy el car¨¢cter del actor, aplastado por el peso de consejeros, especialistas, publicistas, sondeos, encuestas, porcentajes, asesores de imagen y peluqueros, y fiscalizado en cada segundo por la prensa af¨ªn y la hostil (donde la hay), no puede ni asomar la nariz. Tiene tanta informaci¨®n que le resulta imposible la desenvoltura. Los debates est¨¢n tan medidos que no pueden salir bien. Nadie dice nada que no sea previsible y rutinario. No se permite. (Maragall ten¨ªa personalidad y era imprevisible, y hubiera debido arrasar; pero, obviamente, carec¨ªa de algo imprescindible.)
Yo creo que parecen tontos pero no lo son. Sucede que lo hemos organizado todo de manera que su naturaleza no pueda manifestarse, y ahora toca pechar con las amargas consecuencias.
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