Sue?os junto al ¨¢rbol iluminado
Ballet infantil por excelencia, cl¨¢sico que ha atravesado todas las modas y todas las versiones posibles, El cascanueces sigue apareciendo cada Navidad como una cita ineludible. La historia de su gestaci¨®n es tan intrincada y compleja como su m¨²sica, que para muchos, es la mejor partitura escrita para ballet de cuantas ha legado la historia del teatro musical.
Cuando Chaikovski parte por un mes a Estados Unidos (donde inaugurar¨¢ con un concierto suyo el Carnegie Hall de Nueva York), ya se lleva el encargo de este ballet con libreto impositivo y detallista de Petipa, basado en el cuento de Hoffmann que tambi¨¦n version¨® Alexander Dumas.
De hecho, el resultado musical tiene mucho de viaje a lo desconocido, as¨ª como de recreaci¨®n de las dulcer¨ªas vienesas de San Petersburgo, las m¨¢s exquisitas de entonces (el segundo acto transcurre en el mundo fe¨¦rico de los dulces de az¨²car).
BALLET CL?SICO DE MOSC?
El cascanueces. M¨²sica: P. I. Chaikovski; coreograf¨ªa: Natalia Kasatkina y Vlad¨ªmir Vasiliov; escenograf¨ªa: Lev Solodovnikov; vestuario: Elizabeta Dvorkina. Teatro Compac Gran V¨ªa. Hasta el 4 de enero.
La versi¨®n de Natalia Kasatkina (Mosc¨², 1934) y Vlad¨ªmir Vasiliov (Mosc¨², 1931), una pareja emblem¨¢tica de la creaci¨®n coreogr¨¢fica ruso-sovi¨¦tica, se atiene a los rigores del libro y de la trayectoria r¨ªtmico-mel¨®dica de la m¨²sica (de florilegio eslavo), si bien, la aderezan con una serie de invenciones propias que no desentonan, sino que se logran imbricar en el estilo general de la obra. Esto, en parte, es posible gracias al poderoso empaque est¨¦tico de la m¨²sica, que ha resistido extrapolaciones muy arriesgadas, la m¨¢s memorable y conseguida, la de John Neumeier (1993, ?pera de Par¨ªs), haciendo un "ballet dentro del ballet" y donde el enigm¨¢tico Drossermeyer se acercaba al perfil de Marius Petipa.
Hay que hacer notar que Kasatkina y Vasiliov fueron profetas en su tierra de muchas cosas: fueron los primeros en coreografiar La consagraci¨®n de la primavera, de Stravinski, tras la guerra mundial, en 1963; y los que idearon La creaci¨®n del mundo (m¨²sica de Petrov) en 1971 en Leningrado para Mija¨ªl Barishnikov. Resueltos, con una amplia cultura coreogr¨¢fica y un sentido de explotaci¨®n de la t¨¦cnica del ballet hacia la expresividad, sus obras gozan del valor coral que tan caro es al ballet ruso en general y de un cierto tono heroico, tan ligado a lo moscovita en particular.
Haciendo la historia amena y comprensible para grandes y chicos, dotando a las danzas de obligado virtuosismo tanto en las de car¨¢cter como en las puramente cl¨¢sicas, quiz¨¢s su ¨²nico pecado est¨¢ en las modificaciones profundas del gran pas de deux del segundo acto, donde se alejan demasiado del original de Lev Ivanov y que tanto Grigorovich en Bolshoi, como Neumeier (y algo menos Balanchine), respetaron filol¨®-gicamente en los trazos aportados por Vainonen desde su recreaci¨®n temprana de 1934.
Entre otros cambios, sustituyen al rey de los ratones por una esbelta ratoncita en mallas grises (encarnado con agilidad, l¨ªnea depurada y bellos saltos por Svetlana Sprikna): un acierto. La pareja principal asumida por Liudmila Doksolova (como Mar¨ªa) y Nikol¨¢i Cheuchenko (como el pr¨ªncipe o Cascanueces) bailaron con musicalidad y coordinaci¨®n efectiva.
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